Artes escénicas

'El sonido oculto': nada es lo que parece

Toni Acosta y Omar Ayuso dan vida a los personajes creados por el laureado Adam Rapp en este thriller psicológico en el que «la línea entre la ficción y la realidad es casi invisible». La obra llega mañana al Centro de Artes Escénicas de Torre Pacheco

Obra de teatro El sonido oculto

Obra de teatro El sonido oculto

Amparo Barbeta

Dice Toni Acosta que el texto de El sonido oculto, del norteamericano Adam Rapp, es una obra «hipnótica». Un thriller psicológico en el que «nada es lo que parece y la línea entre la ficción y la realidad es casi invisible». El montaje que, dirigido y versionado Juan Carlos Rubio, cuenta la historia de Julia Martín, una profesora de escritura en la Universidad de Salamanca que, entre libros de Dostoyevski, conoce a Hugo Barroso (Omar Ayuso), un estudiante que acude a ella en busca de inspiración para su novela, se representará mañana en el Centro de Artes Escénicas de Torre Pacheco. Pero ojo, detrás de esta breve sinopsis hay mucho más de lo que parece porque resulta que el estudiante es quien parece inspirará a Julia, hasta límites insospechados. O no.

En la adaptación, Rubio no se limita a traducir y respetar el trabajo del premio Pulitzer -una pieza que triunfó en Broadway y sedujo al público y a la crítica en Nueva York- sino que logra adaptarlo a la cultura española transformándolo en una historia más cotidiana y cercana, lo que alcanza trasladando la acción de Connecticut a Salamanca, haciendo que el dúo en vez de pasear por la Quinta Avenida de Nueva York lo haga por la Plaza del 2 de Mayo de Madrid o el barrio de La Latina y, entre otros matices, cambiando el nombre de los personajes de Bella Baird por Julia Martín y Christopher Dunn por Hugo Barroso, a los que, respectivamente, dan vida Toni Acosta y Omar Ayuso. Dos actores que tiran de ironía para que sus personajes se rían de la situación en la que están y, a su vez, se enfrenten al reto diario de que el público les acompañe en su historia y mantenga la tensión aunque no sepa hacia dónde se dirige la obra.

En la pieza, muy atractiva visualmente y diferente de su predecesora, Juan Carlos Rubio invita al espectador a navegar por una atmósfera llena de misterio que ayuda a valorar el simbolismo que se esparce por la pieza y, además, consigue potenciar la atención ante lo que pasa en escena para tratar de desvelar qué es realidad y qué es ficción.

Lo curioso de esta adaptación es que, mientras que en otras puestas en escena, fuera de España, algunos directores han visto en el texto una insólita historia de amor platónico, en esta versión el poso es de un sabor amargo, angustioso reflejo de profunda neurosis. Para el espectador, propone Rubio, queda resolver el enigma de qué pasará.