Beatriz Zudaire García (Pamplona, 8 de junio de 2000) es una de las bases del UCAMMurcia de baloncesto en silla de ruedas, que esta temporada se estrena en División de Honor. Ha logrado un diploma con la selección española en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Sufre una enfermedad neuromuscular degenerativa que le impide andar con normalidad, pero ha aprendido a convivir con ella.

¿Por qué acabó en una silla de ruedas?

Yo tengo una enfermedad neuromuscular degenerativa. Cuando nací todo iba normal y bien, pero a los tres años mis padres empezaron a ver que había algo raro, que me cansaba y me caía mucho, y empezaron a hacerme muchas pruebas. Hacia los seis años me dijeron qué tenía. Es una enfermedad rara, que no tiene nombre y lo poco que sabemos es la información que tenemos desde ese momento. Yo he podido correr y andar, pero al ser degenerativa, ahora me cuesta más andar.

¿Cómo llegó al baloncesto?

Antes del baloncesto hacía natación. Había hecho muchas actividades como cerámica, ajedrez y muchas cosas más, pero ninguna de ellas me llegaba a gustar. Cuando llegaba al cuarto o al quinto mes ya me aburría y lo dejaba. A los 12 años hablé con mis padres y les dije que necesitaba hacer deporte. Nos fuimos a la Federación Navarra de Deporte Adaptado, pero siempre había dicho que quería jugar al baloncesto porque había visto a mi hermano practicarlo y a mi madre le encantaba. Veíamos mucho baloncesto. Iba a ver al Basket Navarra todos los viernes y era la fan número uno; el baloncesto lo tenía metido en la vena. Lo que pasa es que en mi tierra no había equipos de baloncesto en silla de ruedas y me apunté a natación. Estuve tres años y en uno de los partidos del Basket Navarra, el árbitro Juanma Uruñuela se acercó y me dio un papel que ponía el correo y el número de teléfono de varios entrenadores, uno de ellos en Vitoria.

¿Y qué pasó a partir de ahí?

Me puse en contacto con ese entrenador, Lander Lozano, sin que mis padres lo supiesen, pero mi madre, como sabía que me gustaba el baloncesto, había llamado por su cuenta a la misma persona. Y cuando ya pusimos en común ese momento, nos dijeron que había un campamento en verano de deporte adaptado. Me invitaron a que probase porque a mis padres les gustaba la idea del baloncesto, pero no que fuese allí todos los días. El entrenador me dijo que fuera esa semana con mi hermano porque era inclusivo y a los dos nos encantó, y mi madre, al ver la cara que teníamos a la vuelta, no tuvo más narices que apuntarnos.

¿Cómo se sentía una niña que notaba que una enfermedad le privaba de hacer cosas que le gustaban?

Más que duro es complicado de entender porque tenía seis años. No te das cuenta que tienes una enfermedad degenerativa que te permite hoy hacer una cosa pero mañana ya no. No era consciente de eso, solo de que no podía hacer algo que me gustaba. De pequeña me apasionaba el fútbol, lo amaba, iba todos los días al patio del colegio y jugaba. Me caía y mi madre me cogía para que descansase. Ese fue el momento más delicado, saber que me gustaba el deporte y que no podía hacerlo o seguir el ritmo de mis amigos. Luego, cuando ya fui consciente de la enfermedad, ya me había adaptado.

Debió ser también complicado por el entorno de amigos.

Es complicado como dices y, de hecho, yo lo he pasado mal en el colegio. No puedo juzgar nada porque yo ni los niños que estaban a mi alrededor entendían qué me pasaba, pero ese fue el inicio y se arrastró muchos años. Fueron momentos complicados, pero la familia siempre ha estado unida y se compensaba.

A esa edad los niños son muy perversos.

Cuando los niños aún no están formados y educados, hay maldad en muchas cosas. En ese caso la hubo, aunque no era consciente de ello, y hasta hace unos años no me di cuenta de lo que había pasado. Nunca le he llamado acoso escolar porque no era consciente de ello, pero fueron años muy difíciles.

¿Se siente realizada?

Sí porque he descubierto mis dos pasiones. El baloncesto lo descubrí con quince años y es el amor de mi vida, y ahora también estoy estudiando Psicología, que es el segundo amor. El hecho de tenerlo todo a la vez, como es pareja, familia y estar en Murcia, donde estoy muy feliz, compensa todo.

¿Cómo recibió la llamada de Sonia Ruiz para venirse a Murcia?

Ella y yo éramos compañeras de la selección. Cuando acabé 2º de Bachillerato tenía que empezar Psicología y lo secundario era el sitio. Quería salir de Pamplona porque había pasado unos años difíciles y allí solo se podía estudiar en la universidad privada. Desde el principio mi opción era salir y cuando pensamos en Murcia, fue el sitio que más le gustó a mi familia.

¿Conocían algo de Murcia?

Conocíamos solo a Sonia. Fíjate el poder que tiene ella que mis padres estaban encantados de que me viniera aquí pese a que era la opción más lejana que tenía. Yo tenía equipos en el País Vasco y Madrid, pero la alternativa que más les gustaba era la más lejana.

Su familia lo pasaría mal cuando salió de casa.

La verdad que sí. Mi madre se vino conmigo a Murcia la primera vez y estuvo aquí una semana para adaptarme y ver dónde iba a vivir. La pobre lloró cuando se fue como si no hubiera un mañana. Soltar a tu niña pequeña es complicado. Era la última que quedaba en casa porque mis dos hermanos mayores ya vivían fuera. Ahora ellos tienen pasión por Murcia y cada vez que pueden se vienen para acá. Además, adoran el clima, que es muy diferente a Pamplona.

¿Con cuántos años llegó a la selección?

Fui a mi primera concentración solo con 14 años. Yo llevaba solo cuatro meses jugando al baloncesto y mi entrenador estaba de ayudante de la selección femenina. Llamó a mi madre y la respuesta de ellos fue sí. Me llevaron no porque tuviese el nivel, pero sí para que empezase a formarme y entrara en dinámica. La selección necesitaba cantera y nos llevaban a todas las chicas jóvenes.

¿Cómo fue la experiencia en los Paralímpicos?

Fue increíble y dura, pero no solo por el coronavirus, lo fue porque mi familia no estaba. Al margen, competir es muy difícil cuando tienes presión y vas a un torneo tan grande. En lo deportivo ha sido muy bonito, pero también complicado en ciertos momentos, aunque no lo voy a olvidar nunca.

Ahora van a jugar en la máxima categoría, algo por lo que habían luchado mucho en su club.

Este año ha sido bonito porque conseguimos el ascenso a División de Honor y luego llegó la preparación de los Juegos. Y ahora viene jugar en la máxima categoría, que nunca lo he hecho porque he conseguido varios ascensos, pero el año que me vine a Murcia fue cuando subió mi anterior equipo y yo no me quedé. Tengo ganas de debutar.

¿Es otro mundo?

Es la mejor liga del mundo y está en nuestro país, por eso cualquiera quiere jugar aquí.

¿Y cómo se busca la vida para mantenerse económicamente?

Por un lado con la ayuda de mis padres, porque sigo siendo estudiante, y el club también nos echa una mano de una manera u otra. Mi vida es como la de cualquier estudiante.

Compaginar estudios y deporte es complicado.

Pues nosotros entrenamos justo a la hora de comer, de tres a cinco y media. Por las mañanas tengo clases y también gimnasio, por lo que el tiempo lo llevo muy justo.

¿Cómo lleva su pareja eso?

Bien porque él tampoco tiene mucho tiempo. Él juega al baloncesto en mi equipo y también trabaja. Aquí casi todos los del equipo tienen estudios y juego o trabajo y juego.

¿Se puede vivir de jugar a su deporte?

Es muy difícil porque no es un deporte profesional y eso complicado todo. Todo el mundo tiene que formarse en otras cosas para poder vivir. Tienes que ser muy bueno o de los mejores del mundo para vivir de esto.