Fiasco diplomático

Lula pone a prueba su liderazgo internacional con la guerra de Ucrania y la crisis Argentina

Joe Biden y Lula da Silva.

Joe Biden y Lula da Silva.

Abel Gilbert

Luiz Inacio Lula da Silva tiene una obsesión: recuperar el protagonismo internacional de sus anteriores presidencias. La invasión rusa de Ucrania, y su intento de mediar entre los dos países, ponen a prueba sus aspiraciones, como acaba de demostrarlo la reciente cumbre del G7 en Hiroshima. Se trataba de la séptima participación de Lula en ese tipo de reuniones a las que asiste como invitado. Retornó a su país sin los objetivos que se había propuesto.

Según Ana Rosa Alves, columnista del diario carioca 'O Globo', Lula obtuvo un triunfo personal al lograr que la cumbre expresara el compromiso de las economías más prósperas del planeta de trabajar en conjunto para combatir el hambre que, sostiene la ONU, afecta a más de 830 millones de personas a nivel mundial. Su presencia en Japón ayudó a que Tokio revisara los requisitos de visado para los ciudadanos brasileños. Durante su estancia en Hiroshima, el presidente mantuvo además encuentros con nueve jefes de Gobierno, representantes de organizaciones multilaterales, y empresarios. El lustre de esas citas quedó opacado por el desencuentro con su colega de Ucrania, Volodimir Zelenski.

La sorpresiva llegada de Zelenski a la cumbre del G7 puso a Lula frente a los límites de su política mediadora en la guerra desatada por Rusia, un aliado de Brasil en el BRICS. La diplomacia brasileña aseguró que la cita con Zelenski se reprogramó en varias oportunidades hasta que quedó en la nada. Esas cancelaciones provocaron cierto fastidio en Lula. "Seguramente, tenía otro compromiso y no pudo venir", dijo el líder del Partido de los Trabajadores (PT).

Una nueva oportunidad

"Me gustaría reunirme con él y discutir el asunto", insistió no obstante sobre su propuesta pacificadora. Y si bien señaló que "Zelenski es mayor de edad" y "sabe lo que hace", Lula dejó abierta la posibilidad de conversar en breve. "Si no funcionó en esta oportunidad, funcionará en otra. Rusia y Ucrania sabrán en algún momento que es necesario negociar. Estoy dispuesto a ir a Rusia, a ir a Ucrania, a ir al fin del mundo para discutir el fin de esta guerra. Ahora no, porque ellos no quieren", añadió.

Antes de aterrizar en Japón, Lula había elevado el tono de sus opiniones sobre las dificultades para encauzar el conflicto. "El presidente Putin no toma la iniciativa de parar, Zelenski no toma la iniciativa de parar. Europa y Estados Unidos siguen contribuyendo a la continuidad de esa guerra. Tenemos que sentarlos en la mesa y decirles ‘ya basta’", había dicho al comienzo de su gira por China y Emiratos Árabes Unidos. Esas palabras no fueron del agrado de Estados Unidos. Washington tampoco había visto con buenos ojos la presencia en Brasilia del ministro de Exteriores rusoSerguei Lavrov. El presidente intentó luego volver sobre sus pasos y envió a Kiev a uno de sus principales asesores, el exministro de Exteriores, Celso Amorim.

Manos vacías

"Estuve en contacto con ciertos líderes, pero no hubo ningún paso por su parte", dijo el presidente ucraniano sobre su fallida reunión con Lula. Zelenski sí logró verse con Narendra Modi, cuyo país, la India, tiene una relación más estratégica con Moscú que Brasil. Ese encuentro reforzó una idea compartida por los principales medios de prensa brasileños: Lula se volvió con las manos vacías, al menos en lo que respecta a su principal ambición en cuestiones internacionales. "Pierde credibilidad y tiempo con esta idea de ser mediador", dijo el politólogo Leandro Consentino. "Estamos asistiendo a una nueva Guerra Fría, un conflicto que es mucho más entre Occidente y Oriente que entre Sur y Norte. Brasil está guiando sus acciones por una narrativa de principios de la década de 2000 en un momento que podría definir las relaciones internacionales del siglo XXI. Lula necesita darse cuenta de esto".

Guilherme Casarões, analista de la influyente Fundación Getúlio Vargas de San Pablo matizó la idea de fracaso: "Este episodio aislado no obstaculiza los esfuerzos brasileños de mediación colectiva".

El caso argentino

Otra situación pone a prueba durante estos días la capacidad de incidencia de Lula. Brasil teme que Argentina, su principal socio político y comercial en la región, se deslice otra vez hacia el precipicio económico. Esa preocupación fue transmitida en Japón a la principal autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. "Le pedí que comprendiera que Argentina después de la pandemia tuvo una sequía que destruyó el 25% de su producción agrícola y eso pesa mucho", dijo.

Lula abogó por "darle un tiempo a la Argentina para que se recupere" y, de esta manera, enfrentar sus compromisos. "El endeudamiento externo de muchos países, que victimizó a Brasil en el pasado y hoy destroza a Argentina, es causa de una flagrante y creciente desigualdad, y requiere un tratamiento del FMI que considere las consecuencias sociales de las políticas de ajuste".

Argentina refinanció una deuda de 47.000 millones de dólares contraída por el anterior Gobierno de derechas. Los compromisos asumidos se muestran por estos días muy difíciles de cumplir. "Espero que lo haya comprendido", dijo Lula sobre el mensaje transmitido a Georgieva y repetido al primer ministro de Alemania, Olaf Scholz.