Naftali Bennett no puede tomarse un respiro. Últimamente parece que cada semana el primer ministro israelí va a perder su Ejecutivo. Hace más de un mes que el Gabinete de Bennett gobierna en minoría pero la última crisis augura vientos electorales. La amenaza de unos quintos comicios en apenas cuatro años y un posible retorno de Benjamín Netanyahu están peligrosamente presentes en la política israelí. Mientras, en el día a día, Bennett trata de sortear las presiones de los nacionalistas judíos más acérrimos.

Cuando el pasado 19 de mayo Ghaida Rinawie Zoabi, diputada de la comunidad palestina de Israel, abandonó la coalición alegando que el Gobierno no está comprometido con mejorar las condiciones de este 21% de la población, sonaron de nuevo las alarmas. Durante unos días, la oposición acarició la mayoría. Tras dos días de reuniones a contrarreloj y llamadas suplicantes, la representante del izquierdista Meretz anunció el domingo que había revocado su decisión "bajo la enorme presión de los líderes de los consejos árabes locales, que se dirigieron a mí y comprendieron el significado de mi renuncia".

Pero la frágil estabilidad ha durado más bien poco. El pasado lunes el jefe de gabinete de Bennett anunció su renuncia, apenas 10 días después de que otro asesor de su estrecho círculo político lo abandonara. Estas cesiones asestan un duro golpe a un primer ministro en la cuerda floja a las puertas de cumplir su primer año en el poder. Muchos ya auguran que también será el último. Las polémicas que rodean al Gabinete de Bennett parten de su propia configuración, con ocho formaciones políticas de distintas ideologías unidas por su oposición a Netanyahu.

Marcha en Jerusalén

Jerusalén ha vuelto a ser el foco de disputa en el seno del Ejecutivo. La celebración de una marcha ultranacionalista judía por la Ciudad Vieja este domingo ha despertado viejos temores. Fue la edición del año pasado la que acabó de prender la mecha de los cohetes lanzados desde la Franja de Gaza. Los gritos de "muerte a los árabes" durante la marcha que celebra anualmente la captura de Israel de la Ciudad Vieja en 1967 terminaron de provocar el conflicto. Once días de guerra dejaron más de 250 muertos en el enclave y 13 en el lado israelí. 

"No deberíamos, con nuestras propias manos, causar una guerra religiosa aquí o cualquier tipo de provocaciones que puedan incendiar Oriente Próximo", ha alertado el presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset, Ram Ben Barak, a la radio Kan, tras conocerse la aprobación de la ruta de la marcha. A diferencia del año pasado, este 29 de mayo miles de ultranacionalistas judíos ondearán sus banderas por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja. Tanto Hamás como la Yihad Islámica ya han avisado de posibles consecuencias desde la Franja.

Tensión con la justicia

Además, el reciente fallo del Tribunal de Magistrados de Jerusalén ha levantado ampollas entre el Gobierno y la justicia israelís. La corte ha rescindido una orden de restricción contra tres judíos que habían orado mientras visitaban el complejo de la mezquita de Al Aqsa. La Explanada de las Mezquitas —los judíos la llaman el Monte del Templo— en Jerusalén es territorio que musulmanes y judíos consideran sagrado, pero estos últimos tienen prohibido rezar allí bajo un pacto israelí con las autoridades musulmanas. Por eso, al conocerse el fallo, líderes religiosos y políticos de Palestina y Jordania han puesto el grito en el cielo.

Por su parte, la propia oficina del primer ministro ha informado que apelará el fallo. "No hay ningún cambio, ni está previsto ningún cambio, en el status quo del Monte del Templo", ha subrayado Bennett en un comunicado. Está siendo una primavera muy tensa en la ciudad santa, con enfrentamientos violentos entre la policía israelí y los manifestantes palestinos. El asesinato de la periodista Al Jazeera, Shirin Abu Aqleh y la represión de su funeral en Jerusalén han dejado imágenes traumáticas. Han sido estos hechos los que más han tensado los finos hilos que sujetan la coalición de Bennett.

Netanyahu al acecho

Ahora, el primer ministro se prepara para una inminente visita del presidente estadounidense, Joe Biden, a finales de junio o principios de julio. La dinámica de las últimas semanas no asegura que será Bennett quién lo recibirá. El retorno de Rinawie Zoabi a la coalición ha evitado una votación prevista para este miércoles para la disolución del Parlamento. Pero Netanyahu, el primer ministro más longevo de la historia de Israel y líder de la oposición desde el pasado junio, no desiste en sus intentos de derrocar al Gobierno de Bennett.

"Dependiente de los que odian a Israel y los que apoyan el terrorismo", así ha descrito Bibi, como se le conoce en Israel, al gabinete actual, por ser el primero en más de 70 años de existencia que cuenta con miembros árabes en su seno. De momento, Bennett sigue una semana más aunque quedan lejos sus promesas de poner fin a años de caos político y estancamiento. En marzo próximo será la prueba definitiva del Ejecutivo ya que necesita una mayoría de 61 votos para aprobar las cuentas del 2023. Hasta entonces, parece que el Gobierno de Naftali Bennett apenas avanzará a trompicones.