Cultura

"Queremos romper con esa idea absurda de que para ir a ver a una orquesta hay que ser un erudito"

"Hemos querido coger composiciones meramente funcionales, que estaban en segundo plano, para convertirlas en la actriz protagonista"

«Queremos romper con esa idea absurda de que para ir a ver a una orquesta hay que ser un erudito»

«Queremos romper con esa idea absurda de que para ir a ver a una orquesta hay que ser un erudito»

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Constantino Martínez-Orts (Valencia, 1977) es el corazón de la Film Symphony Orchestra. Lo es como su creador y principal ideólogo, pero también sobre el escenario, como director y maestro de ceremonias. Cuando él late, sus músicos replican al unísono, con la precisión de un reloj suizo. Y el de la ciudad del Turia late mucho y late fuerte, porque lo suyo con la música y el cine es pura pasión. Esto es algo que queda muy claro cuando se le observa subido a la tarima y manejando enérgicamente a sus concertistas durante una de las actuaciones de esta mediática formación, pero también en las distancias cortas, cuando se charla con él. Y es que da la sensación de que este televisivo músico podría pasarse horas y horas reverenciando a John Williams y revelando anécdotas de las bandas sonoras de sus películas favoritas, pero se corta, sabedor de que él no es el verdadero protagonista; bueno, y de que ‘solo’ tiene dos horas y pico para repasar las composiciones que ha acompañado a algunas de las grandes obras del séptimo arte. Por eso, reconoce, cada espectáculo de la ‘FSO’ es «una Odisea en el espacio», y más, Henko, el que presentan este domingo en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia, que abarca casi cien años de cine.

De vuelta al Villegas, a Murcia, un escenario que han pisado ya en varias ocasiones y una ciudad que suele responder a la llamada de la Film Symphony Orchestra.

Pues sí. La verdad es que nos sentimos muy queridos allá donde vamos, pero especialmente en la Región. Y no solo en Murcia, también en Cartagena, que en El Batel también hacemos siempre alguna parada y la respuesta es igualmente maravillosa. Así que estamos muy contentos de volver y de comprobar que el público murciano nos espera a cada nueva gira, porque esta vez, con Henko, vamos a volver a ver un Villegas prácticamente lleno.

Es que la suya es, quizá, una de las formaciones sinfónicas que más público arrastra en nuestro país. Al final, no era tan difícil atraer a la gente –sobre todo, joven– a los auditorios…

[Ríe] Bueno… No hay nada sencillo, pero es cierto que parece ser que hemos dado con la tecla. Llevamos once o doce años de andadura, apostando por un espectáculo que supere el concepto de concierto tradicional, con músicos poco al uso, con un trabajo de iluminación superambicioso para potenciar la inmersión del público, para que no escuchen el tema de Tiburón, sino que lo vean en su cabeza… Y ejerciendo yo como director, pero también como maestro de ceremonias, apostillando cada composición con datos históricos, poniendo el foco en la anécdota, con sentido del humor… En fin, intentando romper esa cuarta pared, acercar esta música al gran público con la idea de romper con esa idea absurda de que tienes que ser un erudito para ir a ver actuar a una orquesta. Por lo tanto, sí, lo hemos logrado, pero hay un trabajo grande detrás, y cada año tenemos que reflexionar y renovarnos para toda esa gente que ya nos ha visto y que quiere más, pero que tiene el listón muy alto (porque nosotros se lo hemos puesto ahí).

Desde luego, esa cercanía que desprende la Film Symphony Orchestra, esa ruptura con los parámetros clásicos de los músicos de Conservatorio, puede resultar atractiva para mucha gente ajena, a priori, a este tipo de conciertos. Hasta se han disfrazado o actuado si así lo ha pedido el espectáculo. ¿Es eso parte del secreto?

Desde luego, yo no sé lo que le hace falta a la música clásica; no tengo la llave maestra. Pero sí tuvimos claro desde el primer momento que teníamos que escapar de ese encorsetamiento tan característico de los concertistas de Conservatorio, de unos códigos estéticos un tanto… anacrónicos. Pero siempre desde el rigor y el mayor de los respetos por estas partituras cinematográficas que poco o nada tienen que envidiar en muchas ocasiones a las grandes sinfonías. Ese es, quizá, el principal objetivo de esta formación: elevar la música de cine a la categoría que le corresponde, olvidarnos de eso de que es como la hermana pequeña de la música clásica. Por utilizar un símil cinematográfico, hemos querido coger composiciones meramente funcionales, que estaban en segundo plano, para convertirlas en la actriz protagonista. Y parece que la gente lo ha entendido y disfruta con ello, porque si estamos aquí después de tanto tiempo es por ellos.

Es que la Film Symphony Orchestra le ha abierto a mucha gente la puerta del mundo de la música sinfónica. ¿Sienten cierta responsabilidad al respecto?

Por supuesto. Además, somos muy conscientes de que llegamos a un público amplio, familiar. Quiero decir: a los conciertos de la Film Symphony Orchestra viene gente que espera escuchar clásicos como El padrino, Desayuno con diamante o Espartaco, pero también tenemos a aficionados más puristas que igual disfrutan con la música de películas de cine clásico como El capitán Blood, de Errol Flynn, que la hemos incluido por primera vez en el repertorio de Henko, o niños que esperan escuchar las canciones de Ice Age o de cintas de Disney como Mulán y Pocahontas. Y luego, claro, están los más mainstream, que a lo que van es a La Roca, Apolo 13, Harry Potter… Pero bueno, dentro de ese intentar no acomodarnos, no caemos solo en el Harry Potter de John Williams; también en el de Patrick Doyle, por ejemplo; o, de Indiana Jones, en un tema de El templo maldito que no se ha tocado nunca antes en España. Bueno, y de Star Wars, esta vez incluimos una composición de la banda sonora de la serie Obi-Wan Kenobi, que es del año pasado, además de otras rarezas como La casa de la sidra. En fin, que tenemos que satisfacer a un público muy heterogéneo y hacemos un gran esfuerzo para que así sea… Al final, cuadrar el repertorio de cada gira es una auténtica Odisea en el espacio [Risas].

Y supongo que más, si cabe, para un concierto como Henko. Porque su última gira, Krypton, enfocada al cine de superhéroes, estaba más acotada, pero esta… abarca temáticas de lo más diversas y casi cien años de películas. ¿Cuál es la motivación de este espectáculo?

Todo gira en torno a la palabra japonesa ‘henko’, que utilizan los nipones para referirse a una transformación interior que experimentan algunos seres humanos y para la que no suele haber vuelta atrás. Eso sí, se trata de un cambio profundo, sin retorno, pero, por lo general, para bien. Y, si lo piensas, es un tema extremadamente recurrente a lo largo de la historia del cine. Pocahontas, por ejemplo: hay un clic cuando conoce a John Smith y eso le lleva a abandonar el camino que tenían pensado para ella para convertirse en una adalid de la libertad y el entendimiento entre cultural. O Mulán: es obvio, ¿no?, cómo rompe con los cánones de la china imperial para salvar a su padre. O Siete años en el Tíbet, una película en la que el personaje de Brad Pitt, un tipo arrogante y presuntuoso, vive una auténtica transformación que le hace reenfocar, cambiar su manera de enfrentarse al mundo. Y, cómo no, Desayuno con diamantes, donde una Holly Golightly (Audrey Hepburn) que asociaba la felicidad con el glamour y el dinero encuentra el amor verdadero en un pobre escritor. Y así con todas. Henko es un viaje diverso y emocionante en el que hemos intentado ser lo más justos que hemos podido con décadas, estilos y compositores; porque no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Imagino que para hacer un espectáculo así no solo hay que ser muy melómano, sino también un cinético empedernido…

[Ríe] Evidentemente. A ver, este es un proyecto muy personal, y muy romántico. Más allá de que la música de cine se ha puesto de moda –algo a lo que, creo, hemos contribuido decisivamente, porque antes de la Film Symphony Orchestra no se hacían este tipo de conciertos–, este es un espectáculo absolutamente sincero. Mira, yo me enamoré de las bandas sonoras cuando era un niñito de apenas cinco años, cuando vi ET en el cine, en Valencia. Me enamoré de Spielberg, pero también de Williams. Y aquello me sensibilizó con la música clásica. Empecé a escuchar mucho barroco (por lo romanticista que es Williams) y eso fue creciendo conmigo. Luego hice los estudios clásicos y me especialicé en música de cine en Londres.

Por curiosidad: ¿hay algún compositor de cine que le atraiga particularmente?

Hombre, yo soy muy fan de Williams [Risas].

Lo suponía…

Para mí es el compositor vivo más grande. Podríamos hablar de Morricone o Goldsmith, que me fascinan, pero si tuviera que decir solo uno… Es que ya no solo por los cinco Oscar y las cincuenta y tantas nominaciones, sino por la cantidad y calidad del repertorio; porque Morricone seguramente ha escrito más, pero en términos de arquitectura musical (de armonía, de contrapunto, de orquestación…), Williams es un maestro. Y lo mejor de él es que no solo es un grandísimo músico, sino también un fantástico cineasta. Porque él entiende que la música tiene que decir eso que el actor que hay en pantalla no nos cuenta con palabras, y por eso para Spielberg es mucho más que un compositor; es, más bien, un gran aliado en su misión de contar historias.