Exposición | Sonsoles Masiá Artista

"Quiero retomar hoy el concepto de la deidad ancestral, madre de todo, como ejemplo y referente de lo femenino"

Esta joven artista madrileña expone hasta el viernes en el museo de la UMU una serie de obras –que incluye pintura, piezas cerámicas y aqueología– sobre santuarios olvidados en torno a la feminidad

Sonsoles Masiá, en la exposición.

Sonsoles Masiá, en la exposición. / Aarón García Almela

Lola López

Lola López

Queda poco más de una semana para el solsticio de verano, pero apenas unos días para ver la exposición El camino de las diosas, de Sonsoles Masiá (Madrid, 1991), en la Sala Pequeña del Museo de la Universidad de Murcia. Tras un «peregrinaje» por «santuarios ancestrales» de la Región, la artista ha plasmado en estas obras «las sensaciones y su esencia»: hay abstracción, cerámica e incluso arqueología para «arrojar luz sobre la invisibilización que ha tenido la mujer a lo largo de la historia» y ahondar en el concepto de la diosa y su pérdida de protagonismo en la sociedad actual.

¿A qué se refiere con «santuarios ancestrales»? ¿Qué son?

Los santuarios ancestrales son localizaciones que para nuestros ancestros han sido un lugar de culto, un enclave de poder. En algunos casos, han llegado a nuestros días como una ermita o una iglesia, pero, en otros, son tan solo cuevas y abrigos de roca que han quedado olvidadas, o bien yacimientos arqueológicos.

¿Cuándo nace y de dónde viene su interés por ellos?

Durante mi proyecto final de carrera de Arquitectura, en el que estudié observatorios astronómicos prehistóricos. Pero los temas han ido evolucionando muy orgánicamente mientras iba descubriendo detalles y elementos curiosos de los lugares que visitaba, en muchas ocasiones por casualidad. Todo comenzó con un simple interés por las orientaciones astronómicas de diferentes enclaves, y eso acabó conectando con los ritos populares que seguimos celebrando hoy en día. Llevo años bastante obsesionada con los solsticios y equinoccios, por ejemplo, con los ciclos solares sobre los que se basa la naturaleza y, por ende, la agricultura, y también con los ritos religiosos relacionados con la siembra y cosecha. Que me corrija algún colega arqueólogo, pero considero estos lugares como la prueba tangible del culto solar ancestral a una diosa de la tierra, de la fertilidad y la naturaleza.

¿Cuáles son estos santuarios?

La idea de El camino de las diosas llegó a mí a través de un estudio que encontré sobre el santuario de la Cueva Negra de Fortuna, que considero que toca todos los temas que busco en una localización para crear mi obra. No soy arqueóloga ni antropóloga, y como artista puedo darme ciertas licencias de interpretación, pero intento partir de trabajos académicos para informarme bien y poder darle a los proyectos una base más o menos verídica. Debo citar, por tanto, el trabajo de César Esteban y José Ángel Ocharan, que fue el que me empujó a buscar otros santuarios. Encontré gran cantidad de ellos en el litoral –en Ibiza, Alicante, Valencia y Cataluña– y pensé que podría ser interesante recorrer estos lugares, que han sido espacio de culto de la feminidad.

¿Cuáles son los más importantes que tenemos en la Región?

De los que yo he visitado, la Cueva Negra de Fortuna; el Santuario del Cerro de la Encarnación, en Caravaca de la Cruz; el de la Virgen de la Esperanza, en Calasparra; el de la Fuensanta, claro… Bueno, y la Cueva de las Brujas, de Santomera, y el yacimiento de El Cigarralejo, en Mula. En muchos casos, son lugares olvidados que ni siquiera los locales saben que existen. Incluso mi querida cuñada Sandra, que es una gran embajadora de la Región, desconocía que en El Valle se encuentra el Santuario de la Luz o multitud de cuevas increíbles. Es un placer ser la friki que lee estos estudios arqueológicos y saca a la palestra estos espacios y los acerca.

¿Qué busca en estos santuarios?

No quiero ponerme muy teórica, pero voy a utilizar la joya de la Cueva Negra como ejemplo para que lo entiendas: este abrigo de roca es un yacimiento con varios textos latinos tutili picti en sus paredes, de origen romano y que hacen alusión a Venus, a una fecha muy concreta (el 27 de marzo), a ritos de sanación y a una serpiente que habita la cueva. Este santuario tiene además una pileta en el centro, lo que nos da la idea de que está relacionada con ritos del agua, característica muy importante en santuarios dedicados a una deidad femenina. Bueno, y es una cueva, lo que lo relaciona directamente con la fertilidad y con la tierra.

Previamente expuso en el museo de la Universidad de Alicante, ¿cómo llegan sus obras a Murcia?

Pues una vez tengo el proyecto de las diosas definido, intento encontrar instituciones que puedan apoyar la idea, como la Universidad de Murcia. Y siempre intento llevarlo a lo local, hacer para cada sitio un proyecto único que hable de las tradiciones y ritos populares específicos de ese territorio concreto; algo para lo que intento ponerme en contacto con locales, para que me cuenten las tradiciones que se quedan fuera de los estudios académicos.

La fotografía con la que se ha ilustrado el cartel de la muestra.

La fotografía con la que se ha ilustrado el cartel de la muestra. / Rosanne Steeneken

La fotografía que se puede ver en ese cartel le muestra a usted pintando, supongo, en uno de esos santuarios. ¿Fue así, literalmente, como se crearon estas obras?

Esa foto es un buen ejemplo de lo que hago en los santuarios, sí, aunque en este caso, la fotografía pertenece a otro proyecto, El camino primigenio, el camino del sol a través de santuarios a lo largo del Camino de Santiago, que recorrí junto a la fotógrafa Rosanne Steeneken en mi furgoneta en 2022. En cambio, ahora voy sola a mis rutas, me ayuda a crear desde otro ambiente más íntimo. Pero está bien que saquemos a colación aquel proyecto porque fue un preludio de lo que estoy haciendo ahora, aunque voy evolucionando e incorporando elementos y acciones. Antes me quedaba con realizar una pintura, una abstracción del paisaje a modo de meditación, pero ahora también recojo elementos del lugar (con respeto y sin cometer expolio de estos yacimientos arqueológicos). Y, poco a poco, este coleccionismo de objetos e historias ha ido virando hacia un trabajo en cerámica que incluye elementos y la simbología de estas diosas ancestrales.

¿Cómo son esos viajes, caminata arriba, con sus herramientas?

Me muevo en una furgoneta de los bomberos holandeses que transformé en mi casa-taller cuando vivía en Países Bajos. Esto me permite amanecer al pie del santuario y emprender la ruta con todos mis bártulos antes de que salga el sol. Un pequeño peregrinaje a la cima bastante cargada, sí: con un caballete que he transformado en mochila, los soportes sobre los que pinto..., y un mantel para proteger el suelo, porque, por supuesto, no quiero dejar rastro de que he pasado por allí.

Una vez que sabemos sobre su origen, háblenos de las obras en sí. ¿Qué es lo que podemos ver exactamente en El camino de las diosas? Porque no hay solo cuadros…

Exactamente. Para las etapas de Murcia he incorporado piezas en cerámica, además de objetos recogidos en los santuarios (a modo de muestra arqueológica). Empezar a trabajar con el barro ha sido muy natural ya que en el fondo los conceptos que toco están relacionados con la tierra, la naturaleza y los ciclos. En este caso, toma mucho protagonismo el concepto del ‘Ánodos’ una cabeza de la diosa que brota de la tierra, una iconografía presente en cerámicas o en exvotos ibéricos. Es una cosa muy del equinoccio de primavera, cuando Perséfone surge de nuevo desde el Inframundo y su madre, Démeter, se alegra y resucita (cual Cristo) la naturaleza.

Efectivamente, esta serie explora el concepto de las diosas antiguas y la feminidad moderna. ¿Por qué?

Intento arrojar luz sobre la invisibilización que ha tenido la mujer a lo largo de la historia, y la evolución del arquetipo de la diosa. Antiguamente, en una sociedad agraria, lo que preocupaba a las comunidades era la fertilidad de las personas, los animales y los campos, y adoraban a una diosa femenina. Posteriormente, con los conflictos bélicos, lo masculino comenzó a tener mayor protagonismo hasta anular la importancia de la diosa y lo femenino. En este sentido, estudio cómo este arquetipo ha ido evolucionando en función de la sociedad y de cómo querían que nos comportáramos (nosotras). Fíjate que esto ha llegado al punto de presentarnos una deidad que es madre pero virgen a la vez, qué hipocresía, ¿no? Además de que María ni siquiera era diosa, solo receptáculo de lo divino. En fin, que lo que pretendo es, en resumen, retomar este concepto de la deidad ancestral, madre de todo, magna mater, como un gran ejemplo y referente de lo femenino en el que poder apoyarnos hoy en día.

¿Pinta lo que no se ve, un ambiente, esencia o sensación, o hay una mezcla de referencias tangibles? Lo digo porque veo colores terrosos, texturas orgánicas…

Es una mezcla de todo. En algunas piezas se pueden observar montañas o elementos que veo en el lugar, los colores que ese día había, arena, ramas o plumas recogidas. En estas etapas también he incorporado mucho simbolismo que he ido viendo, de tanto estudiar estos conceptos y de visitar museos arqueológicos. También los ojos de la diosa, las estrellas y las alineaciones astronómicas. Intento no ser demasiado literal y a la vez reflejar las sensaciones y su esencia.

También es orgánico y abstracto el soporte de las obras. Acostumbrados a ver lienzos cuadrangulares, ¿por qué optó por esta particularidad, qué aporta al conjunto?

Esto es muy importante: quería que el soporte de las obras tuviera una carga conceptual. En este caso he utilizado garbillos o cedazos, utilizados para tamizar el trigo. Directamente relacionados con los ciclos de la agricultura y la naturaleza, tan presentes en los ritos religiosos sobre los que gira la muestra. El símbolo de la diosa Démeter es el trigo, y aquí me tienes, siendo celiaca [Risas]. Pero quiero resaltar varias de las piezas en cerámica, unas benditeras que contienen el agua de la gruta de la Cueva Negra y que están adornadas con una culebra, la misma que se me cruzó en mi subida la primera vez que acudí a aquel santuario. Momentos mágicos y casualidades que me ocurren en el camino y que me reafirman en la idea de que voy andando y creando en la dirección correcta.