Hablar de Calasparra es hacerlo de encierros y tradición taurina. Sus calles llevan siglos viendo como sus vecinos corren delante de las reses, conduciéndolas hasta la plaza de turno para posteriormente dar comienzo a la conocida como ‘Fiesta Nacional’.

Aunque lamentablemente este año las actividades taurinas se deben de dejar a un lado, a consecuencia de la crisis sanitaria que desde marzo de 2020 sufrimos, el pueblo carraspaleño no olvida una de sus más arraigadas tradiciones, y espera con muchas ganas poder volver a echarse a la calle para sentir el aliento de los toros tras ellos, generando la adrenalina suficiente como para atreverse a correr delante de ellos.

Para encontrar el origen de esta tradición en el municipio de la Comarca del Noroeste, debemos remontarnos varios siglos atrás, concretamente al 3 de agosto de 1608, cuando el Concejo de Calasparra llegó a acuerdos para la realización de fiestas con motivo de celebrar la llegada al pueblo del Comendador, Don Gerónimo Pimentel, en cuyo honor se organizaron festejos de moros y cristianos, comedias y toros.

La construcción de la plaza de toros en 1896 paralizó las corridas callejeras durante un siglo, hasta su rescate en el 1999

Las fiestas en honor a los patronos contaban con una parte litúrgica, celebrada en los últimos días de julio, y otra popular de devoción hacia los Santos Mártires, que se celebraba en los primeros días de septiembre, y en la que se enmarcaban los encierros, con la posterior corrida de toros, que se completaban con comedias, migas y pasacalles.

Una década más tarde, el acta de los preparativos de las fiestas refleja la orden de hacer tablados y barreras y todo lo necesario para dichas fiestas con toros, que tenían lugar en la Plaza Pública, la actual Plaza de la Constitución. No fue hasta el año 1638 que se dieron las órdenes oportunas para preparar la disposición de la plaza y las calles, además de hacer alusión a la conducción de los toros y el ‘encierro de ellos’.

Los toros corrían por las calles Mayor y Lavador, siendo toreados en la Plaza Corredera, para terminar comidos colectivamente por toda la población en ‘caldera’, un plato calasparreño muy antiguo.

Uno de los testimonios acerca de estas fiestas taurinas lo encontramos en la segunda mitad del siglo XIX, gracias al libro de ‘Fiestas de Calasparra del año 1877’, en el que se dice que el día 30 de julio, día de los Santos Mártires Abdón y Senén, todo el pueblo esperaba ansioso que llegara la hora de dar suelta al novillo adquirido por los mayordomos. Este era corrido por el pueblo sujeto a una fuerte y larga maroma de cáñamo, a la cual se cogían los más ágiles y decididos mozos. La gente se apiñaba en la actual Plaza de la Constitución para ver el espectáculo de la salida del encierro del novillo.

La crisis de finales de siglo y la construcción de la plaza de toros en el año 1896 tuvo como consecuencia que las corridas callejeras de reses se sustituyeran por la paulatina participación en las corridas del coso taurino.

El rescate de la tradición

Tras un siglo en el olvido, los encierros fueron recuperados por el Ayuntamiento de Calasparra en el año 1999, fecha en la que las reses reaparecieron por las calles de la localidad con el fin de restaurar la tradición e inyectar una gran dosis de vitalidad a las Feria y Fiestas de septiembre. En la actualidad, los encierros están declarados como Interés Turístico Regional.