Lleva noches sin dormir desde hace meses debido al temor que tiene a que sus vecinos okupas sigan haciéndole «la vida imposible». Es la situación a la que se enfrenta prácticamente a diario un vecino, que prefiere mantener el anonimato debido a las posibles represalias que pueda tener, en su propia casa de Molina de Segura.

En el inmueble en el que vive, situado en la calle Reyes Católicos de la localidad, había hasta hace apenas dos meses dos pisos okupados. Los primeros inquilinos llevaban más de un año dentro del inmueble de manera ilegal; mientras que los segundos entraron hace poco más de tres meses, según el relato del afectado.

El hombre ha denunciado en numerosas ocasiones que en la terraza comunitaria del inmueble, donde él tiene instalada la pila del calentador, así como el butano, la luz, el agua e incluso su propia leña, acababa todo siendo robado. Sus vecinos llevaban más de un año sin pagar el alquiler, ni la luz ni el agua, «no limpiaban, dejaban las basuras en la portería del edificio y hacían fuego en el suelo de la terraza comunitaria», según el hombre.

Tras las denuncias que presentó ante la Policía Nacional a finales de julio, a las que ha tenido acceso LA OPINIÓN, se logró que el dueño legítimo de uno de los pisos okupados echara a estos primeros, aunque todavía queda el otro.

Ahora, los otros okupas, que llevan menos de medio año en el inmueble, lo tienen amenazado de muerte por «ser un chivato». Me han llegado a decir que como los he denunciado me iban a matar», relata, mientras que lamenta que la Policía le ha dicho que «no pueden hacer nada». A pesar de su situación, señala que no piensa abandonar su casa, porque ya lleva ocho años en ella y la ha pagado de su bolsillo: «Si estuviera de alquiler no dudaría en marcharme en cualquier momento, pero, en este caso, yo sí soy un legítimo propietario de mi vivienda; ellos no. Son ellos los que tienen que irse», sentencia.

Tanto él como su familia esperan que la situación se resuelva de la mejor manera posible pronto. Está «desprotegido y desesperado», y pide ayuda a las administraciones competentes para que tomen cartas en el asunto y le ayuden. Este vecino, según su testimonio, solicitó a su abogado información para interponer una orden de alejamiento por amenazas, «pero me respondieron que no podrían concedérmela porque eran okupas». No es un problema de puertas para adentro, ya que, según el afectado, todos los que viven en la calle son conocedores del caso. Algunos vecinos, incluso, a través de redes sociales alentaban hace unos a los habitantes de Molina para manifestarse en la puerta del inmueble y pedir así el abandono de este piso okupa.

También, señala, «la Policía me llegó a decir que yo no les podía poner la mano encima, pero ellos sí pueden amargarme la vida a mí». Además, los agentes le advirtieron que era recomendable que durante este verano no se fuera de vacaciones «porque lo mismo entraban en mi casa para destrozarlo todo, simplemente por hacerme daño». El afectado indica que la situación ha llegado a tal extremo en las últimas semanas que ha tenido que vallar la zona de la terraza comunitaria donde tiene sus pertenencias para que no hagan más destrozos.

Sus familiares también relatan que «lleva ya un año que no puede vivir allí, porque «está para que le dé algo», a lo que añaden que «parece que hasta que no vean algún día a alguien sangrando no van a actuar». Y es que los daños no solo se producen en el inmueble.

El coche del afectado también ha salido mal parado, ya que le han roto los espejos retrovisores. No lo puede denunciar porque no tiene pruebas contra ellos, a pesar de que otro vecino le asegurase que había visto cómo lo habían hecho.