Entrevista con Romain Slocombe

Sadorski, el policía corrupto y antisemita que ha conquistado el 'noir' francés

El escritor francés Romain Slocombe habla de su exitosa serie sobre el inspector Sadorski ambientada en el periodo de la Ocupación nazi

El escritor francés Romain Slocombe (París, 1953).

El escritor francés Romain Slocombe (París, 1953). / EPC

Enric Bonet

Romain Slocombe (París, 1953) es un veterano y reputado escritor francés, sobre todo en el género de la novela negra. Dibujante también de cómics y libros de ilustración, este artista polifacético ha publicado más de 25 novelas. Él se ha consagrado como uno de esos autores respetados por la crítica y bien considerados por los libreros. Su serie sobre el inspector Sadorski ha vendido más de 120.000 ejemplares en Francia, donde ya se han comercializado seis tomos y el escritor ya prepara el séptimo. La novela 'La estrella amarilla del inspector Sadorski' —la segunda de la exitosa serie— llegó recientemente a las librerías en España de la mano de la editorial Malpaso. Slocombe habla de ella y de este universo literario protagonizado por este agente de policía deleznable en esta entrevista con El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica.

¿Cómo describiría a Sadorski, protagonista su serie de novelas policíacas ambientadas en la Francia ocupada por los nazis?

Sadorski es realmente un hijo de puta. Su trabajo consiste en dirigir una brigada policial antijudíos y en detener a los franceses judíos. Cree en el orden y el mariscal Pétain y ve a los militantes de la Resistencia como unos terroristas. Se trata de un personaje muy antipático, pero sin ser un monstruo. 

¿Qué es lo que hace de él un ser humano a pesar de todo?

Tiene reacciones muy humanas. En 'La estrella amarilla del inspector Sadorski', está enamorado de una adolescente de 15 años. Aunque desea hacer el amor con ella, también quiere protegerla. A lo largo de la novela se da cuenta del sufrimiento de los judíos. Y lo percibe a través de la experiencia de las mujeres, le indigna que las más débiles sean las primeras víctimas. En realidad, el crimen más peligroso es el asesinato burocrático. Aquellas decisiones tomadas por responsables jerárquicos y que los hombres corrientes terminan aplicándolas.

El crimen más peligroso es el asesinato burocrático

Decidiste situar a tu protagonista del lado de los verdugos en lugar de los buenos. ¿Por qué?

Porque resulta más original y creo que se entiende mucho más el periodo de la Ocupación del lado de los verdugos. Su punto de vista nos muestra los engranajes de esa sociedad y cómo los judíos fueron la principal víctima de un sistema exigido por los alemanes, pero que los franceses aplicaron con cierto placer. Quería situar al lector detrás de un hombre de derechas, cuya opinión se correspondiera con la gente de esa época. Ellos no sabían que los campos de concentración eran en realidad campos de exterminio. Cuando veían que se llevaban a los judíos en autobuses o trenes, su percepción no era muy distinta a la que tenemos en el presente cuando las fuerzas de seguridad desmantelan campamentos de gitanos o refugiados afganos. Quería mostrar los puntos en común que hay con nuestra época.

A diferencia de los tópicos y el retrato que hacen las películas, la Ocupación no fue solo una época triste y sombría. La gente se divertía mucho

¿Cuáles son los puntos en común entre el periodo de la Ocupación nazi y la actualidad?

Un aspecto que la Francia del presente comparte con esos años 1930/40 es la inmigración. Después de la Primera Guerra Mundial, hubo numerosas oleadas de migrantes. Primero, los italianos que huían de la dictadura de Mussolini, después los alemanes, entre ellos muchos judíos, que huyeron del nazismo. También muchísimos migrantes procedentes de países del este de Europa, como Polonia o Rumanía. Francia, que era un país rico, se vio confrontada a una inmigración masiva que generó problemas en el mundo laboral. Muchos franceses se quejaban de que los extranjeros les quitaban el trabajo. Hubo una reacción xenófoba parecida a la que se produce en la actualidad.

Romain Slocombe, el creador del inspector Sadorski.

Romain Slocombe, el creador del inspector Sadorski. / EPC

Aparte de esas similitudes con el presente, ¿qué le interesa de los años de la Segunda Guerra Mundial?

Nací después de la guerra, pero mis padres vivieron ese periodo y siempre me hablaron mucho de ello. Pero ellos no estuvieron en París durante el conflicto y me interesaba descubrir cómo era a capital francesa durante la Ocupación. A diferencia de los tópicos y el retrato que hacen las películas, no fue solo una época triste y sombría. Aunque había escasez de gasolina y muchas viviendas no tenían calefacción, la gente se divertía mucho. Hitler convirtió a París en una especie de lugar de vacaciones para los soldados alemanes. Había numerosos espectáculos musicales, el cine y la moda francesa de esos años resultaban apasionantes. Además, los valores morales estaban invertidos. Por un lado, había racionamiento en las tiendas de comida. Por el otro, existía un mercado paralelo y los empresarios y aquellos que tenían dinero se enriquecieron muchísimo.

'La estrella amarilla del inspector Sadorski' tiene lugar entre la primavera y el verano de 1942, el mismo periodo en que se produjo la redada de Vel d’Hiv. ¿Cuál fue la importancia de ese acontecimiento?

Ahora interpretamos ese periodo a través de nuestra mirada contemporánea en que sabemos lo que ocurrió con el Holocausto. Pero entonces no existía el concepto de genocidio y muchos franceses ignoraban la persecución que sufrían los judíos. El verano de 1942 supuso, sin embargo, un shock para los habitantes de París. Con la redada de Vel d’Hiv, quedaron muy impactados al ver cómo policías franceses sacaban de sus casas a niños, mujeres y ancianos judíos y se los llevan en autobuses y trenes. Todo eso cambió la imagen que los parisinos tenían de los nazis. Empezaron a haber cada vez más atentados de la Resistencia comunista. Entonces, los franceses entendieron que la Ocupación no era para nada algo divertido y que la guerra no se había terminado en junio de 1940.

La moralidad literaria reside en la autenticidad. El hecho de mostrar episodios como la redada de Vel d’Hiv ya me convierte en un escritor comprometido

Pese a la conmoción que supuso en ese momento, la redada de Vel d’Hiv resultó un tema tabú durante décadas en la Francia de la Postguerra.

Sí, ese acontecimiento desapareció del relato oficial durante las primeras décadas de la Postguerra. Tanto el general Charles de Gaulle como los comunistas construyeron la leyenda de que el 90% de los franceses resistieron contra los nazis y que los únicos que colaboraron fueron una minoría, reprimida tras el conflicto. Esa visión estaba muy presente en las películas que difundían en los años 1950 y 1960 cuando era un niño. Pero esa bella imagen empezó poco a poco a fisurarse con filmes como 'Noche y niebla' de Alain Resnais o 'La pena y la piedad' de Marcel Ophüls, cuya difusión estuvo prohibida durante décadas en la televisión pública francesa. Con esas producciones artísticas, que generaron gran controversia, se pasó de un extremo al otro: de la leyenda de la Resistencia a una visión avergonzada de la Ocupación.

¿Qué aporta la novela policial a la descripción de ese periodo?

Con esta serie de novelas, quería hacer un retrato de la sociedad francesa durante la Ocupación. La figura del policía me pareció ideal para ello. Dispone de su insignia y puede entrar en cualquier lugar. Al estar armado, tiene un poder coercitivo sobre la gente. Soy un escritor realista y el género policial siempre me ha parecido una manera fidedigna de ver el mundo. Además, el periodo de la Ocupación nazi de Francia resulta proclive para describirlo a través de la novela negra. Incluso las novelas literarias de Patrick Modiano —premio Nobel de Literatura en 2014— destacaron por su tonalidad sombría al reflejar la atmosfera de esa época. 

Aquellas personas más peligrosas son las incapaces de ver las cosas desde distintos puntos de vista. Me preocupa mucho más el maniqueísmo que el relativismo

¿El hecho de hacer una serie literaria sobre un inspector de policía antisemita y colaboracionista conlleva una responsabilidad moral del escritor?

Como Simenon, no juzgo a mis personajes. Describo lo que hacen y piensan. Creo que los escritores no deben mojarse en exceso a nivel político, sobre todo si no quieren adentrarse en mecanismos de propaganda. Considero que la moralidad del autor se basa en que tiene que mostrar hechos reales y no debe hacer trampa ni deformar la realidad en beneficio de sus ideales. La moralidad literaria reside en la autenticidad. El hecho de mostrar episodios como la redada de Vel d’Hiv ya me convierte en un escritor comprometido y me sirve para emocionar al lector. No hace falta añadirle teatralización ni miserabilismo.

¿Pero al describir desde la ambigüedad moral a colaboracionistas con los nazis no existe el riesgo de caer en un exceso de relativismo moral? Le hago esta pregunta pensando en toda la polémica que hubo con la novela de Julie Héraclès sobre la rapada de Chartres, la mujer fotografiada por Robert Capa a la que cortaron el pelo en represalia a su colaboracionismo con el nazismo.

Pienso que siempre es mejor ponerse en la cabeza de los otros e intentar comprender aquello que los motiva. La gente suele estar convencida de que toma la buena decisión y actúa de la mejor manera posible. Los soldados alemanes de las SS que ejecutaron a judíos en Ucrania eran personas fanatizadas, pero en el fondo normales. No mataban por crueldad, sino porque les habían explicado que los judíos eran perjudiciales. Consideraban el hecho de ejecutarlos como una operación de salud pública. Como si estuvieran limpiando un inmueble con insecticida. Aquellas personas más peligrosas son las incapaces de ver las cosas desde distintos puntos de vista. Me preocupa mucho más el maniqueísmo que el relativismo.