Pasando la Cadena

Pillos, cómplices, gilipollas y golfantes en La Liga

José Luis Ortín.

José Luis Ortín. / José Luis Ortín

José Luis Ortín

Agarrados a la brocha hemos quedado muchos aficionados al quitarnos la escalera de la honradez unos sinvergüenzas. Porque hay que tener muy poca para pagar a un dirigente arbitral durante veinte años por unos supuestos informes. Sin contrato ni fin honesto. Sin rubor ni justificación. Sin asomo de deportividad ni escrúpulos. Sin honradez ni vergüenza, en definitiva. Y con dinero ajeno, además.

Y queriendo pintar recuerdos y anhelos, ahí seguimos, en el aire, quienes alguna vez nos emocionamos con este fútbol nuestro. Seguramente, los encargados de organizar y dirigir una competición como la liga española no han calibrado aún el inmenso daño que el asunto Negreira con el Barça ha hecho al fútbol español, lo cual dice muy poco tanto de su liderazgo competitivo como de su catadura personal. Es una bomba atómica de efectos retardados en el colectivo millonario de la afición. ¿Quién va a valorar ya el mérito de ganar una Liga? Si antes se tenía asumido por simple cuestión humana que ante la duda los grandes eran normalmente favorecidos, ahora aparecerán las orejas negras de la corrupción tras cada éxito suyo. No solo los del Barça, cuya credibilidad está en el fango, sino también los del Madrid por meros vasos comunicantes. Lo reciente de Gil Marín es sintomático.

Una sanción ejemplar sería el único antídoto contra este envenenamiento masivo. Porque esos bochornosos pagos no han sido solo producto del demencial comportamiento de un loco, sino de la antideportiva gestión de cuatro presidentes sucesivos. Con el agravante de que uno de ellos, el más significado por casi cuadriplicar la mordida, Laporta, ostente ahora la presidencia blaugrana echando balones fuera ante tamaña indignidad. ¡Qué jeta!

Da igual que el Barça gane en Almería y se vaya a diez puntos del Madrid. O que el sábado los blancos se dejaran media liga en su estadio, con polémica arbitral incluida. Otra más. Igual que si hubiese sido al revés y el expulsado ñoñamente hubiera sido merengue. Tanto da. Los favores imaginarios vuelan de Madrid a Barcelona o de la ciudad condal a la capital de España. Todo bajo sospecha. ¿Y qué hacen la Federación y la LFP? Aparte de nada, enarbolar esa inútil Ley deportiva que hace prescribir los delitos muy graves a los tres años. ¿Y el humillado colectivo arbitral? Llamativamente, escandalizarse porque un árbitro, ¡uno solo!, haya demandado a los Negreira. Vergüenza sobre vergüenza y más desvergüenza. ¿Y el Consejo Superior de Deportes? Pues menos aún. Con Cataluña ha topado este Gobierno. Bochornoso. Solo nos queda, como decíamos, que actúen la justicia ordinaria española -largo me lo fiais-, o la UEFA y FIFA. O sueltan un leñazo importante o se habrá desacreditado el fútbol español. Y tal vez no solo en España. Los hechos y el tiempo dirán cuánto y hasta cuándo.

Mientras, por agarrarnos a algo, el sábado surgió hacia el cielo de Madrid un juvenil grandullón para alegrar la esperanza de los aficionados blancos. Un espigado español, nacido en Palamós, con vocación charrúa por hijo de uruguayo. Álvaro Rodríguez, se llama, y está promocionado a los pechos de Raúl en el Castilla. Dos apariciones fulgurantes en la sospechosa Liga para llamar entrar en el vestuario madridista. Pero, ¿podremos celebrar algo suyo los aficionados en la humillada liga española, o preferirá largarse también para lucir sus indudables capacidades? En la agonía de nuestra competición todo es posible.

Por otra parte, el Sevilla y el Valencia luchan con varios modestos por no descender, al Atleti vuelven los fantasmas del Bernabéu, la Real ve menguar su renta por la tercera plaza y el Betis acecha los puestos de Champions. Y con los otros equipos profesionales escandalizados -todos, salvo Barça y Madrid-, claman conjuntamente porque se desactive esa bomba que decíamos antes de que acabe con todo. ¿Postureo o decisión real? Porque lo suyo hubiera sido tomar medidas más drásticas. Por mucho menos, ha habido amenazas de huelga y huelgas efectivas en el fútbol español.

En el tiempo de los datos a mogollón, ya deberíamos tener un análisis pormenorizado y comparativo de los partidos del Barça en los veinte años en entredicho. Creo honestamente, sin embargo, que este asunto es producto de un pillo con vocación mafiosa, Enríquez Negreira, con algún cómplice dentro, que hallaron demasiados y notorios gilipollas en el palco del Nou Camp. Pero en el ánimo y pagos comprobados de estos golfantes estaba defraudar y corromper. Eso no lo duda nadie. ¿O sí?

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