El deporte, en primera persona

Suzy Comte: "No hace falta ser una súper mujer para salir a correr, solo ver que hay vida más allá del sofá"

Corredora popular, buceadora y aficionada a la fotografía, la francesa llegó a Murcia hace 26 años para estudiar cuatro meses y se quedó enamorada "de la luz, la gastronomía y la gente"

Suzy Comte, en la rambla del Puerto de la Cadena.

Suzy Comte, en la rambla del Puerto de la Cadena. / Israel Sánchez

Dioni García

Dioni García

Asistente Comercial en Secom Iluminación. Suzy Comte (Alsacia, Francia; 19 de agosto de 1975) es aficionada a las carreras populares, el submarinismo y la fotografía. A través de su cuenta en Instagram (@suzycomte) comparte espectaculares instantáneas que ‘caza’ en sus salidas. Madre de dos hijos, es una de las inscritas en la Carrera de la Mujer que promueve La Opinión y que este año será virtual.

¿Cómo acabó una francesa en un sitio como Murcia?

Pues no tenía ni 20 años cuando me vine porque estudiaba hostelería en Suiza y tenía que hacer cuatro meses de prácticas. Siempre me habían gustado los idiomas y estudié español. El primer año estuve en los Pirineos para mantener el idioma porque no quería perderlo, y el segundo que estuve en la escuela pregunté si tenían un sitio en España y me hablaron del Rincón de Pepe, en Murcia.

¿Sabía dónde estaba Murcia?

Nunca había oído hablar de Murcia, no sabía dónde estaba. Pero cuando llegué a mi casa y cogí la enciclopedia, vi que aquí estaba Cartagena, que sí me sonaba por la historia que tiene la ciudad. Y dije ‘ahí me voy’. Fue porque uno de los profesores de la escuela era un hijo de Raimundo González. Mandé la solicitud, me cogieron y así me vine. Se suponía que venía para cuatro meses y llevo ya 26 años. Me enamoré de la tierra, de la luz, el sol, el clima, la gastronomía, la gente, la alegría de estar en la calle, era muy diferente de donde yo venía.

No sé si ha escuchado un dicho que dice que a Murcia se llega llorando y te vas llorando.

Pues no, pero yo no quería llorar y por eso me quedé. Raimundo González, con quien me llevaba muy bien, me ofreció la oportunidad de quedarme unos meses más y no me lo pensé.

¿Y qué dijeron en su casa cuando comunicó que se quedaba?

En mi casa no querían, pero al final todo se pasa.

¿Cómo fue ese día que llamó a su madre?

No te voy a decir cómo fue. Bueno, sí, te lo voy a contar. Llamé a casa desde una cabina de teléfono de Santiago de la Ribera a finales de agosto porque entonces no había móviles ni nada. Mi padre me preguntó cuándo volvía y le dije que no iba a volver. Ahora lo pienso y si una hija mía me dice eso, yo la mato.

Pero como tiene dos hijos...

Pero es lo mismo. Mi padre estuvo un año sin hablarme.

Pues ya sabe que alguno de sus hijos se lo hará.

Yo creo que sí porque los estoy preparando para eso. A mí me dieron una educación abierta al mundo, me permitieron intercambios con otros colegios y me ayudaron a viajar. No eran muy permisivos para salir, pero para conocer otras culturas sí que lo eran, tenía licencia para lo que quisiera, pero, decir de repente que no vuelves, cuesta.

¿Y su vinculación con el deporte?

De forma intensiva como ahora, dentro de mis humildes posibilidades, la verdad es que no hace mucho tiempo de ello. Llevo desde hace cinco o seis años.

¿Qué pasó para que empezara a hacer deporte?

Mi vida cambió a partir del momento que me divorcié, hubo un antes y un después. Antes tenía una vida muy familiar, mi casa, mi marido, mis hijos y mi trabajo, pero de repente me quedé sola y los niños iban y venían, el mundo se me caía encima cuando me encontraba sin niños un fin de semana. No sabía qué hacer y tuve que remontar porque me iba a poner mala. Al principio lo pasé mal porque me tiraba todo el fin de semana acostada. No tenía depresión, pero sí estaba mal, me decía a mí misma que tenía que moverme porque mis hijos me tenían que ver bien. Entonces pensé en quién era yo antes, qué me gustaba y recordé que me encantaba el senderismo, la naturaleza, salir al monte… Siempre había soñado desde pequeña con ser buceadora y me lancé, me saqué el curso, pero todo fue muy poco a poco.

¿Recuerda cómo acabó el primer día que salió al monte a andar?

Sí que lo recuerdo y, además, tengo fotos porque ya entonces hacía mis pinitos. Recuerdo lo bien que me sentó y pensé que tenía que hacerlo un poco más. Al principio salía sola por La Alberca o subía al castillo del Puerto de la Cadena porque no tenía ni que coger el coche ya que vivo muy cerca. Empecé a ir más lejos y un día me fui a Calblanque. Después me di cuenta de que tenía que socializar y empecé a salir con algún grupito de senderismo. Recuerdo una ruta por El Portús con gente que no conocía de nada y que pasé un día muy bueno.

El deporte tiene un gran componente socializador, sin duda.

Por supuesto. Iba con cuatro personas que no conocía de nada y me hicieron pasar un día estupendo. Después empecé a salir con otros grupos, pero me agobiaba un poco y al tiempo corté porque no me apetecía en ese momento. Y fue entonces cuando empecé a apuntarme a carreras y también hice la Ruta de las Fortalezas. La primera la hice con un grupo y la segunda, sola porque me engancho mi música y, si hace falta, me voy hasta Gibraltar. Cuando empecé a ver el ambiente de las carreras me animé a probar porque había gente más joven que en el senderismo.

¿Recuerda su primera carrera?

Sí, me líe la manta a la cabeza y me apunté a la Mini Yeti en el 2017.

Por cierto, ¿sigue alguna dieta?

Yo no. Como de todo, mucha fruta y verdura. La báscula ni la veo, mi báscula son los pantalones. Solo me peso cuando me hacen el reconocimiento una vez al año.

¿Cuándo se aficionó a la fotografía y cómo consigue esas fotos tan bonitas que publica en las redes sociales?

Mira, una cosa lleva a la otra. Unas veces corro y otras salgo con el móvil y hago fotografías. Siempre he sido muy observadora y me viene de pequeña porque mi familia siempre ha tenido mucho contacto con la naturaleza. Mi abuelo paterno vivía en el bosque y yo me iba con él. Digamos que él encontraba así la paz después de tanto tormento que había sufrido en su vida, y yo también encuentro ahora la paz ahí, es mi terapia. Hay gente que se gasta el dinero en el psicólogo, que no es nada malo, pero mi terapia es esta.

Pero también ha hecho pruebas de aguas abiertas.

Así es. A mí la gente que hace esas cosas me parecen titanes porque también es la cosa más aburrida que hay.

Ha hecho aguas abiertas, submarinismo, corre… ¿Qué le falta?

Pues quiero hacer espeleobuceo. Hice un bautismo hace más de un año en la Cueva del Agua en Isla Plana porque siempre me había llamado mucho la atención.

Antes me decía que sale sola, ¿pero es también porque no hay muchas mujeres que la acompañen?

Sí que tengo amigas que me acompañan, pero es verdad que no hay muchas. Tengo dos amigas muy íntimas, que una es montañera y otra del mar, Rita y Alicia.

¿Pero no echa en falta más mujeres que hagan deporte?

Cada día hay más, muchas, porque en las carreras coincido con ellas. Pero yo creo que los hombres lo tienen más difícil que ellas, están más controlados por sus mujeres. Pero todas debemos tener en cuenta que podemos, que no hace falta ser una súpermujer para correr. Hay vida más allá del sofá, y si no puedes hacer las cosas de la casa en ese momento, después se harán. Es cuestión de querer. Pero también me he encontrado mucha igualdad en este mundo de las carreras, donde todos somos iguales y da igual la edad, el nivel social y el género. Somos todos iguales y esa idea me llena igualmente de satisfacción.

¿Y ha metido a sus hijos en el deporte?

A ellos los acostumbré a irnos de ruta con el grupo de Pliego, pero entonces eran más pequeños. Ahora ya no puedo llevarlos donde quiero porque el mayor tiene 12 y el pequeño 9 años y ahora no quieren hacer nada, todo es un rollo para ellos. Pero yo les digo que a mí me da igual y me escapo, aunque ellos también me animan a ello. Salgo una hora por aquí cerca y vuelvo con otra actitud.

¿Se marca muchos retos?

Sí me gusta, pero no busco hacer un tiempazo ni un podio. Me gusta estar en medio de esa gente top como es Irma Lorena Duchi, por ejemplo, pero no me gusta aparentar algo que no soy. Hay gente que va de postureo, pero no es mi rollo. Me siento muy querida y muy aceptada y la gente me busca cuando quiere hacer cosas especiales. Por ejemplo, me hizo ilusión que el verano pasado me llamara Jesús Molina, un corredor de montaña bastante bueno, aunque él se quite mérito, para hacer el Camino de los primeros Exploradores, en Jaén, y me fui en calidad de fotógrafa en una furgoneta, que es mi ilusión, comprarme una caravana para pasar los fines de semana. Tengo espíritu aventurero y por eso me apunté a la Mini Yeti sin tener ni idea. De hecho, no sabía qué hacía yo allí.

Se ha apuntado a la Carrera de la Mujer, donde solo se exige hacer 5 kilómetros. Eso debe ser para usted una broma.

No, es que me gusta, es aportar algo, tengo que estar en la Carrera de la Mujer. Soy muy pro mujer, no feminista, pero me gusta defender los derechos de la mujer y que tengamos nuestro sitio en la sociedad. Me gusta ver mujeres de todo tipo y edades que se atreven a salir, aunque a mí no me hace falta que me animen porque me tiro sola. Una cosa que no tengo es vergüenza y siempre he dicho que mientras que la vergüenza no mate, siempre seguiré adelante.

¿Guarda las camisetas y dorsales?

Lo guardo todo. Alguna vez he puesto todos los dorsales juntos y he hecho fotografías. Las camisetas se las traspaso a mi hijo y le gusta decir que su madre ha corrido esa carrera, aunque es algo ya para él natural, normalizan todo lo que ven.