El ojo invisible

¿Se puede fotografiar el alma?

A lo largo de la historia de la fotografía son muchos los autores que han asegurado haber captado con su cámara el preciso instante de la muerte, en el que la esencia del ser abandona para siempre la carne, así como el aura de los difuntos. Repasamos aquí algunos de los casos más sonados y nunca confirmados

La mujer de Baraduc justo antes de morir, en 1907.

La mujer de Baraduc justo antes de morir, en 1907. / L.O.

¿Se puede fotografiar el alma? Aunque no existe evidencia científica que confirme esa idea romántica sobre la capacidad de la fotografía para captar imágenes más allá de la pura realidad, lo cierto es que su historia está repleta de casos en los que en algún momento la lógica quedó en entredicho. Una sombra, una forma certera, la cara de un individuo que en principio no debía estar allí, e incluso la silueta de la muerte acechando desde un rincón de la escena. Todos hemos oído historias de este tipo, incluso seguro que alguna vez habéis contemplado una de esas imágenes del misterio que te dejan sin palabras. A mí también me ha pasado. Una persona muy cercana conserva una antigua fotografía de su padre que es realmente espeluznante. Sé, con toda seguridad, que no se trata de una manipulación, es una imagen en blanco y negro de los años sesenta que muestra a tres amigos. En sí no es una escena extraña, tres señores que parecen muy animados, van andando y hablando en lo que parece una conversación animada. Si te fijas, de repente, detrás de uno de ellos, una forma totalmente definida surge tras su espalda. Su silueta es totalmente negra, su forma recuerda a la de un nazareno, aunque en realidad no lo es, y sólo dos puntos luminosos destacan en su rostro de manera terrorífica. Pocos días después de haber sido tomada, el padre de esta persona falleció, así que siempre existió en la familia la creencia de que ese personaje negro era la misma muerte que ya seguía sus pasos.

Muchos artistas han llegado a plantearse la posibilidad de poder inmortalizar el alma humana a través de placas, negativos o incluso píxeles, aunque la creencia generalizada es que esto no es posible, no se pueden capturar entidades espirituales como pueda ser el alma, en realidad de existir tampoco sabemos cuál sería su forma; su veracidad se entiende más como un concepto religioso que físico aunque siempre hay mentes inquietas que saben mirar más allá de la obviedad.

A finales del siglo XIX y principios del XX, hubo una gran afición por todo lo paranormal y la fotografía se presentó como el medio ideal para tratar de captar ese algo más allá de lo puramente físico.

Uno de los pioneros fue el médico francés Hippolyte Baraduc, quien convencido de su capacidad de fotografiar el alma en el momento de abandonar el cuerpo hizo la prueba con el de su propia esposa enferma en 1907. Sentado con la cámara frente al lecho de su señora hizo una fotografía veinte minutos antes de fallecer, capturando una especie de niebla que la rodeaba. Quince minutos después de su muerte otra imagen consiguió atrapar tres formas luminosas y una bola brillante que según explicó Baraduc se elevaron y desparecieron. Esa fue su gran prueba de que el alma existe y además se puede ver.

Contemporáneo a éste encontramos a Louis Darget, excomandante del ejército francés cuya teoría era que se podían hacer fotografías incluso de los sueños y los pensamientos. Tomando nuevamente a su esposa como obligada ‘cómplice’, le dijo: «Apagaré la lámpara e intentaré tomar una impresión de fluidos sobre mi frente», luego: «Te entregaré una placa para que lo hagas también». El resultado, una primera toma que él llamó Fotografía de un sueño. El águila, prueba que confirmaba su gran descubrimiento: cuando el alma humana produce un pensamiento envía vibraciones a través del cerebro y el fósforo que contiene empieza a irradiar unos rayos que son proyectados hacia fuera. Convencido de estos resultados estuvo durante más de treinta años investigando y poniendo placas fotográficas en las cabezas de todo aquel que se dejaba.

En una vertiente mucho más comercial se encuentran aquellos fotógrafos que afirmaban que podían retratar a una persona y a sus seres fallecidos en una misma escena. Podríamos decir que hasta se convirtió en una tendencia habitual eso de tener una foto con los fantasmas de tu mujer, tu hijo, marido o padres. Frederick Hudson fue uno de aquellos fotógrafos especializados en el más allá, el primero en fotografiar espíritus en Gran Bretaña en la década de 1870 que trabajó en colaboración con la médium Georgiana Houghton.

No creáis que esa idea de que la fotografía sirve de puente entre lo visible y lo invisible, es algo sólo de época victoriana porque en nuestra era existen diferentes y variados estudios que afirman haber conseguido fotografiar el alma humana; sin olvidar que en muchas culturas creen que cuando alguien hace una fotografía te roba parte de ella, eso es otra cuestión.

El quirófano de un hospital en Frankfurt fue testigo de un hecho insólito, en el transcurso de una operación hubo una complicación y la paciente falleció, justo en ese momento uno de los doctores documentaba el proceso con fines educativos fotografiando cada uno de los pasos. La sorpresa llegó cuando al revelar las imágenes, una de ellas consiguió congelar el momento justo que el alma de la señora abandonaba su cuerpo ascendiendo en presencia de los médicos. El mismo Juan Pablo II se mostró interesado y el Vaticano pidió una copia de la fotografía para hacer una investigación de la que a fecha de hoy no se tienen noticias de su resultado.

Ahora que ya he conseguido captar vuestro interés y atención tengo que confesaros que nada es lo que parece, la historia de la fotografía está llena de fraudes o engaños de todo tipo. Aquellos destellos luminosos captados por el doctor Baraduc frente al cuerpo muerto de su esposa fueron el resultado de pequeñas fisuras en su cámara que él desconocía. Los pensamientos obtenidos por Louis Darget no eran reales, sino la consecuencia de una mala disolución en los productos de revelado y el mismo calor de la piel humana.

En realidad aquellos primeros fantasmas de la fotografía victoriana eran manipulaciones hechas por el fotógrafo gracias al uso de exposiciones cortas, en el caso por ejemplo del polémico Frederick Hudson sus contemporáneos ya le criticaron por falsificar entes mediante un proceso de doble exposición, incluso se dice que usaba una cámara trucada hecha por un artesano que vendía aparatos de prestidigitación.

A pesar de todo es un tema que sigue generando interés y continúa siendo motivo de estudio por parte de científicos y fotógrafos, quizás algún día tengamos la fotografía definitiva que lo confirme. La noticia del hospital alemán que de manera inesperada consiguió esa instantánea del alma de una paciente con excepcional claridad no tiene base, ni certeza, ni parece ser tampoco real, es otra leyenda urbana.