Horizonte de sucesos

Naturaleza como rizoma extraño

Pedro Pujante

Pedro Pujante

En 1907 se publicó el relato Los sauces, de Algernon Blackwood, una historia de terror sobrenatural. Lovecraft afirmó de su autor que nadie se había acercado a la «seriedad y minuciosa fidelidad con las que registra las insinuaciones de anormalidad en ciertos objetos y experiencias ordinarios». Estas experiencias y objetos, en el cuento de Blackwood, están encarnados por una naturaleza amenazante que se materializa en forma de sauces. La historia trata de dos amigos que se embarcan en una travesía a lo largo del Danubio con un bote. Lo que debería ser una aventura agradable se convierte en una experiencia aterradora, en la que los protagonistas se ven enfrentados con unas fuerzas desconocidas, ancestrales y extrañas que los aterrorizan. Esta historia se puede considerar un texto fundacional de la literatura extraña, que después Lovecraft habría de elevar a la máxima potencia. En ella la naturaleza actúa como una entidad desconocida capaz de engendrar terror.

Al igual que en Los sauces, en la novela Un pianista de provincias, de Ramiro Sanchiz, la naturaleza funciona como una forma aterradora y misteriosa: la fuente del horror. Aquí, como en otras obras de ciencia ficción que abordan las catástrofes medioambientales o presentan futuros postapocalípticos, Sanchiz recrea un mundo postpandemia. Varios son los factores que han contribuido para que la vida, tal como la conocíamos, haya desaparecido: el agotamiento del petróleo, la propagación de un virus infeccioso y la proliferación de la maraña. ¿Qué es la maraña? No está demasiado claro, pero es una especie de sustancia que se alimenta del plástico, que se extiende y prolifera como un rizoma extraño que contamina la naturaleza y enferma a los humanos; que se ha expandido por el Mundo y lo ha transformado en un paisaje pretecnológico, preindustrial y provinciano. Y por estos espacios desolados, atravesados por carreteras a lo Mad Max, viaja el frustrado pianista Federico Stahl con su representante en busca de clientes a los que tocar su repertorio musical.

El viaje de Federico Stahl es un viaje iniciático y al mismo tiempo un regreso a los orígenes, al pasado del protagonista, quien evoca con nostalgia su vida anterior, los felices tiempos previos a la maraña. En este sentido, Un pianista de provincias es una novela generacional, pero que no exalta una época que se vivió sino un pasado imposible que debería haberse vivido si la línea temporal no hubiese derivado en una ucronía onírica e inquietante.

Hay dos planos en esta historia. Por un lado, la narración del viaje y vicisitudes de Stahl, y por otro las extrapolaciones del narrador. Las aventuras de Stahl son vulgares: el reencuentro con un viejo amor, la toma de sustancias, su periplo de pueblo en pueblo, su frustración como artista, su relación inconclusa con la niñez y con su pasado. En definitiva, la ausencia tenaz de futuro para él en mundo gris. Sus recuerdos y la voz del narrador se entrelazan con el segundo plano o textura de este relato: las digresiones sobre música (en especial las Variaciones Goldberg, de Bach), literatura, sueños, cine, el tiempo como materia sólida, de carácter filosófico o relatos dentro de relatos a modo de caja china. Hay, en esta novela, un juego rizomático, con referencias al cine de Lynch o Borges y reflexiones que recuerdan a Caărtarescu, en el modo de tratar de abarcar lo cósmico desde la experiencia personal que es atravesada por lo onírico.

En final de esta historia es revelador y sombrío al mismo tiempo. Un desenlace sorprendente. Sanchiz consigue atrapar al lector, atraerlo hacia la maraña (literalmente) y hacer que el destino patético y fatal de su protagonista se convierta en un final cósmico, simbólico y sugerente.

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