Entrevista | Salvador S. Molina Guionista y escritor

"Los escritores somos caníbales de la realidad: nos alimentamos de lo que vivimos u oímos"

Tras hacerse un nombre en la industria del audiovisual y lograr algunos reconocimientos literarios con relatos u obras cortas, el alhameño ha dado el salto a la novela con El mal hijo (2024), una historia de crecimiento, del paso de la niñez a la adultez, pero disfrazada de thriller y ambientada en su pueblo.

Imagen Salvador Serrano Molina

Imagen Salvador Serrano Molina / L. O.

Asier Ganuza

Asier Ganuza

No tarda Salvador S. Molina (Alhama de Murcia, 1992) en advertir que esto de las entrevistas es algo nuevo para él y que, además, es tímido y tartamudea, pero lo cierto es que habla (muy) claro. Sobre todo porque tiene claro qué es lo que hay y qué es lo que le gusta, y lo que le gusta es escribir. Y lo que hay –ahora mismo–, hacer guiones para otros. Así se gana la vida: como guionista. Y lo cierto es que no le va nada mal: es corresponsable de los textos de series como 45 revoluciones (2019) y de películas como La fortaleza (2022), e incluso ha trabajo en producciones destacadas como Malasaña 32 (2020), de Albert Pintó. Pero en su afán por dar forma a sus propias historias –sin injerencias externas–, ha escrito El mal hijo (Espasa, 2024), su primera novela, y está más que contento. Además, su publicación casi ha coincidido en el tiempo con el nacimiento de su hija, con lo que se muestra muy feliz en su charla con este periódico. Ahora, eso sí, el relato que motiva esta entrevista parte de un suceso lejano, pero familiar, mucho menos alegre: (la idea de) el secuestro de un hombre por parte de su madre; un secuestro que tiene lugar en una cabaña de la huerta murciana.

¿Cómo es eso de tener ya su primer libro en la calle? ¿Es emocionante, estresante, da pudor...? ¿Cómo lo está viviendo?

Pues..., no sé. Aunque suene un poco ñoño, lo primero que me sale decirte es que estoy muy feliz. Piensa que soy guionista, y que a nosotros nunca se nos suele hacer mucho caso, así que esto algo diferente para mí. Sobre todo, está guay eso de poder hablar con la gente sobre mi trabajo y de que, por una vez, tenga el foco sobre mi cabeza. 

¿Y eso cómo lo lleva? Porque normalmente son los actores y directores quienes defienden sus textos.

A ver, yo soy un tío bastante tímido, además de un poco tartaja, con lo que eso de hablar en público y hacer entrevistas se me da regular. Pero creo que es algo que, en general, nos pasa a todos los que escribimos, que no se nos da bien relacionarnos; por eso hacemos un trabajo que es eminentemente solitaria. Yo, por ejemplo, siempre escribo en calzoncillos, o en pijama, y no pasa nada porque estoy en mi espacio, protegido en mi mundo. Pero, claro, una vez terminas la novela... hay que salir a la calle y hacer que la gente la conozca. No sé, me lo tomo como una aventura más. 

De todas formas, no es el primer guionista que se aventura a escribir una novela... Me acuerdo, por ejemplo, de Agustín Martínez, por citar a otro murciano. ¿A qué cree que se debe?

Yo lo tengo muy claro: porque estamos ‘quemados’. ‘Quemados’ en el sentido de que es muy difícil que, como guionista, todo se mantenga en el texto definitivo tal y como tú quieres: al final, en una peli o en una serie siempre hay mucha gente que opina, muchos intereses, pasta de por medio... Pero en una novela nadie más mete mano, nadie te va a decir que quites no sé qué o que la trama debe ir por tal sitio; para bien o para mal, lo que acabe imprimiéndose es lo que tú, y solo tú, has escrito. Y eso también significa que la gente que me conoce (mi familia, amigos) va a encontrar en El mal hijo muchas más cosas de mí que en cualquier otro trabajo.

No es fácil escribir un guion y ajustarse a las exigencias de la cadena o de lo que sea...

Escribir guiones es un coñazo. Tienes que ajustarte a lo que te dicen, a una trama impuesta, a unos formatos... Disfruto más con la novela, la verdad. De hecho, yo empecé a escribir narrativa; lo del guion vino después, pero es cierto que es lo primero que profesionalmente me ha dado de comer.

Más allá de esto ¿qué es lo que le empujó a usted a escribir esta historia? ¿Cuál es la pulsión y por qué decidió que debía ser un libro y no una serie o una película?

Pues es un poco raro de explicar, la verdad. O difícil. Hay historias que me vienen a la cabeza y enseguida digo: «Esto es una peli», o «Esto es un relato» o lo que sea. Y con El mal hijo me pasó que, en cuanto empecé a pensarla, tuve claro que debía ser una novela; ahora, no me preguntes por qué...

¿Por qué?

[Ríe] Yo creo que tuvo mucho que ver lo que te decía antes: que estaba ya un poco cansado de hacer guiones y quería volver a divertirme. Cuando escribo para cine o televisión siento que estoy trabajando, como un fontanero que arregla grifos, pero con la narrativa me lo paso muy bien. Además, en esta historia hay distintos estilos, muchos tonos... He disfrutado mucho.

"Creo que la huerta de Murcia es un escenario a descubrir, y me apetecía contribuir a ello"

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Ahora le preguntaré por ella, pero... ¿es muy distinto escribir un guion a escribir una novela? Me da la sensación de que cada vez menos, de que gusta mucho la ‘literatura cinematográfica’.

A la pregunta te voy a contestar con una pedantería, con una frase de Dennis Lehane, autor de Mystic River, Shutter Island y demás: «Escribir un guion es lo mismo que tomar una fotografía, y escribir una novela se parece más a pintar un cuadro». Y sí, es cierto que cada vez hay más novelas de tono cinematográfico –sobre todo, claro, las que están firmadas por quienes nos dedicamos también al cine–, pero yo he intentado huir de eso. Cierto es que tengo una manera de escribir muy visual, pero he intentado que tuviera ‘entidad literaria’, y creo que se nota en las descripciones, en los personajes... Me gusta pensar que no ha perdido su identidad como novela.

Y no sé si es casualidad, pero tengo la sensación de que la mayoría de ustedes (de los guionistas que se pasan a novelistas) acaban apostando por la novela negra o el thriller.

Quizá en este caso es lo que puede parecer en un primer momento (con lo del secuestro y demás), pero esto es parte del ‘juego’: quería que pareciera una novela negra, pero que conforme avanzaras en la lectura te dieras cuenta de que en realidad es una historia de crecimiento, la de un chaval de once años que un verano se marcha a vivir con una abuela a la que apenas conoce y que empieza a descubrir los secretos de la desaparición de su padre; un hecho que es el que de alguna manera le empuja a dejar de ser un niño para convertirse en un adulto. Y es que eso es lo que realmente me apetecía contar: el paso de la niñez a la madurez, y hacerlo, como te decía, probando distintas fórmulas. Porque en El mal hijo hay mucha comedia, hay ternura, tiene ese punto de thriller... Creo que le puede gustar a mucha gente, la verdad.

He leído que está basado –que no inspirado– en una historia real. Y, más concretamente, en una historia familiar.

Sí. En general, creo que los escritores somos como caníbales de la realidad, que nos alimentamos de todo aquello que vivimos o escuchamos, y mi historia viene por ahí. Tiene que ver con algo que le sucedió a un familiar lejano. Esta persona tenía un hijo con problemas de adicciones –de drogas, vaya– y su madre ideó un plan para acabar con ellos: decidió secuestrarlo y encerrarlo en una caseta en mitad de la huerta hasta que superara su dependencia. Sin embargo, le pararon los pies a tiempo y aquello no llegó a suceder nunca, pero cuando a mí me lo contaron me pareció la hostia. Y El mal hijo es lo que yo imagino que hubiera pasado. Así que sí, tiene un planteamiento de thriller, pero he utilizado eso para hablar de muchas más cosas: de otras historias familiares, de aventuras con mis amigos, con mis vecinos... En definitiva, para hablar de mi pueblo.

Portada de El mal hijo, de Salvador Serrano Molinal

Portada de El mal hijo, de Salvador Serrano Molinal / L. O.

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Por eso quería preguntarle también. ¿El mal hijo es también, en cierto modo, un homenaje a Alhama de Murcia, o simplemente ha ambientado esta novela en su pueblo porque siempre es más fácil escribir de lo que uno conoce?

Es más lo primero. Y que estoy hasta los cojones de que todas las historias tengan que suceder en los mismos sitios (Madrid, Barcelona, etc.). Además, creo que la huerta de Murcia es un escenario a descubrir, y me apetecía contribuir a ello. Pero eso de que es más fácil escribir de lo que uno conoce... A ver, en cierto modo, sí, pero también hablar de lo tuyo da como más pudor, ¿no? Al final, en este libro cuento muchas cosas personales... Pero sí, sobre todo me apetecía hablar de mi pueblo, y aunque no lo pinto como un destino turístico ideal –más bien, al contrario–, quería que los alhameños tuvieran su propia novela.

¿Y qué tal la acogida? Ya lleva algunas semanas en el mercado, seguro que ha recibido ya algunas críticas.

De momento parece que está gustando bastante. He estado con ella en Valencia, en Sevilla, en Santiago de Compostela..., y, a no ser que me hayan mentido [Risas], casi todos los que se me han acercado –lectores o incluso periodistas– me dicen que han disfrutado mucho leyéndola. No obstante, con el paso de los días he aprendido a no preocuparme demasiado por este tema. Te confieso que al principio, recién publicada, me bajaba a Murcia y me paseaba por las librerías a ver si la gente se pillaba el libro, pero me he dado cuenta de que mi trabajo ha sido escribir y publicar esta historia –que ya es bastante–, y que ahora me toca ‘desentenderme’. Que la lea quien quiera, y ojalá les guste.

Por cierto, en octubre ganó el Gabriel Aresti, ahora saca esta novela y... tengo entendido que anda ya con la segunda. Entiendo que su carrera literaria no es un accidente ni un punto y aparte, sino una vía que quiere desarrollar paralelamente a su trabajo en el cine y la televisión.

Sí. En concreto, mi meta –ambiciosa, quizá– es poder pagar el alquiler haciendo guiones y que lo que me dé la felicidad sean las novelas. Así que espero que esta sea la primera de muchas.

Y sobre esa segunda que tiene en el horno... ¿nos puede contar algo?

Que ahora mismo no sé ni si la terminaré porque acabo de ser padre y estoy a otras cosas [Risas]. Pero bueno, supongo que tarde o temprano la retomaré. Y es también una historia ambientada en Alhama y estructuralmente muy parecida a Knockemstiff (2008), de Donald Ray Pollock: en esta historia, él hace una radiografía de su pueblo a través de varios personajes, y yo hago algo parecido aprovechando la muerte de un chico (indagando en cómo los vecinos viven este suceso, cómo les afecta a nivel personal, etc.).

Y además de con la promo de El mal hijo y cambiando pañales..., ¿en qué anda?

Pues ahora mismo estoy trabajando con Bambú Producciones en una serie de Netflix que se empezó a rodar hace un par de semanas. Es una comedia romántica titulada Manual para señoritas y que, supongo, saldrá a finales de año o principio del que viene. Y luego estoy intentando mover un par de pelis que..., bueno, siempre es más difícil (parece que ahora la gente solo quiere ver series). Se llaman La lancha y Miss Carrusel, y estamos peleando por ellas; a ver si alguien nos hace algo de caso...