Pasando la Cadena

Otra vez el carro por las piedras

José Luis Ortín

De nuevo los arbitrajes desbancarán al fútbol. Y van… Resulta cansino volver al pito y dejar el balón de lado. Porque el sábado en Mestalla hubo mucho fútbol, incluidos los naturales fallos, con dos equipos luciendo sus capacidades en cada tiempo.

El Valencia de Baraja hizo una primera mitad estupenda, dejando tocar al Madrid en medio y presionando alto a su defensa cuando la sacaban desde atrás tocando. Y el Madrid salió en la segunda enchufado por el gol postrero de Vinicius antes del descanso, convencidos de que podían remontar el partido. Ches y merengues se miraron en sus respectivos espejos de esta temporada. Garra, rigor táctico y juventud frente a calidad, fe y ganas. Empate justo, aunque pudo ganar cualquiera, con final escandaloso.

Porque había un tercer protagonista: Gil Manzano, que tuvo su día tonto. Sobrado, pitó de lejos, demasiado tranquilo, con la suerte de que el VAR le corrigiera un penalti que no pudo apreciar bien por arbitrar a distancia y sin las diagonales que deben trazar los árbitros hacia los lados donde no tienen al juez de línea de apoyo cercano. Y el colmo fue, por pura parsimonia, no pitar el final del encuentro cuando la defensa valencianista despejó el último saque de esquina blanco. Aunque hizo lo mismo al Valencia en el primer tiempo, ese era el momento, si les había advertido a los jugadores que era la última jugada, aunque esto también es discutible, y no cuando Brahim condujo el balón unos metros para ponerlo de nuevo al área. Al recibir el rechace del contrario debió señalar Gil Manzano el final, alto y claro, señalando hacia el túnel de vestuarios y con los tres pitidos de rigor, en lugar de quedarse mirando al futbolista de Madrid hasta que centró. En ese instante, siguiendo la jugada con la vista, pitó tímidamente con el balón en el aire a pocos metros de la cabeza de Bellingham. Un gol que podría valer una liga. Con el empate sigue abierta, aunque los de Ancelotti tienen clara ventaja.

Decíamos que hay árbitros buenos, malos y regulares. Y que hasta los mejores se equivocan. Pero la indolencia de Gil Manzano, revestida de aparente calma en un partido de alta tensión, propició otro esperpento arbitral. Y aquí tampoco hay campañas ni manos negras antimadridistas que valgan. De haberlas, hubiera anulado el segundo gol de Vinicius en lugar de darlo y esperar a que el VAR ratificara su apreciación y el de su auxiliar de banda— no fue fuera de juego por centímetros—. Simplemente, que un buen árbitro en general, tuvo un mal día. Y pasará a la historia como Guruceta en su momento, en sentido contrario.

Y eso traerá consecuencias tan tontas como su decisión final. La primera, olvidar los fallos groseros de los jugadores morados en los dos primeros goles blanquinegros; se hablará del suyo durante toda la semana y más. La segunda, dar argumentos a los bufanderos de la TV del Real Madrid para seguir con su campaña de acoso a los árbitros. La tercera, que no se comentará el extraño empeño de Ancelotti de insistir con el actual Rodrygo relegando a Brahim, ni su vieja manía de colocar a Kroos de mediocentro, cuando ni lo es ni le gusta jugar ahí, retrasando a Tchouameni, aparte de su reiterada apuesta por Mendy, que deja a su equipo sin ala izquierda atacante, con Vinicius por dentro, y con Fran García calentando banquillo. En cuando salió el canterano, el Madrid rompió la hasta ese momento robusta defensa che, con Foulquier notable. Y la cuarta, que no se valore como es debido el excelente trabajo de Baraja en un Valencia desamparado por su dueño a distancia. El técnico valencianista mejora a sus veteranos y proyecta a jóvenes hechos en Paterna poniéndoles en el escaparate del mejor fútbol nacional. Su equipo luce una personalidad impropia de jugadores antes grisáceos y de otros poco experimentados.

Volviendo al arbitraje, reiteramos que los llantos de los grandes divierten a los modestos, hartos de que secularmente se les perjudique frente a aquellos. Distinto es la comparativa entre blancos y blaugranas, con el lejano Plaza y el cercano Negreira en la memoria. Aquel es historia y este un trincón desvergonzado. Lo inexplicable es que algunos de su escuela sigan mandando y echen a menudo el carro arbitral por las piedras.

Quien debería cumplir tres partidos o más de sanción es Gil Manzano, no el goleador Bellingham.