En su rincón

Araceli Reverte: pintar, romper, pintar

Araceli Reverte.

Araceli Reverte. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Vive y tiene su estudio al pie de la montaña y del bosque, en La Alberca, cerca de la ciudad de Murcia pero en una especie de retiro del mundanal ruido; es una de las artistas murcianas más reconocidas y con un importante periplo internacional. Me cuento entre los muchísimos seguidores y enamorados de su personalísima obra, llena de sutileza, sensibilidad y hasta misterio, con un sorprendente, poético y hondo dominio de la figura humana. Hablo de Araceli Reverte Bernal, que expone estos días en la espectacular Galería La Luz, en la calle Correos, que gestiona, entre otros, el profesor Carlos Salas

Por circunstancias laborales de su familia, de origen murciano, la artista nació en Perú y luego ha vivido en varios países de Europa, lo cual la ha moldeado, hecho crecer y abierto la mente. La conversación, en torno a un café, la disfruto sobremanera y me hace reafirmame en lo interesante de su obra y su persona. Desde niña ya dibujaba como una posesa y en Madrid estudió Biología, aunque allí también inició sus estudios artísticos, que luego continuó en Barcelona, en la Escuela Massana. «Con mi pareja, –me cuenta– también he viajado mucho, viviendo en Praga, donde comencé mis estudios en Bellas Artes, que luego continué en Bratislava, Eslovaquia. Tuve grandes maestros, primero artistas checos, grandes pintores de la abstracción, y luego con el imponente y decadente paisaje urbano de la era comunista. Me dediqué a pintar aquellos edificios, perdidos en el tiempo, hasta que un exministro de cultura los vio y me gestionó mi primera exposición». 

Y prosigue: «Mis dificultades con los idiomas no me impedían conectar con el profesorado: me decían ‘pinta’ y luego ‘muy bien’, así que yo no paraba de mirar y de llevar a mi mundo aquellos edificios por cuyas ventanas asomaban personajes solitarios y por cuyos cielos volaban extraños pájaros negros. Siempre he necesitado mirar, es una constante en mi obra, necesito partir de la realidad, y mis trabajos con la figura humana y el desnudo también parten del posado del natural». Y me cuenta que aquella primera exposición la llevó a Viena, solicitada por el Instituto Cervantes. 

Me confiesa que empezó a firmar ‘Reverte’, sin el nombre, porque no quería que la encasillasen como mujer artista: «Por eso también he huido de los típicos temas femeninos, siempre he huido de que me considerasen una maruja que pintaba flores, aunque reconozco que, con el tiempo, he ido perdiendo todos los complejos. Lo fundamental es que cada día sigo aprendiendo», y me cuenta que en la temporada de la pandemia estuvo recibiendo clases online de algún acuarelista, como Francisco Castro.

Cuando vino a Murcia empezó a exponer sus dibujos en la Galería Chys: «Aquí fui perdiendo los grises de Praga y, en mi línea de pintar del natural, tuve una época en la que me dediqué a participar en concursos de pintura rápida al aire libre. Gané algunos premios e hice exposiciones de paisajes, como en Torre Pacheco: paisajes muy personales, mares solitarios, con cierto aire de abstracción. Uno de mis temas recurrentes y preferido ha sido la casita de la encañizada, que he pintando tantas veces y con tantas luces distintas», y yo le reconozco que siempre me ha subyugado su visión de ese lugar que ella llena de melancolía y hermosísima soledad. 

Me confiesa que es bastante obsesiva y una crítica implacable de su trabajo: «Incluso cuando trabajo en formatos grandes, con papeles ya montados sobre el bastidor, no es extraño que rompa una obra antes de terminarla… Bueno, lo cierto es que he roto incluso alguna obra que ya tenía catalogada. Estos tres últimos años en los que he estado perdida, sobre todo por la pandemia, te confieso que no he parado de pintar y, sobre todo, de romper». Y me cuenta que últimamente también se ha obsesionado, más aún, con los clásicos, porque, recordemos, su última gran exposición fue ese homenaje maravilloso a los Salzillos: «Me he enfrascado en reinterpretar obras de Velázquez, Gaya, Goya… Precisamente, en esta exposición de Galería La Luz, he puesto un botón de muestra: mi particular visión de El Apolo de Velázquez», y añade divertida: «Pero a mi manera, claro, que ahora pinto mal y encima me gusta: cada vez con más manchas, difuminados y restregones, justo lo contrario de esa moda que hay por competir con la fotografía, de aterrizar en la realidad en lugar de partir de ella para volar. ¿Qué le voy a hacer si a mí me gustan los borrones y las manchas?».

Y me pide un favor: «No me gusta leer los artículos que hablan de mí, pero no estaría mal que, en lugar de artista, pusieras que soy una pintora de apuntes. Los apuntes son muy importantes y hasta superiores a una obra más terminada, conservo en lugar destacado y consulto a menudo el catálogo de una exposición que se hizo en el Prado: Rubens, pintor de bocetos, y a eso aspiro yo, como el Maestro».

La conversación se alarga y compartimos cosas de los hijos y anécdotas familiares. Me dice: «te agradezco esta conversación que nos está sirviendo para conocernos más». Se lo agradezco yo a Reverte y le transmito mi felicitación por traernos sus nuevas obras, magistrales, ya veréis, y mi alegría porque en marzo volverá a exponer sus Salzillos, ahora en San Pedro del Pinatar. Creativa, intuitiva y profunda, tan llena de sensibilidad, como de inteligencia, buena artista y buena gente, que tanta falta nos hace.