Tribuna Libre

Una exposición y un libro de Martínez Gadea

Santiago Delgado

Santiago Delgado

Vicente Martínez Gadea ha escrito un libro, y lo ha disfrazado de catálogo de su exposición en Arquitectura de Barrio. Un catálogo que titula como un libro: Diario personal. Un texto al que, por aproximación, podríamos decir, con un prudente margen de error, que tiene como tema una ‘Teoría del Arte’, de su arte. El autor predica, ante todo, la libertad e independencia, absolutamente indómita, del creador. Tanto como el rigor de autoexigencia. Las citas de creadores modernos… por supuesto, se escapan a los legos en esta materia, tal cual aqueste cronista, y, como sucede con las estrellas solo podemos percibir su brillo, como un punto que emana rayos de corta trayectoria y extraordinaria luminosidad. Pero nada sabemos de su verdadera forma, ni materia, o de su distancia a nosotros. El escritor confiesa que sus obras tienen un punto de partida conocido, a menudo raro, insólito, y que es la mano, ese segundo instrumento de la mente, tras los ojos, quien va ejecutando trayectoria y orientación. El arte es invención continua, creación autónoma que va construyendo sus raíles de tren, sin reparar en obstáculo alguno; aunque teniendo en cuenta los anteriores, ya asentados en la tierra. Traza túneles o puentes, atraviesa umbrosos bosques, pero llega a la estación termini, un final que nunca fue buscado, pero que fue construido cuando el proceso lo urgió. 

La prosa de Martínez Gadea inventa sus propios signos de puntuación, y aunque participa de la autonomía de párrafo, une a estos con unos puntos suspensivos encerrados en la sutil cárcel de unos corchetes que, misteriosa o mistéricamente, confieren a la vez unidad a todo el texto del libro. Nos sentimos molécula y, a la vez, complejo sistema cristalizado, completo, logrando la unidad del microcosmos y el macrocosmos. Y todo, con una naturalidad franciscana, que hila los datos, con la sencillez del que opera, profesional y disciplinadamente eficaz, en su labor, acaso al margen del tiempo. Crear arte es elaborar una teoría de huida del tiempo. No tiene sentido esclarecer si hacia adelante o hacia atrás. Eso sería no haber huido del tiempo.

El texto de Vicente Martínez Gadea es un himno entrecortado a la libertad creativa

Con una grosera contemplación analítica, podríamos concluir que, en el fondo, es una antología de teorías sobre el arte, espigadas en los escritos de los tratadistas del tema en los últimos cien años, pero tantamente basados en los maestros antiguos. De ahí que salga, como conclusión de lectura, la ilusión de que, en realidad, el texto de Vicente Martínez Gadea es un himno entrecortado a la libertad creativa y al detalle salvador que libra de la ortodoxia ortográfica del pincel, lápiz, bisturí, plumilla o espátula que el creador esgrime ante el soporte en blanco, o acaso pautado, como los papeles de caligrafía china de partida en los cuadros de su exposición en Arquitectura de Barrio. Deber del creador gráfico es explorar técnicas e innovarlas. Hacer de la cocina del arte, arte mismo. La innovación, tan acechada por la extravagancia, debe estar bien situada en el hemisferio cerebral correspondiente que impele al pintor. Si no, tenemos escuela, panorama; pasto del crítico, siempre necesitado de generalizaciones abstractas, agazapadas de conceptos manidos. O, como decía Barthes: arte de goce (sobre lo conocido) o de placer (aventurarse en lo desconocido inmediato: ir más allá es la extravagancia). 

Aunque, para pensar/sentir/gozar, etc. con la exposición Diario personal sobre haber leído aqueste escrito.