Como perros y gatos

Del Real Murcia de los jamones al Real Murcia de los ferraris

Felipe Moreno y Gustavo Munúa

Felipe Moreno y Gustavo Munúa

Ángela Moreno

Ángela Moreno

Hace ya quince días de la destitución de Gustavo Munúa como entrenador del Real Murcia y no he visto a nadie echarse las manos a la cabeza. Tampoco a los que se indignaron cuando en la última Junta de Accionistas Felipe Moreno desvelaba que Agustín Ramos se había gastado 3.800 euros en 60 jamones. Nadie, en estos días, ha gritado ‘Felipe, vete ya’. Ni el propio Felipe Moreno ha presentado su dimisión, dando ejemplo y demostrando que él no es igual que el expresidente.

¿Y por qué tendría que dimitir Felipe Moreno? ¿Y por qué tendrían que saltar los indignados con Agustín Ramos? ¿Y qué tienen que ver los jamones de Ramos con el despido de Munúa? Claro que tiene que ver, cómo no va a tener que ver. Si hay que ajusticiar al expresidente porque se gastó 3.800 euros en jamones, no entiendo que se pueda ir de rositas Felipe Moreno después de gastarse 200.000 euros en el despido de Munúa.

«Menos mal que fueron jamones y no Rolex», dijo delante de los accionistas Felipe Moreno; ‘pues menos mal que fichaste a Munúa y no fichaste a Guardiola’, podría replicarle Agustín Ramos en la próxima Junta.

Porque Felipe Moreno, que tanto sabe de fútbol, al que tanto han elevado en Murcia sus palmeros, fichó a Gustavo Munúa. Y Felipe Moreno, que tanta experiencia tiene, que tantos años ha estado en Primera División, no tuvo otra ocurrencia que firmar al uruguayo un contrato de dos años.

Un contrato de dos años en Primera RFEF y para un entrenador que a finales de junio estaba totalmente en el paro y con ninguna oferta en el mercado. Pero Felipe Moreno, que se indigna por unos ‘jamones’ de 63 euros cada uno, no se indignó cuando puso su firma junto a la de Munúa en un contrato de larga duración por el que el ya ex técnico se embolsaría alrededor de 125.000 euros por temporada.

Tengo ganas de que se celebre la próxima Junta de Accionistas para escuchar el monólogo final de Felipe Moreno. Tengo ganas de escucharle dar explicaciones del contrato de Munúa. Tengo ganas de saber con qué lo compara. Porque si comparó los jamones de 3.800 euros con Rolex, ¿qué dirá ahora? ¿Comparará el contrato de Munúa con un Ferrari? ¿Le aplaudirán la gracia entonces sus palmeros? ¿Le nominarán a empresario del año?

Porque investigando por ahí, el Rolex más barato, por si están interesados en darse un capricho por Navidad, cuesta 5.800 euros, un precio más elevado que los 3.800 que costaron los jamones de Ramos. En cambio, con los 200.000 euros que Felipe Moreno ha tirado a la basura por su capricho de regalar dos temporadas a Gustavo Munúa, el cordobés podría haber quedado como el rey de la fiesta motivando esta Navidad a sus jugadores con un Rolex para cada uno. Incluso si sobra alguno y nadie lo quiere, siempre habrá algún periodista interesado.

Pero en el caso de que a Felipe Moreno se le olvide hacer ante su público alguna referencia a lo que le ha costado despedir a Munúa, no se preocupen, siempre nos quedará esperar al próximo verano para que Higinio Pérez nos deleite en su Informe de Gestión con un nuevo ejercicio de transparencia. ¿O lo de la transparencia solo es para la gestión de los anteriores?

¿Por qué tardó en echarlo?

Por cierto, si los aficionados del Real Murcia tuvieron que tragarse a Gustavo Munúa hasta once jornadas ligueras y una eliminación de la Copa del Rey, que nadie se crea que fue por la confianza de Felipe Moreno en el uruguayo o por el cuento ese de que el cordobés nunca despide entrenadores. Y tampoco se crean que es que el máximo responsable del Real Murcia no sabía la que estaba liando el ya ex técnico o que a su mesa no le habían llegado los informes negativos del exalbinegro. Porque si alguien se lo cree, ya le digo yo que está dejándose engañar o manipular.

Si Munúa aguantó hasta noviembre es solo porque Felipe Moreno no podía pensar en tener que pagar los 200.000 euros que le iba a costar el despido, que Felipe Moreno es muy generoso para firmar, pero muy tacaño para pagar.