Carrera de la Mujer

Mucho que celebrar

El viento no frena la lucha por la igualdad en una IX edición de la carrera de la mujer en la que participan 5.000 corredoras 

Javier Vera

Javier Vera

Dice mucho de la implicación de la sociedad murciana en eventos por la igualdad como la Carrera de la Mujer que ni siquiera las inclemencias meteorológicas sean capaces de arruinar una fiesta como la que se lleva viviendo en el centro de la capital del Segura cada mes de marzo durante casi una década. Porque si hace dos años era la lluvia la que fracasó en su amenaza de hacer bajar la participación de la prueba deportiva, ayer fue el viento el que podría haber tentado a alguna corredora a quedarse en casa. Pero las mujeres murcianas tienen muy claro que la lucha por la igualdad requiere de implicación, y por ello las más de 4.000 inscritas a la carrera se dieron cita en el centro de Murcia para correr, andar y, sobre todo, celebrar.

 Las camisetas azules fueron poco a poco moteando los alrededores de la Glorieta de Murcia poco antes de las 9 de la mañana. Con más de una hora por delante para el pistoletazo de salida, el ambiente ya comenzaba a animarse para ir dejando paso a la celebración y algún que otro manojo de nervios. Madres, hijas, hermanas, abuelas y amigas se reunían en torno a la gran fiesta deportiva de la igualdad en Murcia, y lo hacían con el orgullo de formar parte de un evento que, no por celebrarse año tras año deja de ser especial. Nadie se lo quiere perder, ni las participantes ni sus acompañantes, quienes tanto para dar ánimos como para simplemente estar presentes iban ocupando los márgenes del recorrido para ofrecer ese aliento que tanto necesitan y agradecen aquellos que alguna vez han participado en una carrera.

La música hacía acto de presencia para terminar de animar a quienes iban llegando al lugar de salida. Risas y algún que otro baile para calentar las piernas de aquella manera y empezar a coger posición. Las corredoras profesionales prácticamente tenían un hueco garantizado en primera línea, así lo buscaban y así lo entendió la gran mayoría de las participantes, sabedoras de que su papel esa mañana no se centraba en la mera competición, sino en la defensa de unos ideales que nunca deberían ser cuestionados.

En sus marcas, a las diez en punto una lluvia de confeti daba por iniciada una novena edición de la Carrera de la Mujer que ha sido capaz de emocionar en sus primeros compases, pues las imágenes de amigas iniciando la marcha cogidas de la mano, o de carricoches empujados por orgullosas madres se repetían allá donde mirases. Una vez despejado el tramo de la salida, comenzaba una cuenta atrás de aproximadamente 15 minutos en los que la organización lleva a cabo la preparación de ese recibimiento con honores a la ganadora, ajena ella de lo que le espera en meta, y ajena parte de la organización, al menos en ese momento, de cómo se disfruta su carrera a lo largo del recorrido.

Porque cada una de las calles por las que atraviesa la Carrera de la Mujer se convierte en una fiesta donde participantes, acompañantes y espectadores se sienten cómplices de una celebración a caballo entre lo individual y lo colectivo. La llegada a meta, ambiciones competitivas aparte, no es sino el impulso para cerrar como se merece una jornada tan especial. Tras el merecido avituallamiento, alguna que otro foto de recuerdo y (de ser necesario) tratamiento fisioterapéutico para evitar algún susto muscular, los altavoces vuelven a retumbar en la Glorieta para dejar paso a las monitoras del gimnasio Enjoy y su contagioso ritmo en una clase de zumba que ya se ha convertido en todo un clásico en estas carreras de la mujer. Quedan aún fuerzas para bailar al son de canciones marcadas por ritmos latinos, justo antes de dar paso a una ceremonia de entrega de trofeos en la que, aunque solo unas pocas se suben al escenario, todas las allí presentes se sienten auténticas vencedoras.

Porque han demostrado una vez más que no tienen ningún miedo a reclamar lo que alguna vez se le ha negado injustamente. Porque solas son capaces de hacer ruido, pero juntas no se las puede silenciar. Y porque saben que la razón está de su parte, frente a aquellos que alejados de sumar se empeñan en hacer más grandes nuestras diferencias.

Las calles vuelven a la normalidad y esas camisetas azules se van disipando, a la espera de volver a reunirse el año que viene para gritarle al mundo que están y son, y que por todas aquellas que ya no, merece la pena seguir en la lucha. Desde puestos de poder, en el hogar o en la calle, haciendo de la Carrera de la Mujer un evento del que sentirse orgulloso.