En su rincón

Carlos salas: arte en el ADN

Carlos Salas en su galería.

Carlos Salas en su galería. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Carlos Salas González es un apasionado de la Historia, el Arte y el Cine y lo sabe transmitir a sus alumnos como un gran profesional enamorado de lo que hace. Con otros dos socios, se ha embarcado en montar una nueva galería de arte en la conocida calle Correos de Murcia: ‘La Luz’, con lo que completa su amplia dedicación al arte regional: es profesor de la Escuela de Arte, profesor asociado de la Universidad de Murcia, especialista en cine y experto escritor de catálogos y artículos en revistas de arte. Me lo encuentro en su preciosa galería, enfrascado en el montaje de la próxima exposición del artista Manuel Pérez, una muestra que se inaugura el próximo martes sobre flores y temas vegetales.

Me gusta que, cuando el mundo parece que se derrumba o, más bien, que lo hacemos saltar por los aires, esta galería apueste por la belleza que si en otras épocas pudo parecer evasiva, en estos momentos se convierte en una propuesta realmente esperanzadora e incluso revolucionaria. En su despacho hablamos de su trayectoria y de sus antecedentes familiares: «Vengo de familia de músicos. Mi bisabuelo, José Salas, fundó la Orquesta Sinfónica de Murcia y mi abuelo Antonio Salas Ortiz fue intérprete de violín y director de orquesta y, a su jubilación, fundó la Academia de Bellas Artes de Murcia, de la que fue el primer director. Es por eso que yo estoy tan vinculado a ella».

Prosigue con sus recuerdos: «No se me olvida, de niño, el olor del taller de mi abuelo materno, Antonio González Conte, que hacía gigantes y cabezudos y carrozas de carnaval, para el Entierro de La Sardina y para Fiestas de Cádiz, Canarias y otros muchos lugares de España». Lo de las olores de la infancia nos lleva a recordar aquello de la magdalena de Proust: «también me acuerdo del olor a jazminero de la casa de mi otro abuelo. Hay cosas que nunca se olvidan, ni aunque seas viejo y padezcas de alzheimer, cosas como sabores, olores, músicas, canciones y yo incluiría también poemas e imágenes fotográficas o de cine».

Se matriculó en Derecho porque pensó en continuar el oficio de juez de su padre, pero tras el primer año, pasó a su pasión artística y estudió Historia del Arte. «Imagino que también influyó ver que mi madre estudió cerámica en la Escuela de Arte, nada menos que con González Moreno, a quien considero, junto a José Planes, de lo más grande de aquella generación de artistas murcianos». Luego estudió otra de sus pasiones: «Me recomendaron que si me gustaba el cine que lo estudiase en Valladolid, donde se fundó la primera de las cátedras de España. Me especialicé en historia y estética del cine y tuve de maestro a Jesús González Requena, a quien luego he traído varias veces a la Región. El cine siempre ha sido otro de mis mayores intereses, hasta en mi tesis doctoral: ‘Influencia del Cine en las Artes Plásticas en la época de las Vanguardias’». Le confieso que me interesa mucho el tema y hablamos de ello: «Lo lógico sería ver la influencia de las artes plásticas en el cine, pero lo sorprendente e interesante de aquellos primeros años del cine es lo contrario: el influjo de éste en los pintores o escultores».

Disfruto de la conversación con Carlos Salas como se disfruta con la gente inquieta y leída. Hablamos de la trayectoria artística regional: «Hay que reconocer que en la segunda mitad del siglo XX hubo aquí un buen número de grandes artistas, y puede que en la actualidad también los haya, yo creo que sí, pero habrá que esperar unos años para que la cosecha decante, el tiempo nos da la perspectiva que ahora nos falta». Me confiesa que le apasiona la creatividad pero que, aunque lo intentó, nunca se vio capacitado para lo manual ni las artes plásticas: «Me ha ido mejor la escritura. Desde el instituto me decanté por las letras puras, siempre me gustó leer y escribir. Llegué a ganar el Creajoven de poesía, he escrito relatos y, por supuesto, multitud de textos para catálogos, revistas y otras publicaciones. Lo mío va más por la escritura creativa, se podría decir», y me habla de aquella revista Antaria, sobre arte, literatura y cine, que le publicó textos suyos y cuyo último número llevaba de portada una ilustración de Manuel Belzunce, del que hablamos un rato, aprovechando que está montando su discípulo por la galería.

Volvemos a hablar de la importancia de tener buenos maestros y profesores con vocación. Yo siempre cito al cartagenero Enrique Gabriel Navarro, del que tanto aprendí, y Carlos Salas me habla de José Antonio Conesa: «Puede que haya tenido algún profesor como él, pero mejor ninguno. Me dio clases en el instituto, hizo que me enamorara de la Historia del Arte y mira por dónde, vive aquí al lado de la galería. Hemos recuperado la relación, viene a mis inauguraciones, hablamos y es todo un lujo habernos reencontrado. La galería me está dando mucho, es cierto que el tema de las ventas está muy complicado, pero el encuentro con artistas, clientes, amigos, aficionados al arte, etcétera, es muy gratificante. He de confesar que cuando montamos la galería no nos movió el tema económico como lo prioritario. Esto es un negocio que tiene que ser rentable, para mantenerse, claro, pero también es una apuesta de vida que nos llena. La vida es algo más que tener un sueldo fijo».

«Llevo 11 años en la Escuela de Arte, estoy muy implicado en ella, llevo 6 años de jefe de Estudios y confieso que me llena mucho la relación con los alumnos, por eso me pido ir a los viajes de estudios con ellos, si puede ser en las fiestas, para huir de Murcia el día del Bando. Me gusta contribuir a que los chavales tengan otras alternativas de diversión mejores que estar tirados y borrachos ya al medio día». Terminamos hablando de cine y de series, y me sentencia: «W. Allen, Billy Wilder o Hitchcock demostraron que se podían hacer obras maestras en 90 minutos, ¿por qué esa manía de hacer películas de más de 3 horas? En el arte la tijera es fundamental, hay que seleccionar». Culto, cultiva la amistad, vive solo en la Gran Vía y ha apostado por no tener coche y encima muy buena gente.