“Una carrera de precios no puede llevar a ningún país a ninguna parte”. Enrique Fuentes Quintana, recién estrenado vicepresidente y ministro de Economía del primer gobierno de la Transición, se colaba en los salones de los españoles con un discurso televisado en julio de 1977. “Si las sufridas amas de casa vuelven desanimadas cada día del mercado y constatan con mayor precisión que cualquier índice de precios que el coste de la vida sube, es que las cosas no van bien”, dijo el economista tras sus gafas de pasta y con rostro serio. Al discurso lo delata la alusión a las mujeres, pero no hay mucho más anacronismo. Aquel verano los precios no solo subieron, se dispararon, descuadrando el funcionamiento del sistema económico. La inflación escaló hasta el 28%, la tasa más alta de la historia democrática. Ahora, con el índice de precios al consumo en el 8,4%, viene al recuerdo aquella España que despertaba de la pesadilla de la dictadura.

¿Son los dos momentos de mayor inflación en la época contemporánea en España? El catedrático de Historia Económica en la Universitat Autònoma de Barcelona Jordi Maluquer sostiene que la respuesta es sí. “La primera gran inflación comienza con la Guerra Civil y va aumentando más o menos gradualmente hasta que en 1973, con la crisis del petróleo, alcanza ya velocidad de crucero y se pone a niveles insoportables”, explica. Desde Fedea, el Doctor en Economía por la Universidad de Valencia Javier Ferri también señala que existen semejanzas entre ambos periodos, especialmente en el origen del crecimiento de los precios.

El papel de la energía

Fuentes Quintana señaló como culpable de la escalada a la crisis del petróleo. También ahora Pedro Sánchez habla del gas ruso y la guerra en Ucrania. Pero entonces, como ahora, la inflación había empezado a apuntar hacia arriba antes de que estallara la guerra de Yom Kipur y los árabes cerraran el grifo del oro negro: entre 1970 y 1973, los precios subieron en España a un ritmo superior al 9% anual.

Robert Casajuana, socio economista SLM del Grupo Andbank, sostiene que la energía es una de las principales semejanzas: “Rusia está utilizando la dependencia energética europea” como lo hicieron los países árabes en el 73. Entonces el embargo a Occidente fue una medida de presión para que dejara de apoyar a Israel en la guerra del Yom Kipur -el precio del barril de crudo se cuadruplicó-; hoy es consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. “Los efectos entonces y ahora son similares, porque con una misma demanda y una oferta menor, suben los precios. Pero aquí un matiz: Rusia, de momento, no ha cortado las transferencias de gas o de petróleo a toda Europa. Esto aún no ha ocurrido pero puede ocurrir”. Y Putin ya ha dado el aviso con Polonia y Bulgaria.

La inflación subyacente revela que la escalada de precios está empujada por el coste de la energía, algo que también sucedía en el 77. Pero hay otro factor diferencial: “EE.UU. ha hecho los deberes y ha buscado autosuficiencia energética, cosa que no ha hecho Europa”, indica Casajuana, que cree que la manera de luchar contra esa inflación “se antojaba más difícil entonces que actualmente”. Ferri explica que el caso de EE.UU. se debe a políticas “todavía mucho más expansivas que en Europa”, unida a una tasa de desempleo muy baja y una economía “que ya está funcionando al límite de su capacidad”. “Eso necesariamente tenía que hacer que aumentaran los precios incluso aunque no se hubiera producido este shock de oferta”, sostiene.

En ese ‘mal de muchos’ que consuela, lo cierto es que la inflación en España es más acusada pese a que la crisis sea global. Maluquer insiste en que “España es un país miserable en energía”.

Los factores internos

Para Maluquer, la situación ahora es, “desde un punto de vista práctico, mucho más complicada”. El historiador destaca que aquella inflación tenía un componente propio de la idiosincrasia de la joven economía democrática española. Hoy tenemos un escenario internacional marcado por una pandemia que ha deteriorado el funcionamiento del sistema económico y a la que se une la guerra de Ucrania. Ferri sitúa también al parón de la pandemia como una de las principales causas: “No ha sido fácil volver a poner en funcionamiento todo este sistema interconectado de producción”. Y en esto coincide Casajuana: la inflación de los 70, mucho más 'sui géneris', contrasta con la actual, fruto en parte de una “política fiscal expansiva de gasto público cada vez mayor”.

Rusia, de momento, no ha cortado las transferencias de gas o de petróleo a toda Europa. Esto aún no ha ocurrido pero puede ocurrir

Los bancos centrales

Otra de las diferencias que señala Casajuana es el papel de los bancos centrales. “En los años 70 eran juguetes de política monetaria del gobierno de turno en casi cualquier país del mundo y las decisiones a veces estaban tomadas contra los tecnócratas y economistas de los bancos centrales”, explica. “Hoy los bancos centrales son independientes y toman sus decisiones aunque no gusten al primer ministro de turno”. Lo sabe bien Donald Trump, que protagonizó un mandato marcado por los encontronazos con Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, a quien acusó de actuar “sin agallas, sin sentido, sin visión”.

Esos bancos centrales son los que han repetido que la inflación era transitoria o coyuntural. “Se han dado cuenta de que esa transitoriedad empieza a ser más duradera de lo esperado, con la puntilla de Ucrania”, aventura Casajuana, aunque confía en que esto haya servido para marcarse como “objetivo prioritario luchar contra esa inflación”.

El club europeo

La España de los 70 apenas salía de la autarquía. La foto que dejaba una inflación de casi el 30% tenía como marco una transición política y económica que, como suele decirse, tenía todo por hacer. “Nuestra situación en los 70 era de mayor fragilidad”, sentencia Casajuana. “Las decisiones de entonces no fueron en absoluto apropiadas, iban en contra de lo que hoy en día sabemos que debería de ser la reacción a un tipo de problemas originados por las perturbaciones que tienen que ver con la oferta agregada, con la producción”, añade Ferri.

A la escalada de los precios le siguió la temida espiral de los salarios: los sindicatos regresaban de la clandestinidad y hacían valer su fuerza para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores. El debate sigue vigente, aunque mucho más limitado. Hoy España forma parte de un club mucho mayor, la Unión Europea, que decidió responder a la crisis de 2008 con austeridad y a la de la pandemia, estimulando la economía al modelo keynesiano. Son sus decisiones las que imponen los límites a la acción del Gobierno.

Una de las principales diferencias la señala Ferri: una política monetaria muy expansiva. “El alza de precios se ha encontrado con un sustrato muy propicio para que prendiera. Es como poner una llama en un bosque que está seco, prende rápidamente”.

Fuentes Quintana respondió a la crisis del 77 con la mayor devaluación de la peseta. Y no fue la última vez que se utilizó como instrumento para corregir desequilibrios… hasta que llegó el euro. “Tenemos una moneda muy estable y, si la economía se puede mantener estable, eso es una bendición; pero si no, puede ser un problema”, indica Maluquer, que insiste en que la España del 77 “podía tomar la decisión que quisiera por equivocada que fuera y hoy hay que buscar acuerdos en una UE que está aprendiendo a funcionar y va dando pasos lentos”. Ferri añade que aunque “ahora no contamos con el instrumento de la devaluación, no nos hubiera aportado ningún margen de maniobra. La solución tiene que pasar por políticas de oferta”.

Cultura de pactos

La tensión inflacionista del 77 desembocó en unos pactos históricos, de los que el paso del tiempo tiende a endiosar, liderados por Adolfo Suárez con el concierto de todas las fuerzas políticas, empresarios y sindicatos: los Pactos de La Moncloa fueron el instrumento de la transición económica. Cuarenta y cinco años después, el Gobierno los evoca. Y no es la primera vez en esta legislatura. El “pacto de rentas” que empieza a deslizar el Ejecutivo va en la línea de aquellos lejanos acuerdos, pero la distancia entre aquella política y la actual coyuntura se antoja mucho más abismal.

“Los políticos se han profesionalizado, estamos muy dogmatizados; con todos los errores que tuvieron, los políticos de los 70 eran todo corazón”

“No sé si a nivel técnico, pero desde luego a nivel político cuesta imaginarlo”, dice Maluquer, que pone en valor el papel de Suárez, pero también de Santiago Carrillo, que empujó a los sindicatos. Para el historiador, es imprescindible un pacto de rentas, pero este tendrá que hacerse en toda Europa. “Fue una manera de ilustrar que, en un país con dificultades, llegan los estadistas y gente de todo tipo de color político pueden ponerse de acuerdo”, indica Casajuana. Aunque insiste en que lo suyo es la economía y no la política, sí se aventura a señalar que “ve muy difícil” un pacto hoy: “Los políticos se han profesionalizado, estamos muy dogmatizados; con todos los errores que tuvieron, los políticos de los 70 eran todo corazón”.

De los Pactos de la Moncloa derivó una campaña, la del ‘precio estable’, que llenó escaparates de etiquetas con el distintivo. Se lo ganaban aquellos productos que mantuvieran su precio inalterado durante cinco meses. La publicidad que puso en marcha el gobierno de Suárez fue cuando menos sugerente: “Precio estable quiere decir esfuerzo común. Quieres decir que los españoles queremos estabilizar muchas cosas. Los precios. Y con los precios, la economía. Y con la economía, la democracia”.