Abrir la puerta de la ciudad de Lorca es como entrar en uno de los mejores libros de historia de España. Sin duda, lo mejor que podrían hacer las autoridades turísticas para poner en valor la Región de Murcia sería apostar por una ciudad llena de magia, leyendas y batallas. No se entenderá nunca el devenir de la historia de este rincón del Mediterráneo sin conocer la historia de esta gran ciudad.

Oficina de Turismo de Lorca, punto de salida

Quedo con Jay (junto a Maria Jesús, la persona que lleva una Oficina de Turismo que recibe al año unas ochenta mil visitas) en la Plaza de España. Es puntual, y desde el primer instante está dispuesta a que conozca algo más que lo que dicen los folletos y mapas de su ciudad. Sin duda, harían bien desde el Ayuntamiento en consultar con ellas cada paso que quieran dar en esta materia. De lo contrario, otra vez estarían jugando con un potencial turístico envidiable a las ocurrencias y la improvisación.

Pocas ciudades del Mediterráneo puede presumir de tener dentro de su término municipal tantos tesoros en forma de yacimientos, playas semidesiertas y una ciudad llena de cuentos, bordados y patrimonio.

Una Plaza de España que es quizá una de las más espectaculares de todo el mediterráneo. Aquí iniciamos nuestro recorrido, y lo mejor es que desde la Oficina de Turismo te faciliten toda la información. Y si es con guía, mucho mejor.

Es aquí donde comienza la historia de la ciudad, de la Región y por qué no decirlo, también de una parte de este país llamado España.

Alfonso X, San Patricio, patrón del Reino de Murcia, y su antigua Colegiata, la Batalla de los Alporchones, Isabel II y murallas que recorren la ciudad empiezan a aparecer en boca de Jay como pinceladas que van componiendo un lienzo histórico.

De pronto comienzas a ver la importancia de esta ciudad en el devenir de la Región. Apenas llevo media hora y me encuentro en el Antiguo Plenario del Ayuntamiento, rodeado de pinturas cuando se abren dos pequeñas puertas para mostrar a la Virgen de la Inmaculada Concepción.

Antes de ir a tomar un café, me enseñan la Fuente del Caño, bajo la Casa del Artesano, que se inauguró el pasado mes de febrero, y donde este antiguo pósito muestra algo más que las antiguas profesiones. Imagino que debe ser bonita la plaza, pero es una auténtica lástima que este rincón esté repleto de coches. Una prueba más de que hay mucho por hacer.

Mientras siguen contándome y mostrándome el alma de Lorca, (turismo y trabajadoras cualificadas no son incompatibles), nos acercamos a desayunar, y es que si hay una ciudad donde la pastelería marida con artesanía, es esta. Juan Carlos, dueño de Blanco y Azul, me cuenta los entresijos de este arte en la ciudad: «Aquí un pastel de un día para otro ya no vale. Cada día, cada producto que ponemos sobre el mostrador, sabe totalmente diferente».

La Semana Santa de Lorca, una Fiesta de Interés Turístico Internacional

Miro las milhojas, la tortada lorquina y un sinfín de productos que me devuelven la mirada. Si me siento y empiezo a pedir, se acabó la visita. Así que decidimos irnos a conocer más a fondo la que quizás sea la mejor Semana Santa de España, que es lo mismo que decir del mundo. De lo que no hay ninguna duda es de que es diferente. Bienvenidos a la Semana Santa Lorquina.

Mucho se ha escrito, y se escribirá, de esta Fiesta de Interés Turístico Internacional. Lo único que puedo decirles es que ocupar al menos una vez en la vida una de sus cerca de doce mil sillas es algo que no deben perderse.

El Museo del Paso Azul está en plena ebullición, muchas fiestas de la Región y de España deberían aprender de ellos: un museo que cuida hasta el más mínimo detalle. Le digo a Jay que quiero más, y subimos a ver a sus bordadoras. «Antiguamente eran hombres quienes bordaban», me cuenta.

Le digo a mi guía que me cierre la boca al ver la profesionalidad de estas mujeres, ahora más que nunca entiendo el dicho popular japonés: «La paciencia es una virtud». Su director artístico me cuenta el proceso, y les juro que si no es porque lo veo, como decía Santo Tomás, no me creo la laboriosidad artística y el trabajo que desarrollan. Antes que Patrimonio Inmaterial de la Humanidad al Bordado Lorquino, a estas mujeres deberían darle la medalla de oro al trabajo.

Antes de ir al Museo Arqueológico es visita obligada acercarse al Museo del Paso Blanco, que se encuentra prácticamente al lado. Podría describirles cómo es, lo que sienten las personas que viven esta pasión blanca, pero prefiero que entren en su Cámara de las Maravillas, disfruten, y luego me cuentan. Debería ser obligatorio que todos los intitutos de la Región dieran aquí una clase: su colección de monedas es increíble, pero sobre todo, deberían entrar a conocer 'in situ' su pasado.

Lugares con encanto en Lorca

Lorca da para mucho más que un día. Saborear sus calles interiores, entrar en el Centro Regional de Artesanía, junto al Palacio Guevara, antigua oficina de turismo y hoy parcialmente visitable (no conviene perderse la farmacia escondida que tiene en su interior) visitar la Cripta de San Patricio, y que su sacristana, Isabel, os la muestre, entrar a conocer Huerto Ruano o pararse un instante en el establecimiento Localmente (Juan Carlos I), donde Encarni, su propietaria, ha apostado por productos de calidad.

Locales en su mayor parte y ecológicos, con una presentación envidiable. Pero el tiempo apremia y aún nos queda la joya de la corona. Y es que, nunca mejor dicho, coronando la ciudad nos espera su mayor símbolo: el castillo.

Pero no quiero subir sin antes acercarme a su Centro de Visitantes, donde a pesar de los contratiempos de la crisis no solo han logrado sobrevivir, sino que, con imaginación, están consiguiendo convertirse en un referente. Muy interesante si van niños en la visita. Sin duda, disfrutarán de lo lindo. Y pregunten, si van, por el acuerdo que tienen para poder aparcar su coche, una buena iniciativa.

Lorca, Taller del Tiempo

Llegamos al castillo y su Taller del Tiempo, y la ciudad se muestra a nuestros pies. Creía que las vistas eran espectaculares hasta que subí a lo más alto de la Torre Alfonsina.

Si no ha visitado el castillo o no ha estado en algunas de sus rutas teatralizadas, no siga leyendo y reserve su plaza. Volver a sentir el pasado en primera persona es un lujo que no debe perderse. La sonrisa y el conocimiento de las personas que trabajan allí hacen de la visita algo más que la observación de un gigantesco puñado de piedras y ruinas.

Cuando uno ve los muros de la Torre Alfonsina se da cuenta de que hará falta algo más que un terremoto para acabar con ella. Por cierto, la recuperación del Patrimonio de la ciudad en apenas seis años es ejemplar, aunque aún queda por hacer. Cuando lleguen a lo alto del torreón, entenderán lo que les dije antes sobre el paisaje.

Entrar en la torre es como participar en un rodaje de El Ministerio del Tiempo. Pasear por el castillo, entre almendros, pinos y aljibes, es una delicia, así como bucear en su sinagoga, a los pies del Parador Nacional. Sólo les puedo decir una cosa: siéntense y disfruten de su historia mientras escuchan una voz que se la cuenta.

Nota: Lo mejor sin duda, antes de viajar, es dejarse aconsejar por los profesionales de la oficina de turismo. www.lorcaturismo.es

Dónde está Lorca