Fútbol femenino

Nazaret Segura, exjugadora del Alhama Elpozo: "Randri García disfruta dejándonos en ridículo"

Asegura que el entrenador le "destruyó y destrozó por completo"

Nazaret Segura, en su etapa en el Alhama. | EPE

Nazaret Segura, en su etapa en el Alhama. | EPE / laia bonals

Laia Bonals

«Ya no tengo nada que perder, ya me destruyó. Me destrozó por completo», confiesa Nazaret Segura a través del teléfono. Le tiembla la voz. Recordar aquellos seis meses que estuvo en el Alhama ElPozo se le atragantan. Fueron muy duros. «Yo era ignorante, yo no sabía que estar en ese club iba a ser así. Si no me hubiera quedado donde estaba. A mí desde el primer momento me dejó las cosas claras. Me dijo: ‘Estás pasada de peso y tienes que ponerte fuerte. No vas a jugar’. Eso lo vi bien en el momento y tenía que ganarme el puesto. Otra cosa es que tú estás entrenando y te diga: ‘no conduzcas que te vas a caer’, gritando y delante de todas. Te grita delante de la gente, te insulta en el campo. Y tú estás en el banquillo y piensas: ‘es que no quiero salir’. Entramos con miedo», asegura en conversación con este diario sobre lo vivido en un equipo donde cinco futbolistas han denunciado trato vejatorio.

Gritos durante los partidos

Las situaciones que padeció durante esas semanas perdurarán en ella toda la vida. Todo empezaba en el vestuario: antes de los entrenamientos, en la media parte de los partidos o después de los encuentros. «Los lunes después de un partido donde él quería una cosa que no había salido, íbamos todas con miedo. Llegaba el lunes y nos daba una charla que un poco más y nos echa a todas. Nos decía: ‘esto es mío, yo no me voy a ir, esto téngalo claro. Las que se van a ir son ustedes’», recuerda.

«Durante los partidos también te gritaba muchísimo. Una vez estábamos jugando contra el Castellón, y me acuerdo de que estaba conduciendo el balón y me empezó a gritar un montón. Solté el balón y le contesté llorando: ‘¿Me vas a dejar en paz? Juega tú, así sabes lo que es’», explica la exfutbolista del Alhama ElPozo, penúltimo clasificado de la Liga F, en puestos de descenso a la segunda categoría.

Dentro del club, Randri García es intocable. «Entre nosotras hacíamos piña, pero claro el club es de él y de su padre. A él le da igual echar a las once, y te lo dice: ‘que me da igual, que eres substituible’. Tú tienes que trabajar para él. Tienes que ser como si fueras un robot: hacer esto y aquello, y ya está. Y aunque tú tengas otra opinión, es igual. Él no acepta eso. Te habla chulo, con prepotencia. Yo le contestaba con educación. No soy tan maleducada como él», cuenta haciendo parones para calmarse.

Revivir aquellos momentos son complicados. Se sintió anulada, insultada. «Su forma de hacer es faltar el respeto a las mujeres. Disfruta dejando en ridículo a las jugadoras. Y lo hace como si fuera normal. Él no va a decir que tiene un fallo porque no. Él es el que manda. Es de una prepotencia...», explica la jugadora en relación a lo sufrido el Alhama.

Las faltas de respeto e insultos relacionados con su cuerpo eran recurrentes. Cada 15 días se les hacían pruebas de peso y los gritos proliferaban después de tener los resultados. «Nos decía: ‘No me puedo creer que en todo lo que llevo en el fútbol estén todas gordas’. Se ponía así. Yo tenía una menorrea después del confinamiento que flipas. Me sangraba el recto y todo del estrés que tenía encima de no haber hecho deporte durante el año», confiesa sobre las situaciones de terror padecidas.

«Tenía miedo, me ponía a llorar. Me iba a entrenar por la tarde al polideportivo y me ponía a llorar sola. Estaba opositando y pagué las oposiciones y no podía ir porque necesitaba desahogarme. No soy de contar las cosas que me pasan y cuando quedaba con mis compañeras no lo hablaba. Me desahogaba sola e intentaba entrenar por mi cuenta. No aguanté. Otra cosa hubiera sido que hubiera algún superior que pudiera hacer algo o ir a un psicólogo. Pero en su momento no había y decidí irme a mi casa. Intenté jugar de nuevo, pero ya lloraba cada vez que pisaba el campo», recuerda.

«Un club privado»

En Navidades se plantó. No podía más y comunicó al club que se marcaba. «Te ponen entre la espada y la pared. Es maltrato psicológico. Lo que más rabia me da es que yo en esos momentos aguantaba, pero al irme a mi casa me sentí mal porque él había conseguido lo que quería. Es acoso laboral y esto tampoco se puede permitir. Él debería estar castigado. Pero claro, es él. ¿Cómo lo van a apartar? Es como si hago un club privado. Tendría que tener un castigo por todo lo que ha hecho», demanda Segura.

Ella ya ha alzado la voz, ha denunciado públicamente al que fue su entrenador, Randri García, y ahora espera que sus compañeras hagan lo mismo. «Al final el tiempo te da voz. Que lo sepa todo el mundo lo que hace».