Entrevista | Vicente Martínez Gadea Artista

"Si empiezas a racionalizarlo todo, acabarás machacando lo misterioso del arte"

La murciana galería Arquitectura de Barrio acoge la última muestra del polifacético autor, que llevaba cinco años sin exponer

Ha titulado este proyecto como Diario personal y se compone de una serie de dibujos sin temática fija.

Martínez Gadea en la galería Arquitectura  de Barrio.

Martínez Gadea en la galería Arquitectura de Barrio. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Cuatro años después de lo previsto –o de lo que tenían previsto inicialmente sus galeristas–, Vicente Martínez Gadea (Madrid, 1948) vuelve a Arquitectura de Barrio. Pero como Gandalf, un verdadero artista –y él lo es– «nunca llega tarde ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone». O cuando tiene «algo que enseñar». Eso le dijo en 2018 a Coral Marín y Enrique de Andrés, los responsables de este espacio en el número 6 de la murciana calle Julián Calvo, que desde hace unos días acogen con gozo la nueva muestra del también arquitecto y diseñador gráfico, Diario personal. Se trata de una colección de dibujos que Martínez Gadea ha ido realizando entre 2019 y el recientemente concluso 2023; piezas cuyo único nexo común –el artista no ha respetado ni formato, ni estilo ni temática– es que a su autor le han nacido de las vísceras. Y deben haber gustado porque, a estas alturas, todas las obras han encontrado ya comprador. Por suerte, hasta el 9 de febrero seguirán colgadas en el citado estudio, circunstancia que aprovecha La Opinión para charlar con quien las firma, un creador único y uno de los grandes nombres de la pintura regional.  

¿Cómo está, Vicente? ¿Cómo ha empezado el año? ¿Pintando?

Sí, por supuesto. Ya estoy preparando cosas; no puedo parar [Risas]. Además, me he quedado con cosas que no me ha dado tiempo a terminar para esta exposición y ya me he comprometido a que estén listas para la próxima, prevista para dentro de un año, más o menos.

¿Será también en Arquitectura de Barrio?

Sí. Me gusta esta galería. Y me gusta exponer en Murcia. Mi obra la hago para mí, y a mi edad ya no tengo pretensiones de ‘hacer carrera’; si me dicen ahora mismo de exponer en Hamburgo, digo que no, que qué pereza... [Risas]. Lo único que pretendo es hacer realmente lo que quiero hacer.

¿Qué le ofrece a usted la pintura? ¿Es una evasión, un divertimento...?

No. Es una satisfacción, pero también es un sufrimiento. En mi manera de trabajar no hay eso de: «¡Ay, qué bien! ¡Qué relajo!»; no. Cuando uno pinta con una intención, buscando conseguir algo –como es mi caso–, el arte es una lucha constante. Cierto es que hay cosas que salen solas, pero hay otras que no, que tienes que pelearlas. Así que sentarme delante del folio, a mí al menos, me produce una mezcla entre el sufrimiento y la alegría.

Pero es su vocación.

Exacto. Yo estudié Bellas Artes mientras me sacaba la carrera de Arquitectura, e hice mucho trabajo de diseño gráfico a lo largo de mi trayectoria profesional. Pero mi vocación siempre fue pintar, y siempre que viajé lo hice para ver pintura. Por eso, ahora que puedo hacerlo, me centro solo en la pintura.

Antes le decía lo de ‘divertimento’ porque la exposición de Arquitectura de Barrio suena a una recopilación de obras realizadas casi de manera improvisada, sin otro objetivo que dejarse llevar sobre el papel. ¿Hay algo de eso en este Diario personal?

Sí. Yo trabajo para mí; no estoy comprometido con una trayectoria o con una línea concreta, o con una producción que deba ser coherente. A mí me gusta investigar; disfruto con ello. Pero tengo una idea muy personal de lo que esto significa: ahora se le llama ‘arte experimental’ a cosas que realmente ya sabes por dónde van a salir, a instalaciones que se ven venir a lo lejos. Yo creo que cuando realmente te la juegas es cuando pintas unas flores o una ventana, porque este es un terreno muy resbaladizo... Quiero decir: es una cosa que se ha hecho mucho y con la que, por tanto, es muy fácil caer en lo manido, así que es un campo que requiere de un gran trabajo de investigación a todos los niveles, también en soportes y materiales; que conlleva una toma de decisiones constante y que, como es lógico, requiere mayor implicación que ir a lo ‘fácil’, a lo que ya sabes que se te da bien o que gusta.

De ahí la variedad de esta ‘serie’ (si puede llamarse así...).

Sí. Y soy consciente de que esa variedad puede despistar, sobre todo porque no hay una línea que una las obras de esta exposición, ni siquiera en términos estilísticos: igual paso de una obra realista a algo mucho más confuso. Pero es que yo hago lo que me va pidiendo el cuerpo, y además intento no entrometerme mucho, ¿entiendes? Intento dejar que las cosas aparezcan, porque si empiezas a racionalizarlo todo puedes terminar por machacar esa parte misteriosa e indecible que tiene el arte. Creo que un buen ejemplo de esto son las obras que he hecho en unas hojas que sirven para practicar caligrafía china: están divididas por una cuadrícula y es como que invitan a pintar, a rellenar esas recuadros, pero ya, sin pensar demasiado, y si sale bien, perfecto, pero, si sale mal, no pasa nada: se rompe y a por otra. Pero luego, a lo mejor, me apetece pintar un globo terraqueo o las llaves del Panteón Aguirre del Cementerio de Cartagena, y lo hago. Es mi decisión: no quiero tener un solo tema o un solo material de trabajo; no me gusta eso de: «Soy acuarelista» o «Pinto paisajes», yo respeto lo que me vaya viniendo. 

Exposición de Vicente Martínez Gadea en Arquitectura de Barrio.

Exposición de Vicente Martínez Gadea en Arquitectura de Barrio. / Juan Carlos Caval

undefined

Pero tengo la sensación de que cada vez disfruta más con el dibujo (con el lápiz frente al pincel, me refiero).

Eso es cierto. Yo he hecho y sigo haciendo grandes pinturas al óleo, pero me he dado cuenta de que lo que más me gusta –por muchas razones– es el tamaño pequeño, porque me permite empezar y concluir una obra sin que el impulso o la emoción se debiliten. Al final, son piezas que puedo terminar en un día o dos, por lo que la tensión creativa está en todo momento viva. En cambio, cuando un cuadro te lleva semanas... ¡En un mes pueden pasar muchas cosas! Y te puede pasar que acabes trabajando por rutina, o simplemente por terminar. Y luego me gusta el dibujo porque es seco. El óleo es desesperante: tienes que aguardar a que la pintura se asiente para aplicar una veladura o lo que sea; eso con el lápiz no pasa, puedes seguir trabajando e insistiendo sin esperar a nada. Así que creo que voy a seguir por ahí; seguiré haciendo cosas más grandes porque a veces apetece y porque tienen un gran impacto, pero lo que más me preocupa ahora mismo, como te decía, es seguir mi impulso, mi sentimiento, y la mejor forma de hacerlo es con el dibujo, porque va de la cabeza a la mano de manera inmediata.

Esto que me cuenta me recuerda a una cosa que dice en el dosier de Diario personal, a una frase del crítico Peter Schjeldahl que dice que «los artistas le interesan por el modo en que consiguen no formar parte de ningún panorama». ¿Es algo que le preocupa, seguir su propio camino, sin influencias externas?

Mira, cuando uno es joven y quiere presentarse ante el mundo suele caer es una tendencia un tanto peligrosa: «Quiero ser moderno». Enseguida, ese joven artista se siente obligado a adherirse a una corriente, a la que sea que esté teniendo éxito en ese momento; ya sabes: aparecen los vanguardistas y, de repente, todo el mundo quiere pintar como ellos. Así que sí, como dice Schjeldahl, a mí me interesan los artistas en tanto en cuanto son capaces de escapar de esa dinámica, de defender su independencia, su libertad. Como te decía, yo, a mi edad, lo tengo muy claro: quiero hacer lo que me gusta, dar rienda suelta a mis sentimientos, y como además tengo la suerte de tener cierto reconocimiento, nadie me dice nada.

Pero le preocupa ‘llegar’ al público. 

Ser bien o mal recibido me da un poco igual, pero intento conectar, obviamente. Siempre se dice que el arte es comunicación, pero hay gente que cae en hacer cosas absolutamente indescifrables y eso hace que la gente se sienta desplazada y que no quieran volver a la galería. Caer en eso sí me preocupa; yo quiero que haya un intercambio con quienes vengan a ver mi obra.  

En el citado dosier también habla de algunos artistas que le han sorprendido, pero entiendo –por lo que decía de hacer exactamente lo que le apetece, y no otra cosa– que su influencia no está tanto en la forma como en el fondo.

Es que a mí con la pintura me pasa como con la música, que me gusta de todo tipo. Lo que no me gusta son las corrientes de sucedáneos que van repitiendo lo mismo que los anteriores una y otra vez. Me gusta apreciar en la pintura una aportación personal del autor; pero no hace falta que sea nada supertrascendental o épico, simplemente producto del hecho de que un artista se emociona con unas cosas y otros, con otras. Ya no existe el artista universal; ni siquiera Picasso pintaba siempre igual ni le gustaba al mismo tipo de gente. Él siempre ponía la fecha a los cuadros –incluso más grande que la firma o en detrimento de esta– porque le preocupaba mucho esta cuestión, ya que lo mismo te hacía una pieza de corte claramente cubista y, ese mismo día, una obra puramente realista. Y esa libertad es la que debería ser ejemplo e influencia para todos; eso es lo que yo intento seguir. No me interesa tanto una vertiente artística concreta como la creatividad sin ataduras, como la capacidad de un artista de saltar de un lado a otro.

undefined

Por su forma de trabajar, ¿había desde el principio una voluntad de exponer estas obras y de que formaran parte de una misma ‘serie’?

Mira, hace cinco años expuse en Arquitectura de Barrio una serie de dibujos bajo el título La carpeta de Santaballa. Llevaba unos cuantos años sin presentar nada –desde Ventanas, la del Almudí [2014]–, y tuvo muy buena acogida. Así que los galeristas me dijeron de hacer otra al año siguiente, y yo les dije que no, que yo no trabajaba así, que pintaría y que cuando tuviera algo que enseñar les avisaría. Eso de planificar y pensar tanto no va demasiado con la forma en que yo tengo de entender el arte; me gusta que lo que haga sea sentido, no forzado. Y yo mismo me asusté cuando me di cuenta de que habían pasado ya cinco años de aquella exposición, pero el tiempo pasa deprisa... 

Quizá de ahí la gran acogida que está teniendo Diario personal. Me decía Coral Marín, de Arquitectura de Barrio, que ya se ha vendido todo (con lo difícil que está el mercado del arte actualmente...). ¿Le produce eso cierta satisfacción? ¿Es algo que le motiva o...?

¿Cómo no me va a producir satisfacción saber que la gente se pasaba por allí el día de antes de la inauguración para poder elegir su obra y que, para cuando abrió la galería, ya prácticamente no quedaba nada? Hay una pieza que se vendió tres veces porque no se le había colocado todavía el punto rojo [que indica que una obra ya tiene propietario]... Y por supuesto que te alegra. Pero bueno, soy consciente de que ya llevo unos cuantos años en esto, de que la gente me conoce y de que expongo poco, así que también es, en cierto modo, ‘normal’. Aun así, es maravilloso que el trabajo de uno le llegue a la gente, porque al final para eso es para lo que haces una exposición (o, en el caso del músico, para lo que da un concierto; si no, si la música fuera solo para él, no haría falta presentarla en un auditorio). Digamos que también es una forma de saber que no vas ‘hablando solo’ por la calle [Risas].