RUGBY | MUNDIAL 2023

Mundial de rugby (Final) | Sudáfrica-Nueva Zelanda: ¿Papá o mamá?

Springboks y All Blacks se enfrentan en la final del Mundial, en la desempatarán a títulos porque los dos tienen tres títulos

Los bokkes apuestan por la 'Bomb Squad' con siete delanteros en el banquillo

Los kiwis sacan su XV de gala, pero también tienen munición entre los suplentes para soportar el desgaste

Suráfrica y Nueva Zelanda se enfrentarán en la final del mundial de rugby.

Suráfrica y Nueva Zelanda se enfrentarán en la final del mundial de rugby. / EFE

Fermín de la Calle

Sudáfrica y Nueva Zelanda, alfa y omega del rugby mundial, se enfrentan este sábado en la final de las finales. La batalla que dictaminará quién gana la guerra (el Mundial), y quién alcanza los cuatro títulos en solitario. ¿Papá o mamá?

Dos estilos y la 'Bomb Squad'

Más allá de ser un partido de rugby es un duelo de estilos. Prosa o poesía, músculo o neurona, invasión o evasión. De un lado la Sudáfrica más pétrea y veterana de la historia. Diez jugadores repetirán final, después de ganar la de 2019, pero la noticia no está en los titulares. Nunca antes un banquillo se entendió como una declaración de guerra tan evidente como esta. Porque los siete delanteros que Sudáfrica embosca como suplentes definen explícitamente el partido que van a proponer. No hay plan B, porque el plan B son dos tazas de plan A. Delantera, delantera y delantera.

La temida ‘Bomb Squad’ afilará sus tacos a la espera de que Nienaber y Erasmus toquen a rebato. Allí esperan su turno el incontenible Ox Nché, desequilibrante en la semifinal ante Inglaterra, el inabarcable Snyman y el versátil Kwaga Smith. Ese 7+1 (delanteros/tres cuartos) en el banquillo significa que el partido va a jugarse delante los 80 minutos y la idea de los bokkes es esconderle la pelota a Nueva Zelanda. Hacen bien porque si algo han exhibido los All Blacks en el Mundial es su capacidad quirúrgica para sumar puntos cada vez que pisan la 22 rival. Son la selección que más puntos ha metido (325 por 196 de Sudáfrica), más ensayos (48 por 27), más veces ha roto la defensa rival (81 veces por 34) y más pases tras contacto ha dado (53 por 31). Un tsunami ofensivo capaz de acelerar cada balón o llevar la ventaja al punto del campo que les interesa. Y toda a la velocidad de la luz. Nadie piensa mejor que los All Blacks y nadie ejecuta más rápido que ellos. Fiabilidad absoluta.

Ante eso la receta sudafricana es la más coherente: una intensidad inhumana. El mismo patrón de juego que les ha llevado a dominar el rugby mundial, ser vigentes campeones y dejar por el camino en este Mundial a Inglaterra, a Francia, y someter a Irlanda delante, algo que no tradujeron en victoria por el mal pie de Libbok, quien ha pasado de titular indiscutible a ver la final en la grada. Será Handré Pollard, que empezó el Mundial en su granja esquilando ovejas, el 10 que dirigirá la orquesta bokke en la final. Y junto a él estará en la bisagra Faf de Klerk, cuyo liderazgo será decisivo en la batalla mental contra los kiwis. El 9 es capaz de cambiar el ánimo de sus compañeros y es quien “dará de comer a los gordos”. Faf alimentará la caldera y tensará las vértebras de su delantera para descoser a los oceánicos. En el bando neozelandés, que sale con su XV de gala, De Groot mandará abajo en las mellés, Retallick arriba en las touchs con Scott Barrett haciendo el trabajo sucio y Ardie Savea coronará una fiable tercera con Cane y Frizzell.

Telea escapa de varios defensores argentinos en la semifinal del mundial de rugby.

Telea escapa de varios defensores argentinos en la semifinal del mundial de rugby. / WORLD RUGBY

Infantería bokke, caballería kiwi

En el rugby, como en todos los deportes, el mejor balón es siempre el recuperado. El que pilla al rival atacando, con la defensa descolocada y espacio para hacer daño. Por eso Sudáfrica no regalará ni una pelota, más aún cuando se puso de manifiesto en la semifinal que sus alas, Kolbe y Arendse son letales pie a tierra (así tumbaron a Francia), pero sufren con la pelota en el aire (así los desactivó Inglaterra). Se suma a eso que los kiwis, con Will ‘Air’ Jordan y Telea en las bandas, dominan como pocos el espacio aéreo. La infantería sudafricana es dominante, pero la caballería y la aviación neozelandesa son superiores. Por eso en este partido la posesión será más importante que la territorialidad. Se trata de conservar la bola en delantera lo máximo posible. Defenderse con balón. La última vez que se cruzaron, en la semifinal de 2015, los bokkes ya propusieron este mismo partido tratando de asfixiar a los All Blacks. Sin embargo, los cinco golpes de Pollard y otro más de Lambie fueron insuficientes para derrotar a los kiwis (18-20), que posaron dos ensayos (uno de Beauden) y se metieron en la final, donde vencieron a Australia con solvencia.

Se trata, por tanto, de un partido de dimensiones colosales entre la selección más física de la historia, esta Sudáfrica de Etzebeth, Kolisi, Du Toit, Monster, Mbonambi, Vermeullen, Snyman o Malherbe, y una Nueva Zelanda en la que aún ejercen algunos de los mejores jugadores de la historia de los All Blacks como Beauden Barrett, Aaron Smith, Sam Whitelock o Dan Coles. Será además la despedida de una generación que lleva años dominando el rugby mundial, porque al final del partido muchos colgarán la camiseta de su selección. Precisamente por eso es la final que el rugby merece para sellar este cambio de era. Aún hoy no está claro si el rugby es un deporte de contacto o de evasión. En Sudáfrica defienden lo primero. En Nueva Zelanda, lo segundo. Son dos formas de entender el rugby, pero también de vivir la vida.