Tribuna libre

Ha muerto un creador de excepción

Juan Bautista Sanz

En las primeras horas de hoy [por ayer], de la recién nacida primavera, nos ha llegado el trueno de la fatal noticia de la muerte de Antonio Ballester Les Ventes, un excepcional artista que siempre fue la sorpresa brillante de su generación, la de los ochenta, esa que ya se va sintiendo herida por sus notables ausencias. De inmediato he escrito a su primo Juan: «Siento un profundo dolor por la muerte de Antonio», y él me ha contestado: «Otro vacío más». Es el resumen preciso de una tristeza compartida con el mundo mágico de los Ballester.

Hoy me niego, aún, a escribir en pasado de él –tiempo largo habrá–, lo hago para que sus ojos abiertos me lean y comprueben mi admiración por su vida y obra, mi angustia por su viaje prematuro; la muerte siempre elige mal y, en esta ocasión, de forma desafiante entre la excelsa nómina de los mejores.

Antonio es un ser especial, había heredado ternuras francesas, ironías murcianas del alma y un poderoso caudal creativo por su genética y su educación artística. Entre los artistas de su generación, él es el que sorprende con su obra, el adelantado del ingenio y del genio, el de la aportación más audaz en cualquier propuesta o proyecto; a cada llamada su respuesta alcanzaba un cenit inalcanzable para otros, para todos.

A las nuevas generaciones que se interesan por el arte, les recomiendo el estudio del trabajo y obra de Antonio Ballester; en pintura, en dibujo, en su espectacular escultura; en la fotografía y el diseño gráfico; él es el creativo por excelencia en la multidisciplina. Encontró lo inexistente, el negro en la naturaleza, en las cosas, la difícil y fecunda autenticidad que ejecutan sus manos, con magnífica singularidad. Y siempre desde un carácter dulce, amable e introvertido que valora los momentos de reflexión ante el acontecimiento artístico que está a punto de nacer de su indudable talento. Quiero aconsejar una visión poco apresurada de su aportación al arte español y en Murcia, en particular. Nuestras colecciones están enriquecidas con su presencia; pasen, vean y sepan de su humor con Otto y su moto, El orangután, Torrente B., Cada tonto con su silla, sus rockeros, sus piezas eróticas... Se trata de una originalidad manifiesta y a la vista, la gran realidad de un ser nacido para encandilar las esencias más sugerentes de la plástica. Hay que estudiar su cartelismo también, su ejemplar obra gráfica con dosis argumentales: La Virgen de los 7 puñales, Que no quede ni uno o el King Kong de los noventa que abraza la torre de la Catedral de Murcia; un sinfín de obras que le sitúan en la vanguardia excelsa, la de verdad y no la ideologizada traumatizante.

Antonio Ballester significa presente silencioso y silenciado por este caos que representa la vida y la muerte; ambas no fueron fáciles y obtuvieron fina respuesta con una prudente y sabia sonrisa, con un abrazo consecuente con el futuro.

Quiero agradecer aquí, públicamente, la hermosa mano de Lola Paz, compañera en los tiempos definitivos, los que guardan su gloria y memoria inmarcesible.

Todo está por hacer y por venir. Disfrutaremos de Antonio y su proyección en nuestros intereses artísticos; estudiaremos su quehacer con detenimiento y la haremos llegar para su conocimiento a los mas pequeños de hoy, los asombrados adultos de mañana, ante sus hallazgos y magia. Es un ser especial y siempre lo será.