Pasando la Cadena

Por la puerta de atrás

José Luis Ortín. | L. O.

José Luis Ortín. | L. O. / l.o.

José Luis Ortín

Penoso, pero inevitable, salvo esperpento mayor. Que el presidente más laureado del Barça, Laporta, y su técnico y exfutbolista nacional más emblemático, Xavi, se puedan marchar por la gatera refleja el calamitoso estado actual de una institución deportiva que caricaturiza su demagogo eslogan de ser más que un club.

«Y más a más», que diría un castizo catalán, enredados entre ellos en privado por desconfianza mutua y, de cara a la galería, por sus imprudentes poses y lenguas. De la dimisión en diferido al te lo aguanto porque eres tú, o al me voy, pero me quedo; y del pueril abrazo emocionado en la ratificación al no te cojo el teléfono dos semanas más tarde por ser sincero: «no podemos competir contra el Madrid ni contra los grandes de Europa». Caer por la verdad es el penúltimo eslabón de esta cadena de despropósitos. Veremos cuan de sorprendente será el último.

Y todo empezó con una mentira y un trampantojo hace ya tres años. Esto es, el embuste clamoroso, o vergonzoso simple cambio de opinión por interés personal, puesto ahora de moda en España, asegurando que él -Laporta- era el único que garantizaba la continuidad de Messi; y la pancarta frente al Bernabéu con aquel provocador «deseando volver a veros». Tiempo que ha dado para hacer el ridículo en Europa dos años consecutivos y ganar una meritoria liga, sin embargo, y para volver enseguida a los temblores del agobio por falta de proyecto deportivo, económico y de credibilidad en quienes debían ser los principales baluartes del Barça; su presidente y su entrenador.

Porque, como donde no hay harina todo es mohína, surge otro asunto tenebroso que recuerda al malhadado caso Negreira. Resulta que se ha descubierto una cuenta bancaria de numerosos directivos del Barça, donde deberían cargarse los gastos de los millonarios avales que les permitieron acceder al poder blaugrana, en el que proveedores habituales del club han ingresado elevadas cantidades de dinero para hacer frente a esos y otros pagos diversos, eximiendo así a dichos directivos de hacerse cargo de sus obligaciones. Es decir que, salvo explicaciones coherentes y sólidas, estaríamos ante un caso flagrante de cobros de mordidas a diversas empresas interesadas en llevarse bien con el club, para beneficio particular de directivos. ¿Cómo se llama a eso? ¿Esta presunta desvergüenza es producto, también, del socorrido madridismo sociológico? ¿Dónde están los teóricos dueños del club? ¿Tragarán los socios, si se confirmara tal irregularidad, con este nuevo desmán? ¿Dónde está el potente supuesto entorno? ¿Hasta cuánta ignominia puede soportar el Barça y lo que representa?

Hay quien apunta que el desaire a Xavi es humo para camuflar el reseñado escándalo, que por sí mismo podría implicar no ya una salida por la puerta de atrás de Laporta y sus cuates, sino en furgón policial hacia el juzgado de guardia más cercano. Y puede que, efectivamente, se hayan juntado el hambre y las ganas de comer.

Así, con medio equipo en el escaparate de ventas por la penuria económica -los más valiosos-, con el técnico más fuera que dentro, como ya anticipamos recién renovada la confianza de Laporta en él, señalando que tal culebrón no había terminado; y con Laporta y su directiva en el alambre por lo que pudiera pasar, el Barça es un grande cuando menos en entredicho. ¿Puede ir a peor? Pues si miramos lo que ocurrió tras la tormenta Bartomeu, puede que lo que deje Laporta sea un tsunami de proporciones bíblicas. Es el momento, ahora, de que el barcelonismo de quienes puedan los eche hacia adelante y eviten una debacle con final impredecible, pero demasiada negra para dejar el cuerpo muerto. Ahora, y no luego, es el momento de los verdaderos culés. Todo lo demás sería fanfarria y victimismos sonrojantes.

En el argot popular, al enseñar a alguien la puerta de salida, se suele recurrir a un exitoso cartel taurino de los años sesenta y setenta del siglo pasado: «Puerta, Camino y Mondeño». Tal vez ahora, si nos permiten el desahogo desenfadado los blaugranas, cabría remedarlo con: «Puerta, Laporta y Xavi». Porque siguiendo con la lógica taurina, todo se puede arreglar «haciéndole al toro las cosas bien». Y este morlaco que se le avecina al Barça es tan cornalón y avieso como altivo y pregonao. Por la puerta de atrás, todo es más oscuro.

Lástima de Masía y afición. Qué buenos jugadores y aficionados si hubieran buenos señores. ¿Quiénes y cuándo asomarán? Ojalá sea pronto.

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