Los nacionalismos exacerban pasiones y matan. Las utopías engañan y frustran. Y el deporte competitivo desorbita descerebrados. Sin embargo, hay diferencias notables.

Entre quienes enarbolan banderas o ideas como armas, azuzados por mesiánicos sin escrúpulos, a veces con señuelos utópicos, surgen criminales. Y entre aficionados que atesoran colores y escudos como almas, pueden aflorar insultos e incluso agresiones de funestas consecuencias.

No obstante, en el deporte brillan valores que en las guerras declaradas, soterradas o revolucionarias nunca florecen. La muerte no tiene vuelta atrás y en una derrota competitiva siempre hay lugar para la esperanza.

Lo que está sucediendo en Ucrania es un crisol de lo peor del ser humano. Un enloquecido Putin ha desatado los demonios de la guerra por ambición de poder y sujetarlos será titánico. Cuando las armas silencian la palabra no hay lugar para humanismos, por muchas honras fúnebres por caídos que, en el fondo, son víctimas y no héroes de nada.

Europa asiste atónita a una guerra que puede generar más guerras. Y el mundo contempla atemorizado lo que los criminales que las propician ven cómodamente desde sus mullidos despachos. Putin es heredero del régimen político que le vio nacer y aspira a reconstruir el imperio soviético que subyugó a media Europa. Hay quien ve mimetismos con el pasado zarista de Rusia, obviando setenta años de historia reciente, pero son los mismos que no celebran las efemérides de la caída del muro de Berlín. Esos que añoran dictaduras viviendo estupendamente en las democracias que desprecian. Es el cinismo que subyace entre quienes tienen la política como religión inmisericorde que condena a quienes aprecian la libertad, frente a dictaduras de cualquier tipo, y beatifica a liberticidas. Con su pan se lo coman, pero que no engañen a ingenuos y dejen que vivamos en paz como nos apetezca.

El deporte también produce fenómenos violentos, sobre todo el fútbol, pero no dejan de ser episodios esporádicos aislados que, generalmente, también acaban con un abrazo y sin sangre entre los protagonistas de la rivalidad deportiva: los profesionales. Enorme diferencia que hasta los dignifica.

Como emociona escuchar a enconados rivales reconocer valores y virtudes a sus contrarios. El gallego y barcelonista Luis Suárez, único balón de oro español, se ha deshecho siempre en elogios hacia Di Stéfano o Gento. Guardiola señaló a Raúl como mejor futbolista español. Casillas y Xavi superaron el mal ambiente que se generó en sus vestuarios por los descerebres de algunos, tras varios choques entre blancos y azulgranas, propiciando la armonía en la Selección española que compartían. Pelé, considerado siempre como el mejor futbolista de la historia, nunca ha regateado flores para quienes fueron sus rivales y hasta ha puesto a alguno, como la Saeta Rubia, por encima de su trayectoria. Y así, podríamos seguir enumerando ejemplos de deportistas competitivos que, sin embargo, mantienen una relación de amistad o admiración entre sí. Federer y Nadal, sin ir más lejos.

Esos valores no se hallan para nada entre quienes enarbolan utopías y nacionalismos como espadas. Y los muertos que generan tampoco pueden abrazarse en sus cementerios; a veces comunes.

Los deportistas y aficionados deberíamos hacer de tan gran diferencia un icono para mostrar que el género humano aún tiene tantas esperanzas como virtudes. Y que los criminales que propician guerras para que otros se maten en su nombre o en el de sus ideas deberían desaparecer de la faz de la tierra. Lástima que no hubiera una justicia universal para aplicarles la condena que merecen, aparte de la repulsa general de la gente de bien. La pena es que todavía hoy, pese a las enseñanzas de la historia, hay quien agita fotos de criminales como si fueran ejemplos que seguir o adorar. Seguramente, si los cientos de millones de muertos que generaron pudieran testimoniar, condenarían a unos y otros al fuego eterno.

No hay nadie más cobarde y ruin que quienes pergeñan planes de guerra sin dar ellos la cara en ninguna trinchera. Y eso tampoco pasa en el deporte.

Sería buena idea una conjunción mundial de deportistas significados que se posicionara pública y mayoritariamente en el mejor marco posible contra esta guerra y contra cualquier otra en cualquier parte del mundo por nacionalismos o utopías.

Sería un modo extraordinario de proclamar nuestra fe en el ser humano como individuos y como sociedad.

La utopía más noble es el deporte. Aparte de beneficios físicos y anímicos, aporta caminos de vida y superación sin herir ni matar a nadie.