Ciclismo
Van der Poel gana y Pogacar engrandece el Tour de Flandes
El ciclista neerlandés logra la segunda victoria en el gran 'monumento' belga y el doble ganador del Tour se muestra como el más fuerte de la carrera
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Van der Poel gana el Tour de Flandes. / EFE
Sergi López-Egea
'La Bestia' viste de ciclista y nadie puede con él. Ni aun llamándose Tadej Pogacar se logra destrozar a un ciclista nacido para las clásicas, casi creado para el Tour de Flandes, de nombre Mathieu van der Poel, hijo y nieto de corredores... y de los buenos. Pogacar llegó a territorio flamenco sin conocer las colinas arrugadas por los adoquines y con desniveles cortos pero propios de la montaña. Fue a Bélgica el doble vencedor del Tour para aprender, y hasta para enfadarse cuando de forma casi infantil perdió al menos la segunda plaza de la carrera que tenía asegurada. Pero corrió para engrandecer la prueba.
Decían los flamencos que la Vuelta a Flandes de 2022 no sería la misma sin Wout van Aert, positivo por un covid que se resiste a alejarse definitivamente de la humanidad, algo así como un bar sin cerveza, una paella sin arroz o un circuito de automovilismo sin coches a la vista. Pero Van der Poel le puso la salsa, el condimento o la bebida suficiente para demostrar que hoy en día, él y no otro, es el 'León de Flandes'; dos victorias y una segunda posición en estos tres últimos años; una victoria pensando en ganar dentro de 15 días el gran 'monumento' francés de los adoquines, la París-Roubaix, donde seguramente ya se cruzará con su eterno enemigo Van Aert.
Quería Pogacar convertirse en el tercer vencedor del Tour que ganaba en Flandes tras Louison Bobet y Eddy Merckx. Y al menos demostró lo que vio todo el mundo. Él era el más fuerte de la carrera y hasta quizá, con un sector extra de adoquines y colinas, habría podido tumbar a Van der Poel. Aprovechó los pasos por Kwaremont y Paterberg para apretar, para impulsar la bicicleta con ese estilo tan suyo que ya se ha visto en los Alpes o en los Pirineos. Quizá le falto dureza y quizá le sobró que hubiese otro ciclista tan bueno como él, y hasta superior en este terreno, que se llama Van der Poel, para seguir y mejorar los pasos de su padre Adrie, ganador en Flandes (1986) y para que su abuelo Poulidor se sintiese orgulloso de él, siempre presente en el ciclismo, aunque ya solo sea un recuerdo.
Pillados en la meta
Cuando parecía que el triunfo era cosa de dos, Van der Poel y Pogacar se marcaron tan de cerca, como si estuviesen en un velódromo, que los que vinieron por detrás los cazaron. Van der Poel, sin embargo, tenía la situación controlada. Tadej, no... y de tener la segunda plaza en el bolsillo acabó cuarto superado por Dylan van Baarle (doblete neerlandés) y Valentin Madouas. Pero el fenómeno esloveno ya había engrandecido el Tour de Flandes o mejor dicho había vuelto a realzar el ciclismo.
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