Barraca y tangana

Las dos de la madrugada

Enrique Ballester

El Lugo anunció la destitución del entrenador un sábado a las dos de la madrugada. Buena hora, las dos de la madrugada: la hora de las decisiones acertadas. Mis felicitaciones al Lugo. Nunca nadie tomó una decisión equivocada un sábado a las dos de la madrugada. Nunca nadie se arrepintió al día siguiente de algo que dijo o hizo un sábado a las dos de la madrugada. Nunca nadie tuvo la percepción de la realidad algo desviada un sábado a las dos de la madrugada. Todos mostramos siempre nuestra cara más cabal un sábado a las dos de la madrugada. Lo notas en el ambiente: máxima concentración y mesura siempre en todos los cerebros cada sábado a las dos de la madrugada.

Ya lo dice el refrán, además: no dejes para mañana lo que puedas hacer ahora a las dos de la madrugada. Siempre sale bien, de verdad. Siempre funciona.

Es lo mejor hacer lo que se te ocurre los sábados a las dos de la madrugada. Las ideas brillantes asoman por las mejores mentes justo a esa hora. Lo de añadir ruedas a las maletas, lo de mover a Messi de la banda derecha al centro y lo de instalar espejos en los ascensores surgió un sábado cualquiera a las dos de la madrugada. También la norma de la cesión al portero, los Fantasmikos y el vendaje en la mano de Benzema. Resumiendo, los grandes avances de nuestra época.

Seguro que el primer entrenador que se puso una gorra tuvo la idea original a las dos de la madrugada. He visto una foto de Cesc Fàbregas con una gorra. Llevaba unas semanas entrenando al Como, de la Segunda División italiana, pero ha tenido que dejarlo para estudiar. Resulta que para ser el entrenador oficial del equipo debe sacarse los títulos necesarios. Me gusta pensar que lo de ponerse la gorra fue un intento de solución a la desesperada. La gorra de entrenador, muy buena jugada. Me gusta pensar que te convalidan asignaturas si sabes ponerte la gorra.

Mi hijo Teo se despierta como un reloj a las dos de la madrugada. En parte, ya no salgo por las noches (y renuncio a un montón de grandes ideas) porque tengo que acudir a su llamada. Normalmente sus necesidades son bastante obvias. Si tiene sed grita «papá, agua». Si tiene frío primero grita «papá, ven» y luego dice «tápame». Por lo visto, lo de coger la botella de agua que tiene a un palmo, sobre la mesilla, no entra en sus opciones vitales. Tampoco lo de taparse por sí solo. Nos ha salido un poco exquisito el niño y al principio me quejaba, pero ya me he rendido. Le he cogido hasta cariño a la experiencia esclava de las dos de la madrugada.

De hecho, hace poco me sorprendió durante el auxilio rutinario de las dos de la madrugada. Mientras bebía agua, y aún medio dormido, Teo frenó un segundo y me preguntó: «¿Cómo ha quedado el partido?». Yo no sabía muy bien de qué me estaba hablando, si de la Liga o de la Champions, hasta que añadió «el partido del Mini Football», que es un juego del móvil al que estoy oficialmente enganchado, y me había visto jugar mientras se quedaba dormido y yo esperaba. Le dije que había ganado, terminó de beber, lo tapé y regresé contento a la cama. Me acosté en paz porque deduje que Teo vive feliz si esas son las preocupaciones que asaltan su mente a las dos de la madrugada.

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