La fiesta de Moros y Cristianos es tan grande que debería contar con un día propio, al igual que lo tienen el Bando de la Huerta, el Entierro de la Sardina o la Romería. Así lo cree el pregonero de este año, el periodista murciano Yayo Delgado, quien anoche durante la lectura del pregón en un acto multitudinario en el Teatro Romea de Murcia aprovechó para hacer esta reivindicación asegurando que «merece un día propio en el que celebrar nuestros orígenes y en el que todos tengamos la posibilidad real de conocer y disfrutar».

El principal teatro de la capital de la Región se llenó anoche de moros y cristianos, de murcianos que dan la bienvenida al nuevo curso tras las vacaciones de verano ataviados de cascos, túnicas, zapatos de punta y banderas con cuatro castillos y siete medias lunas. El acto fue presentado por la vocal de comunicación de la Federación de Moros y Cristianos de Murcia, Natalia Serrano Roses, y fue cerrado por el presidente de la Federación, Javier Arenas, y el alcalde de Murcia, José Ballesta. Además, los asistentes disfrutaron de un pregón que estuvo amenizado por la Banda Municipal de Música de Molina de Segura y por los miembros de la Coral Discantus.

Yayo Delgado recordó sus primeros años de Moros y Cristianos, cuando el campamento se instalaba en el antiguo jardín de San Esteban, esas noches de toldos y jaimas, barras de Estrella y caras conocidas con barbas cuidadas, miradas, palmas y sonrisas. El pregonero aprovechó para hacer un repaso por cada una de las kábilas y mesnadas y echó en falta más historia de Murcia en los colegios, «más hazañas hechas cómic», por lo que sus palabras estuvieron acompañadas por la proyección de unas imágenes realizadas por el dibujante murciano Salva Espín.

El pregón dio paso a la apertura del Campamento Medieval en el que cada kábila y mesnada tienen su propio espacio en el que han cuidado hasta el último detalle. Son los propios miembros de los grupos los que durante la semana previa a las fiestas hacen todo el montaje y decoran con mimo hasta la última tela, según indican desde la Federación. Un campamento totalmente abierto al público en el que cualquier persona puede degustar manjares como la leche de camella, comer en los mesones o disfrutar de las danzas moras y cristianas.