Entrevista

Pablo Bermejo: "Los payasos son los que sostienen la parte humana del Circo del Sol"

Tras unirse al mayor circo del mundo en 2013, para las últimas fechas del ‘Alegría’ original, este artista murciano de clown vuelve al espectáculo donde comenzó todo y lo hace, además, como creador de sus números cómicos

Pablo Bermejo (d), junto a su compañero Pablo Gomis, durante una representación de ‘Alegría’.

Pablo Bermejo (d), junto a su compañero Pablo Gomis, durante una representación de ‘Alegría’. / L.O.

Lola López

Lola López

Alegría es una ciudad dentro de una ciudad, una en la que siempre hay noche estrellada y, entre plumas, luces y brillo habitan acróbatas, trapecistas, malabaristas… y payasos. El Circo del Sol ha regresado a España dando una vuelta de tuerca a uno de sus shows más queridos y abrió las puertas de su carpa a La Opinión en el día de su estreno en Málaga, el pasado martes. En esa vorágine recibe a esta Redacción Pablo Bermejo (Murcia, 1976), uno de los dos payasos que funcionan como hilo conductor y remanso de paz de un espectáculo de infarto y altos vuelos.

Día de presentación en Málaga de uno de los espectáculos más especiales del Circo del Sol, ¿cómo está?

Muy bien, deseando estrenar. Ya hemos hecho algún pase de preestreno el fin de semana y el público de aquí es muy cálido, como en toda España, un público buenísimo.

No es para menos: Alegría es uno de los shows más emblemáticos, si no el que más, de la mayor compañía de circo del mundo. ¿Cómo comienza su andadura con ellos?

Empezó en 2013, en el antiguo Alegría, gracias a Antón Valén, mi maestro de clown, también murciano, que formaba parte del show. Cuando dejó de trabajar en él, entró Pablo [Gomis], colega de mi compañía de teatro de aquel entonces, Les Bouffons. Estuvo unos cuantos años en el espectáculo antiguo y llegó un punto en el que dijo: «Quiero a mi compañero Pablo para que trabaje conmigo» [Ríe], así que me uní. Hacíamos los números que había creado Valén, les gustó mucho nuestro trabajo y nos propusieron hacer el espectáculo que nos tiene hoy aquí, en Málaga. Además, en esta ocasión nos propusieron hacer nosotros los números: toda la creación es nuestra.

Cuando recibió la llamada para unirse a aquella Alegría original, la gira estaba en sus últimas fechas. Imagino que fue muy intenso, ¿cómo recuerda aquellos meses?

Efectivamente. Lo viví con mucha intensidad porque yo entraba al final de un espectáculo que llevaba funcionando desde 1994, así que había gente que llevaba una barbaridad de años, con toda su vida dedicada a ese show. Yo llegué como ‘el nuevo’, para hacer solo seis meses, y la emoción que viví en Amberes, en el último espectáculo, fue impresionante: compañeros llorando de emoción, tristeza y alegría al mismo tiempo por terminar una etapa..., mientras que para mí era un comienzo.

¿Y su primera función? Supongo que también sería especial.

Mi primera función fue en Londres, con un público muy exigente, y yo tenía experiencia pero no había actuado nunca delante de 4.000 personas con un espectáculo tan potente. Estaba nervioso, pero muy contento de estar ahí.

Remontándonos, más aún, a sus inicios, ¿cómo despertó su interés por el circo y, más exactamente, por la rama del clown?

Lo primero que me interesó fue el cine: yo quería ser actor, y si podía serlo de películas de acción, mucho mejor [Ríe]. Así que empecé por el teatro: lo descubrí en la adolescencia, me encantó y lo estudié; el circo vino después. Recuerdo, cuando era un niño, que yo me comía los trozos de pizza al revés: les daba la vuelta y se me caían todos los ingredientes encima. Me di cuenta de que era bastante patoso y hacía reír a la gente sin querer. El humor me empezaba a interesar, veía mucho cine de Chaplin y demás, y descubrí la existencia del clown: una técnica para apender a hacer personajes con humor. Y aquí estoy: de payaso.

Y desde esa formación en la ESAD hasta las tablas de Alegría, ¿qué ha habido entre medias?

Empecé mi carrera proesional a la vez que estudiaba. Mi primer trabajo fue haciendo teatro para niños con los profesionales que a día de hoy llevan PupaClown. Con ellos descubrí lo que era hacer espectáculos reales, más allá de formarme. A los años, fundé con otros compañeros la compañía de la que te hablaba, Les Bouffons, con Antón Valén como director. Hicimos varios espectáculos de creación propia al mismo tiempo que trabajaba para otras compañías de teatro de Murcia. También quise abrirme camino en la televisión y trabajé en Aída, en Gavilanes… Pero entonces apareció el Circo del Sol.

Entiendo que, por lo tanto, volver a Alegría en 2019 fue un poco como volver a casa. ¿Cómo está siendo la gira?

Está siendo la mejor gira que he vivido dentro del Circo del Sol. El espectáculo se hace en lo que llamamos ‘Big Top’ [carpa], por lo que es una experiencia mucho más bonita y cercana. Esto, junto con el hecho de haber creado nuestros propios números, hace que cada función sea un placer. Además, los compañeros son maravillosos y hay mucha libertad de creación: nos permiten cambiar los chistes que queramos. Está siendo la mejor experiencia de mi vida.

Hábleme del espectáculo en sí: ¿por qué es especial este montaje?

A nivel personal, es muy especial porque tuve la suerte de vivir esa poética y magia que tuvo el Alegría antiguo, dirigido por Franco Dragone, creador de algunos de los montajes más emblemáticos del Circo, como O y Quidam. El nuevo espectáculo le da una nueva visión a un concepto que sigue siendo bonito, vigente y necesario: la emoción, el sentirte conectado con un espectáculo en directo que te está regalando momentos impresionantes con una historia sencilla pero que te toca el corazón. Con esta obra vives un sueño.

Es uno de los payasos del elenco. ¿En qué consisten sus intervenciones en el show?

Somos dos aristócratas muy tontos, así que nuestro rol es hacer que el público se calme, se ría y pase un buen rato tras ver números acrobáticos que les encogen el alma. Son dos personajes barrocos que se encuentran y, aunque al principio parece que van a matarse, acaban gustándose, enamorándose. Todo eso genera una historia de separaciones y reencuentros que ocurre entre el resto de números de todo el espectáculo. El público nos sigue durante todo el show.

¿Y cómo conviven los payasos en una producción del Circo del Sol, rodeados de trapecistas, acróbatas, contorsionistas…? ¿Se valora su trabajo tanto como el de ellos?

Lo bueno que tiene el Circo del Sol es que, pese a ser una compañía que revolucionó la forma de hacer circo, que cambió el formato –dejando de usar animales y centrándose en la mezcla de expresión corporal, poética y acrobacia–, mantuvo el concepto del payaso ‘tradicional’. De hecho, ese ha sido siempre el eje que ha sostenido el ritmo de sus espectáculos, y es una decisión muy acertada porque es lo que te permite disfrutar del resto del show. Si solo hay números acrobáticos, te da un ataque al corazón [Risas]; llegaría un punto en el que la tensión no le dejaría al público disfrutar de lo que está viendo. Así que, en ese sentido, sí, la figura del payaso encarna la vuelta de la humanidad, de la sencillez, de la risa, y el Circo del Sol nos respeta igual, o incluso más, que a un acróbata. Nos cuidan porque no es tan fácil encontrar payasos y son los que sostienen la parte humana del espectáculo.

Por cierto, ¿qué pasa en Murcia con la cantera de payasos? Porque hay unos cuantos muy destacados: usted mismo, Antón Valén..., y su compañero, Pablo Gomis, también se formó aquí.

Yo creo que es el zumo de limón. Los limones de Murcia son como la poción mágica de Asterix y Obelix, que nos convierte a todos en idiotas profesionales [Ríe]. No sé qué ocurre en Murcia, pero la verdad es que es muy cómico –nunca mejor dicho– que hayamos salido varios de la cantera de Antón Valén y que hayamos acabado trabajando en el Circo del Sol. No sé... Supongo que tenemos un carácter, propio de todo el sur de España, que nos hace usar del humor para reírnos de los problemas; superamos las adversidades tirando de la comedia. Y no hay que olvidar que crecimos con Tricicle, Martes y 13, Gomaespuma, Cruz y Raya… El humor nos ha salvado de las crisis y de un montón de cosas más, y Murcia no es una excepción.