En un barco de diez metros de largo y tres de ancho, había 84 personas. El naufragio de esta embarcación el pasado sábado ha dejado desolada a la población de Trípoli, al norte del Líbano. Siete personas han muerto, entre las cuales hay un bebé de 40 días. Más bien, son siete los cuerpos que han podido ser recuperados. Pero a las costas de esta ciudad libanesa, aún faltan por llegar al menos 39 personas, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). A medida que pasan las horas, aumentan las posibilidades de no ser encontradas con vida. O incluso, de no ser encontradas.

Líbano fue en su momento un punto de tránsito para los solicitantes de asilo de otros lugares de Oriente Próximo que partían hacia costas europeas. Hoy, la peor crisis económica de su historia moderna expulsa a su propia ciudadanía. De los 84 pasajeros de la embarcación, solo 11 eran de nacionalidad siria, siete de los cuales han muerto o están desaparecidos. El resto eran libaneses. Desbordados por la desesperación, soñaron con alcanzar un puerto seguro la noche del sábado. Pero, según afirman los supervivientes, la propia Marina libanesa quebró su barco y, con él, su oportunidad de futuro.

Polémica respuesta

Ahora el gobierno libanés ha respondido al incidente marítimo más mortal en años con una polémica medida. El Ejecutivo en una sesión de emergencia “encargó al comandante del Ejército la realización de una investigación transparente sobre las circunstancias del incidente bajo la supervisión de la autoridad judicial correspondiente”, ha afirmado el ministro de Información, Ziad Makari. Agolpados en el puerto de Trípoli, los familiares de las víctimas y los desaparecidos han mostrado su feroz descontento, ya que es a estos militares encargados de la investigación a quiénes culpan del naufragio.

Pero el relato de los militares es otro. “La maniobra hecha por el conductor de la lancha para escapar de nosotros provocó la coalición”, dijo el general Haissam Dannaoui, comandante de la armada. Según el Ejército, la embarcación tenía una capacidad máxima de 10 pasajeros. Tras el impacto, el barco con su aforo multiplicado por ocho tardó segundos en hundirse. Estos más de 80 hombres, mujeres y niños se dirigían a las costas italianas, desde donde pretendían partir hacia Alemania.

1.000 dólares por persona

Tras haber vendido gran parte de sus pertenencias para costearse este viaje, tuvieron que pagar mil dólares por persona al responsable de organizar la peligrosa travesía en una embarcación construida en 1974. Esta no es la única tragedia reciente que la pobreza ha azuzado a Trípoli, la segunda urbe del Líbano y la ciudad más pobre del Mediterráneo. A principios de año, hubo un escándalo protagonizado por jóvenes tripolitanos que buscando huir de la miseria, se resguardan al calor de las organizaciones terroristas de Irak

Además, este incidente llega en un momento político clave ya que el país se prepara para las elecciones legislativas. Dentro de tres semanas, el próximo 15 de mayo, la sociedad libanesa votará por primera vez desde el inicio de la crisis económica en el 2019, las protestas masivas de ese mismo otoño y la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020. Desde la noche del sábado, la juventud de Trípoli ha expresado su rabia y su conmoción arrancando los carteles electorales de la clase política a quien ven responsable de esta tragedia.