Entrevista | Irene Vallejo Escritora

"Jamás habría imaginado que un ensayo sobre el origen de los libros suscitase tanto interés"

La autora zaragozana visita Murcia este martes para presentar una nueva versión de su bestseller 'El infinito en un junco'

Esta vez, en formato cómic y de la mano de la guionista Xisca Mas y el dibujante Tyto Alba.

La escritora Irene Vallejo.

La escritora Irene Vallejo. / EFE

Saúl Fernández

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) es la autora de El infinito en un junco, una profunda reflexión sobre la lectura y la historia de los libros que se publicó por primera vez en 2019 y que le otorgó el premio Nacional de Ensayo y la hizo superventas. En España y fuera de España, porque ha firmado, por ejemplo, cuarenta traducciones en estos cinco años. La última y más singular versión de su libro está en cómic. Salió en octubre, la firman el dibujante Tyto Alba y la guionista Xisca Mas y esta tarde (19.30 horas) su máxima responsable la presenta en la Biblioteca Regional de Murcia –dentro del programa especial por el vigésimo aniversario de la Comicteca’– en conversación con Luis Alegre.

El infinito en un junco, que editó en 2019, ya está traducido a cuarenta idiomas. ¿Cómo se ve eso desde este presente?

[Risas] Lo sigo viendo todavía con profunda perplejidad y sorpresa. Estoy maravillada por todo lo que ha sucedido desde que el libro apareció. Jamás habría podido imaginar que un ensayo sobre el mundo clásico, las humanidades y el origen de los libros suscitase tanto interés. Siempre creí que interesaría a un puñado de lectores, máxime cuando en los tiempos en que emprendí la escritura de este libro todo el mundo nos decía que se acababan los libros, que eran objetos anacrónicos en un mundo de pantallas y de nuevas tecnologías. Entonces se hablaba en términos muy apocalípticos del fin de la lectura, de su abandono por parte de los jóvenes. Bueno, nos hacían sentir a las personas que amamos la lectura y los libros casi como los últimos de una especie que se extinguía irreparablemente.

Pero todo aquello fue un espejismo.

Sí. El caso es que decidí escribir un ensayo pensado para un público amplio en torno a mis estudios de más de una década sobre la historia del libro. Tenía esa perspectiva y sabía que los libros y la lectura habían sobrevivido a grandes amenazas en el pasado, a caídas de imperios, a persecuciones de la censura, a la pobreza, a los altos índices de analfabetismo, a las hogueras y a la destrucción y saqueo de grandes bibliotecas. En fin, a las mayores catástrofes del mundo. Digamos que, desde este punto de vista, y adoptando esta perspectiva, sentía que el libro ha sido un superviviente más poderoso de lo que nos estaban dando a entender en ese momento. 

Y realmente, lo escribí sin ambiciones, ni grandes expectativas. Sobre todo, en un momento de vida complicado, recién nacido mi hijo con graves problemas de salud. Estaba en el hospital, cuidándolo, y sacaba unas horas al día para escribir, sobre todo porque era terapéutico para mí, porque me ayudaba a salir adelante. Además, ese había sido el tema de mis estudios y de mi trabajo y quería volcarlo en un libro que no fuera académico, si no que tuviera una escritura literaria. Pero, en realidad, en ningún momento me planteé qué posibilidades editoriales tenía o si habría público para este libro; más bien, con la convicción de que no sería así. Así que todo ha sido un asombro constante desde que apareció en septiembre de 2019. Al principio avanzó muy lentamente y, después, coincidiendo con el confinamiento y la pandemia, el público lo catapultó de una forma que yo todavía no me explico, que no sabría reproducir y que dependió de factores muy azarosos y, sobre todo, de la generosidad de los lectores, que no se limitaron a leerlo.

¿Qué le dijo Siruela cuando entregó el manuscrito?

Ellos me dijeron que les interesaba, que les gustaba, que encajaba muy bien en su catálogo por el tema y por el concepto de un ensayo con una lectura literaria enfocado a un público amplio. Pero lo cierto es que ninguno de nosotros esperábamos que el libro tuviera este recorrido que está teniendo. Ni remotamente. Nuestras expectativas máximas era poder llegar a una segunda edición. Esto lo digo, además, con todo el cariño a la editorial. Me parece que tiene más mérito publicar libros porque te gustan y sin esperar que vayan a ser un gran éxito. Esto es, un poco, lo que hacen muchas editoriales independientes: publicar libros que les parecen más interesantes, pero quizás más minoritarios, y tratar de compensarlos con otros que tienen más ventas. 

Un ecosistema complicado el del mundo editorial...

Sí. Es un microcosmos en el que hace falta que haya libros que se vendan mucho para asegurar la supervivencia de las redes de distribución y que, luego, al cobijo de esos libros que sostienen la parte más industrial, puedan nacer y florecer otros, desde luego más minoritarios. En este microcosmos, unos libros ayudan a otros. Pero, insisto: jamás, ni el proceso de escritura ni durante el año en que estuve puliendo el libro trabajando con mis editores, imaginé en absoluto que El infinito en un junco podía ser un libro de esos que llegan al gran público. Ni siquiera la literatura es mayoritaria como actividad. Así que las traducciones del libro, desde luego, han sido un regalo...

¿Cuál fue la primera?

Las primeras fueron la francesa y la portuguesa, por cuestiones de vecindad. La neerlandesa también fue una de las primeras.

¿Y la griega?

Llegó, pero más tarde. Primero fueron estas más próximas, pero luego hubo otras como la danesa, la finlandesa...

¿Reserva una estantería para todas estas traducciones?

Reconozco que tengo en el despacho en el que trabajo una estantería para las traducciones, sí. No las he recibido todas: hay países de los que no me han llegado todavía. Algunas son fáciles de conseguir, incluso por Amazon, pero otros son complicados hasta porque tienen caracteres distintos y es difícil su búsqueda. Espero reunirlas todas porque sería bonito tener el despliegue al completo. Las he visto todas en PDF, pero me gustaría tener el libro físico. Por lo que significa.

La versión más extraña de todas, sin embargo, es la que viene a presentar: la de cómic.

Para mí, que fui muy lectora de historietas en la infancia, pasar mi libro a cómic es algo que me ilusionaba enormemente. Llegó a mis manos la adaptación de Tyto Alba de El olvido que seremos, la novela de Héctor Abad Faciolince. Mientras la leía, se me ocurrió la idea: «No sé si es una ocurrencia temeraria y absurda, pero ¿y si hiciéramos un cómic de El infinito en un junco?». Lo planteamos a la editorial y yo no sabía si me iban a decir que eso era una locura que no iba a ser en absoluto comercial porque no se hacen muchos cómics a partir de ensayos, pero unos meses antes de que empezáramos a trabajar se publicó una adaptación de Sapiens, de Yuval Noah Harari. La confluencia de esas dos cosas: la lectura de la versión de Tyto Alba y el Sapiens me hizo pensar que a lo mejor no era una insensatez. Lo propuse a la editorial, que aceptó el envite, y entonces empezamos a trabajar. Fue, desde luego, un proceso largo.