La posibilidad de un sobresalto acecha siempre al Presidente del Gobierno. Las noticias de un atentado terrorista -por fortuna, estas comienzan ya a alejarse de nuestras memoria-, de un accidente aéreo, de incendios, inundaciones o nevadas de gran impacto... se transmiten enseguida al principal responsable del Ejecutivo porque los ciudadanos y las comunidades afectadas por estos golpes del destino no tardan, y cómo no hacerlo, en volver la mirada a sus gobiernos reclamando una rápida respuesta de estos, su alivio, su apoyo más perentorio.

Así ocurrió en las inmediatas horas posteriores a los dos seísmos que sacudieron la Región de Murcia, a Lorca muy en particular, aquella tarde del miércoles 11 de mayo de 2011. Lo recuerdo bien. Lo he repasado estos días pero lo recordaba muy bien. No eran, no son, frecuentes los terremotos en España, menos aún los que causan víctimas mortales, decenas de heridos y daños devastadores en infraestructuras y edificios, en hogares. Por eso, nos alarmó e impresionó tanto el que se produjo hace diez años, a todos, a los murcianos, por supuesto y en primer lugar, pero con ellos al conjunto de la sociedad española. Porque los sentimientos de solidaridad, espontáneos, fraternos y poderosos, comenzaron inmediatamente a fluir desde todos los rincones acompañando la reacción de las administraciones.

La secuencia fue la de otras veces, la que habría de suceder a un empellón de la naturaleza de tanta magnitud como aquél: atender con la máxima prontitud a víctimas y afectados, conocer las consecuencias de primera mano, evaluar daños, improvisar respuestas, instrumentar las primeras medidas normativas... La secuencia fue la de otras veces, pero en este caso, así aparece en mi memoria, se desarrolló con especial rapidez dadas las circunstancias. Y ello se debió a la reacción de los lorquinos, a la eficaz acción de la UME, de la Guardia Civil, de la Policía y de la Cruz Roja, y a la buena coordinación entre las administraciones directamente concernidas, el Gobierno de la Región de Murcia y el Ayuntamiento de Lorca junto al Gobierno de España. Expresé en su momento mi reconocimiento por ello y quiero evocarlo hoy de nuevo.

Personalmente, al día siguiente del siniestro, el jueves 12, hice una comunicación pública desde el Congreso de los Diputados para informar de los datos con los que contábamos en ese momento, de los cuantiosos daños que habría que afrontar, y de un primer despliegue de 800 efectivos de la UME (con 140 vehículos), del Ejército, la Policía y la Guardia civil para atender a víctimas y perjudicados.

El viernes me desplacé a Lorca para girar una visita y asistir al funeral de Estado que se celebró con presencia de los entonces Príncipes de Asturias. Y esa misma mañana, en Madrid, el Consejo de Ministros aprobaba el primer decreto-ley con diversas medidas de apoyo personales y materiales.

El martes 17 de mayo se firmaba en la ciudad de Murcia el Convenio para la gestión de las ayudas entre el Ministerio de Fomento, la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento de Lorca. En el mes de octubre de aquél mismo año aprobaríamos un segundo decreto-ley y aún sería necesario un tercero debido al Gobierno que nos sucedió, lo que da la medida de la entidad de los daños causados y de la dificultad de completar su reparación.

Deseo concluir estas líneas agradeciendo la oportunidad que se me brinda con ellas de unirme al recuerdo de este décimo aniversario, al recuerdo de las víctimas, de todas las personas que resultaron afectadas por el terremoto, y también al de tantos buenos gestos, anónimos, de ciudadanos y servidores públicos, de los que fue testigo Lorca aquellos días de mayo de 2011.