La algarabía de campanas y cohetes que despertaba a los lorquinos en la madrugada de la festividad de Santa María la Real de las Huertas, patrona de la ciudad, no se escuchará este año. La torre campanario del santuario franciscano guarda silencio. Está mudo desde el año 2005, cuando los frailes alertaron del peligro que entrañaba que hubiera repique para anunciar la fiesta patronal; también se suprimió el volteo que acompañaba, en la salida y entrada del templo, a la talla de Sánchez Lozano. Entonces, el padre Juan Quesada, aseguró que el volteo podría entrañar «un gran riesgo» por el estado que presentaba la torre, «que podría venirse abajo». Los técnicos incluso alertaron de que las vibraciones de las campanas repicando podrían provocar su derrumbe.

Ese año, el entonces alcalde, Francisco Jódar Alonso, anunció una importante partida económica para recuperar la torre y otras zonas del santuario, que precisaban atención. Y fue más lejos, ya que dijo que al año siguiente habría repique de campanas.

La situación no mejoró con el terremoto de mayo de 2011. Las imágenes de la tierra temblando y la torre desmoronándose dieron la vuelta al mundo. Y, de nuevo, la torre campanario de la Virgen de las Huertas se quedaba muda, pero en esta ocasión con ni tan siquiera la posibilidad de anunciar las horas como lo hace ahora.

La restauración del monumento logró recuperar el ‘cupulín’, pero la falta de financiación no ha permitido colocar la maquinaria necesaria para que las horas vuelvan a sonar como lo hacían antaño. «Dan las horas únicamente, pero a golpe. No hay repique ni volteo, ni posibilidad de hacerlo por el momento», reconoce en declaraciones a LA OPINIÓN, el padre Miguel Ángel Alarcón Olivares.

El párroco de Santa María la Real de las Huertas asegura que para que volvieran a tocar como lo hacían antes harían falta 12.000 euros. «Es el presupuesto que nos dieron para que las campanas de la torre recuperasen su sonido y volvieran a voltear y repicar», apunta. Sin embargo, el estado en que se encuentra todavía el santuario, con muchas necesidades en cuanto a restauración, «hacen imposible invertir en las campanas. Hay muchos rincones donde hace falta ese dinero (si lo tuviésemos) antes que invertirlo en el campanario», reconoce Alarcón Olivares.

Algún año, los jóvenes del barrio de la Virgen de las Huertas se han alzado hasta lo más alto de la torre y, a la salida del trono de la Virgen, han tocado a golpe de badajo. Lo han hecho a la salida, pero también a su regreso al santuario. Este año no podrán hacerlo, ya que Santa María la Real de las Huertas no abandonará su templo por la situación de pandemia en que nos encontramos. «Se van a celebrar los actos litúrgicos en su honor, pero no habrá procesión. Sería una temeridad sacarla a la calle. Esperemos que el próximo año podamos recuperar sus celebraciones como ella se merece», espera el párroco de las Huertas.

En el Santuario de la Patrona hay hasta tres campanas. La más pequeña se encuentra en la escalera de la Tota Pulchra. Su fundición se llevó a cabo en 1850. Tiene un diámetro de 25 centímetros y nueve kilos de peso. En el campanario hay dos campanas. La primera fue fundida por Salvador Manclús. Tiene un diámetro de 61 centímetros y un peso de 131 kilos. Y la segunda data de 1953 y pudo ser fundida por la Empresa Nacional Bazán de Cartagena. Su peso se calcula que es de 244 kilos y su diámetro de 75 centímetros. Solo una de ellas suena al toque de las horas. Lo hace a golpe, mientras todas esperan recuperar su movimiento de antaño.

El próximo 8 de septiembre los lorquinos echarán la vista hacia la huerta. Exultantes verán la torre campanario del santuario patronal. Imaginarán tiempos mejores en que mucho antes de la seis de la mañana comenzaba el repique de campanas acompañado del lanzamiento de cohetes. La algarabía anunciaba el día grande de la ciudad. Entonces, las alamedas se llenaban de devotos que iban y venían cruzando el Puente de la Torta. Acudían a las misas que cada hora se sucedían. Al llegar a la plaza del Rey Sabio y al atrio del santuario hacían un alto en el camino en las casetas de turrón, de patata, de yema, de cacahuete… y una ‘copica’ de anís y un trago de agua de botijo, como manda la tradición.

Y los mayores comprarán las tradicionales ‘peloticas’ de cuero blanco rellenas de serrín y tiradas de una goma para usarlas a modo de yo-yo. Pero, sin lugar a dudas, se echará en falta el sonido de las campanas que tocaron un año después del terremoto para recordar que desde lo más alto de la torre campanario del santuario patronal aguarda la recuperación total del templo que se está haciendo esperar en demasía. Algunos no entienden que el monumento vaya a ser el último de una gran lista en la que no solo están incluidas iglesias, sino también la Plaza de Toros de Sutullena, el Casino Artístico Literario y palacios y casas señoriales.