Hasta hace no mucho la muerte del Real Murcia tenía rostro de mujer. Una dama con una venda en los ojos, una balanza en la mano derecha y una espada en la izquierda. Una dama que no representa otra cosa que a la Justicia. Y es que hasta hace no mucho solo los tribunales podían acabar definitivamente con la vida del Real Murcia.

La palabra liquidación se convirtió en habitual en los titulares. El miedo a que los acreedores pidieran la disolución del club grana paraba el corazón a más de uno. Al vocabulario futbolero pronto se unieron términos como concurso de acreedores, patrimonio neto negativo, causa de disolución, deuda a largo plazo y corto plazo... Hasta el punto de que muchos partidos claves no se jugaron en los terrenos de juego, se disputaron en el Juzgado de lo Mercantil.

Pero hemos tenido que saltar de década para descubrir que la muerte, como dirían en Juego de Tronos, tiene muchas caras. Cuando todos mirábamos a los tribunales, cuando todos repasábamos las cuentas de arriba y abajo, cuando la principal preocupación era llegar a acuerdos con los acreedores, la realidad ha llegado para demostrarnos que el fútbol también quiere su sitio. Y el fútbol se está convirtiendo en el verdadero verdugo del Real Murcia.

Porque cada domingo, tras cada partido, el latido del corazón murcianista suena con menos fuerza. Porque lo que no consiguió una deuda mastodóntica, lo está logrando una temporada decepcionante. Porque, aunque el consejo de administración se empeña en recordarnos que un descenso a la cuarta categoría no va a significar el final del Real Murcia, no hay peor muerte que el olvido. Y cada derrota, cada fracaso, cada mal partido, cada error defensivo, cada minuto de desidia de la plantilla... está consiguiendo lo que parecía imposible. Está convirtiendo en realidad lo que no lograron los Moro, García de la Vega o Víctor Gálvez, y que no es otra cosa que alejar al aficionado del equipo.

Porque al final de cada jornada lo más triste no es que el Real Murcia ha sumado una nueva derrota, como ocurrió ayer ante el Tamaraceite; al final de cada domingo lo más triste es ver cómo aficionados te cuentan que han apagado la televisión porque no podían seguir viendo ese partido, o cómo abonados de toda la vida relatan que nunca habían vivido una pesadilla que parece no tener fin. Lo peor es que cada vez hay más murcianistas que no dudan en afirmar que sienten vergüenza de su equipo o que no soportan ver la parálisis que ha provocado la crisis deportiva más grave de los últimos 25 años.

Muchos saben ya desde hace algunas semanas que no hay esperanza. Muchos se conformaban, cuando acabó la primera fase y el UCAM les salvó de meterse en líos mayores, con un mes y medio de lucha y entrega aunque al final no se consiguiese nada. Pero lo que pocos imaginaban es que la segunda fase se iba a atragantar más que la primera. Y es que, después de casi cuatro meses de caída en picado, ya no hay adjetivos para definir la trayectoria del Real Murcia en la liga. Hasta los que defendían que solo hacía falta un poco de suerte para volver a creer, ya se han quedado sin argumentos. Porque ese toque de gracia llegó el pasado domingo, cuando Roggny salvaba in extremis a los murcianistas con un gol en el minuto 90. Pero poco ha cambiado ese tanto. Como tampoco significó nada que los de Loreto comenzarán el partido de ayer sabiendo que el Córdoba iba perdiendo. O que todos conociesen que por la tarde iba a jugarse un duelo directo que impediría sumar de tres a Linense y a Sevilla Atlético. Poco importaron las combinaciones que daban esperanzas, porque el Real Murcia perdió hace mucho tiempo la esperanza. El Real Murcia se ha convertido en uno de esos enfermos que ya ha perdido el derecho hasta morir dignamente.

El Tamaraceite, como tantos otros equipos que ni conocíamos antes de que se enfrentaran al Real Murcia, ha sido el último en pintar la cara a los murcianistas, en bajarles a un barro en el que no hay orgullo, historia ni escudos.

Son ya tantas las veces, que los aficionados granas ya ni se molestan en buscar excusas. Da igual que el partido se jugase en un terreno de juego que no estaba en condiciones; da igual que el colegiado les anulase un gol en la primera parte; da igual, porque la derrota no fue ni por el césped artificial ni por el árbitro. El único culpable de la derrota fue el propio el Real Murcia, ese Real Murcia que se ha olvidado de competir y pelear, ese Real Murcia que desde hace un par de años le da igual ser décimo que undécimo, ese Real Murcia que de nuevo tiró a la basura toda una segunda parte, dejando a los locales hacer el partido que les interesaba.

Lamentaba Loreto a la conclusión del partido el error defensivo que había vuelto a condenar a los granas. Hasta cuatro minutos dedicó el técnico a reiterar que no se puede conceder tanto, posiblemente más tiempo que el que utiliza a corregir esos problemas en los entrenamientos. Porque da igual que sea el Córdoba, el Cádiz B o el Tamaraceite. Da igual a qué equipo se enfrente el Real Murcia. Cada jornada el rival sabe que solo tiene que esperar la pájara de los murcianistas para engordar su marcador.

Ayer lo hizo a la media hora David García, cuando remató una falta lanzada por David González. Una acción a balón parado fue suficiente. Es verdad que Carrillo estuvo cerca de batir a Nauzet o que Guille Lozano no supo definir en una contra antes del descanso. Pero ahí se acabó el Real Murcia, porque el Real Murcia que necesitaba puntuar para seguir aspirando a algo se tiró toda la segunda parte dando patadones sin sentido, porque el Real Murcia que revolucionó toda su plantilla en enero para dar sentido a su juego sigue permitiendo que Edu Luna se divierta dando pelotazos hacia la nada. Y mientras el Real Murcia deambulaba desnudo sin querer ser consciente de que va desnudo, el Tamaraceite disfrutaba haciendo su partido y volviendo a lograr una victoria después de siete jornadas sin ganar.

Lo peor ya no es el 1-0 o que se confirma que no hay esperanzas de llegar a la Primera RFEF, lo peor es que quedan todavía tres jornadas por delante, 270 minutos condenarse todavía más a la peor muerte de todas, la que hasta ahora no habían provocado los anteriores consejos de administración, y que no es otra que la muerte por olvido.

Loreto: "Ahora no tengo ánimos ni de mirar la clasificación"

El Real Murcia desaprovechó una buena oportunidad para acercarse al segundo puesto. Los granas se quedaron sin sumar en la jornada en la que el Córdoba perdía frente al Cádiz B (2-0) y en la que el Linense se imponía al Sevilla Atlético (3-1). A falta de tres partidos para el final, los murcianistas son quintos y siguen teniendo el segundo puesto a seis puntos.

Al ser cuestionado Loreto por la clasificación, el técnico grana se limitó a decir que «no he mirado ni los resultados. Ahora no tengo el ánimo para mirar esas cosas». Respecto al partido, repitió una y otra vez que no se puede conceder tanto. «Hemos dominado y creado ocasiones de gol, pero no puedes conceder, porque cuando lo haces es muy difícil remar contra marea», indicaba, puntualizando que el Tamaraceite «solo ha tirado una vez a puerta y ha logrado un gol». «Esto es fútbol, si concedes, pues es muy difícil».

«Habíamos dibujado el partido para ganar, pero el gol nos ha perjudicado mucho», continuaba, volviendo a repetir que «remar contra corriente cada semana es muy difícil».

José Luis Loreto también lamentaba que se le hubiera anulado por fuera de juego un gol a Fuentes, tanto que según el técnico era legal.

«Estamos todos los domingos con lo mismo, remando contra corriente. Lo habíamos trabajado, pero otra vez nos marcan en una acción a balón parado. Luego nosotros hemos tenido cuatro o cinco muy claras, pero el que manda es el que marca», decía Loreto tras el encuentro. Sobre el Tamaraceite destacó que «es un equipo con experiencia y que no se pone nervioso».