Música | Carmesí Cantante

Carmesí: "Me apetecía mantener eso de escribir cuando estoy mal, pero hacerlo bailando"

«Como estoy acostumbrada a asumir todas las funciones desde hace años, es liberador poder contrastar opiniones y dejarme llevar»

La cantante Carmesí.

La cantante Carmesí. / L.O.

Lola López

Lola López

Carmen Molina va subiendo por una escalera en la que los peldaños están cubiertos de confeti, purpurina y serpentinas, brilli brilli que marca el camino de Carmesí en esta nueva etapa. No se puede saber lo que habrá al llegar al rellano, pero la molinense avanza con paso firme en su carrera, que saltó definitivamente al vacío (al público) tras ganar el CreaMurcia de ‘Canción de Autor’ en 2019. Pero abajo había una red tejida a base de canciones preciosistas y detalladas que la han llevado hasta firmar, hace tan solo unos meses, un contrato con Sony. Tras un álbum y un EP, ahora, también con el apoyo de Son Buenos, lanza Disneyland, un single que sabe a drama bailable y en el que se nota que, a pesar de contar con un apoyo mucho mayor, la molinense sigue disfrutando de estar al cargo de todo el proceso creativo, de todo ese «universo de colores, maquillajes, atrezo, detalles, portadas y fotografías» que trasciende a las canciones y hace de Carmesí un proyecto musical sin fisuras.

Ha bautizado el sonido de Disneyland como ‘drama bailable’, ¿cómo se come eso?

Pues viene de la idea de que me resulta más fácil componer cuando me encuentro mal, pero a la vez estaba cansada de hacer siempre temas tristes o lentos. Me apetecía seguir manteniendo eso de escribir cuando estoy mal, pero hacerlo bailando, hacerlo en un ambiente de festival, para divertirme y sacarle algo positivo a ese drama.

¿Es una reacción inmediata o tras ese pop de drama cotidiano hay un trabajo previo de procesar emociones? En otras palabras: ¿escribe una vez que haya sanado la herida o para sanar?

Siempre que escribo hay algo de sanar heridas. O, más bien, de desahogo, en momentos en los que necesito expresarme de una manera más abstracta.

A finales de septiembre firmaba un contrato con Sony. ¿Qué marca esto, a nivel tanto personal como musical?

Empezar a trabajar con Sony supone un cambio importante para el proyecto, porque ahora hay un equipo más detrás de cada lanzamiento, detrás de cada single y detrás de cada estrategia. Se vuelve más sencilla la tarea de intentar llegar a la mayor cantidad de gente posible. Una de las cosas que más me gustan en la música y en la creatividad es hacer equipo. Como estoy acostumbrada a asumir todas las funciones desde hace años, me resulta muy liberador poder contrastar opiniones, pedir consejo y dejarme llevar por la experiencia de personas que se dedican a ello

De autopublicar su primer disco (Deshielo, 2020), a contar con el apoyo de Son Buenos y ahora a un lanzamiento con Sony. Parece que con cada etapa avanza un escalón... ¿Cómo ha sido el trayecto hasta aquí?

La verdad es que sí que es curioso cómo cada uno de los proyectos que he ido lanzando ha supuesto un avance diferente respecto al anterior, y estoy muy contenta por ello. Ha sido, y sigue siendo, un camino de esfuerzo y superación en el que cada vez intento agrandar el proyecto, explotar mis capacidades creativas al máximo y seguir creciendo para que mis canciones lleguen a toda la gente posible que se pueda identificar con ellas y liberarse como lo hago yo al escribirlas.

Y de cantautora a solas sobre el escenario, a hacer equipo con una banda que la sigue en el proyecto e, incluso, en la purpurina y los brillos.

Lo más bonito de poder contar con Michel y Pepe es que antes de ser músicos éramos (y somos) amigos, y tienen mucha ilusión depositada en el proyecto y en cada una de las canciones que les enseño. Además, son muy profesionales y me transmiten mucha tranquilidad antes de subir al escenario, porque sé que estoy acompañada de dos personas que disfrutan las canciones como lo hago yo y que están ahí desde que el proyecto empezó a crecer a nivel de producción musical.

Deshielo lo produjo Pepe Ludeña, para el EP Refugio contó con Road Ramos, y ahora ha confiado en Lalo GV. ¿Busca a la persona adecuada para cada momento creativo?

Siempre intento trabajar con la persona adecuada en función del estilo, sí. Considero que, a día de hoy, he aprendido de tres personas muy competentes; cada una de ellas me ha enseñado algo diferente. Con Pepe Ludeña aprendí a cómo transformar por primera vez una canción de guitarra y voz en una a banda completa; con Road Ramos aprendí a concretar el significado de mis letras, a hacerlas más directas y que lleguen de una manera más clara al público, y empecé a generar este nuevo universo más electrónico, y con Lalo estoy aprendiendo a dejarme llevar y a crear canciones de una manera sencilla, fresca y con una producción más festivalera y con la que ahora mismo me identifico mucho.

A la vista está que le gusta jugar con el sonido, ¿es liberador, o da miedo enfrentarse a esa búsqueda?

Hace años no disfrutaba con este proceso, porque me daba miedo la sensación del lienzo en blanco, la sensación de tener una canción a guitarra y voz que funcionaba bien para mí y sobre la cual había que decidir millones de detalles, de sonidos y de arreglos. A día de hoy, lo disfruto bastante, porque tengo más claro el camino que quiero conseguir, el traje que le quiero poner a cada canción, y ese proceso de búsqueda suele ser bastante divertido.

Después de la exigencia que supone una carrera en el Conservatorio y una presentación en público como cantautora más ‘al uso’, ¿cómo es incorporar esas nuevas paletas de colores, tanto literales en lo visual, como en lo musical? Parece hasta una rebeldía...

Lo cierto es que estoy muy agradecida por haber pasado tantos años en un Conservatorio, porque eso me ha permitido tener una visión bastante completa a nivel musical de las canciones que voy creando y me ayudó a enfrentar con seguridad este proyecto, a lanzarme sola a escribir. Desde entonces dejé más apartada la guitarra clásica porque no tengo tiempo para todo, pero fueron 14 años muy enriquecedores y que forman parte de mi bagaje musical cada vez que voy al estudio o me enfrento a mi libreta de nuevas canciones.

¿Es este otro paso hacia la reconciliación con esa ‘niña interior’ a la que le cantaba el año pasado en Infancia?

Supongo que sí, porque al final siempre que hablo de encontrarte con tu niña interior hago referencia a la idea de encontrarte con tu yo más real, con una conciencia de niño al que no le importa tanto lo que opinan los demás y disfruta de las cosas de una manera más genuina. Como ahora mismo me encuentro en un momento de mi vida bastante optimista y y con ganas de bailar, quería ser fiel a ello y escribir canciones sin importarme tanto si a la gente le gustaría o no.

Cuida muchísimo el apartado estético de los lanzamientos, desde el grafismo del disco hasta el vestuario, maquillaje y puesta en escena. ¿Cuáles son sus referencias estéticas y visuales, más allá de la música?

La verdad es que es algo a lo que le dedico mucho tiempo e intento siempre hacer una gran lluvia de ideas, de inspiración y de referencias, que luego me facilitan mucho las cosas a la hora de generar el universo de cada canción y de cada concepto. A día de hoy, algunas de mis referencias más potentes son agencias de videoclips de artistas a los que admiro, como C Tangana, Nathy Peluso y Rosalía, que, aunque sean videoclips impensables para mí a día de hoy, sí que me ponen una meta a nivel profesional, con unos colores y un concepto bien definido. Y mi mayor aliado es Pinterest, donde creo mis diferentes tablones de conceptos, ideas, maquillajes y, sobre todo, colores, que son lo más determinante para mí en cada canción y lo que me ayuda a generar el resto de elementos del videoclip y la portada. En cuanto a la tipografía, siento que lo más fiel a mí misma es, directamente, dibujar con mi propia mano el nombre de cada canción, portada y videoclip. No hay nada más ‘yo’ que mi propia letra.

¿Qué historia cuenta el videoclip de Disneyland? ¿Cómo se gestó esa puesta en escena?

Representa la idea de que, aunque puede haber una situación tensa entre dos personas en la que una tiene claras las cosas y la otra no, se puede poner de manifiesto ese drama bailable en el que todo pierde importancia y se reduce a las ganas de bailar. Así, aunque tú no tengas claro lo que quieres, yo no voy a sufrir por ello, sino que voy a divertirme y a restarle importancia. Por eso, lo más acertado para representarlo, cuando estábamos trabajando José [Hortelano, director] y yo en ello, fue decorar un salón como si fuese una pista de baile para que fuera natural, cercano y, sobre todo, mantener ese concepto de brilli brilli que estoy manifestando en mis últimos conciertos de este año.

Transmite la sensación de disfrutar estando pendiente de todos los detalles del proyecto, ¿es así?

Lo disfruto porque luego estoy encantada con el resultado y siento que me representa mucho, porque el mayor porcentaje de trabajo creativo es mío. Pero también es bastante agotador a la hora de generar todo el universo de color, atrezo, detalles, portadas, fotografías... A veces se escapa un poco de la función principal que siguen siendo las canciones, pero es cierto que no concibo una cosa sin la otra.

Hace tres años publicaba su debut tras ganar el CreaMurcia, el año pasado un EP, y ahora un nuevo single, ¿cómo va el tintero de las canciones? ¿Qué es lo que arranca con Disneyland?

Arrancamos una etapa en la que van a salir diferentes temas con un corte parecido a Disneyland, aunque con carácter y mensajes diferentes y, sobre todo, con muchas ganas de llevarlo al directo, ya que son canciones que están pensadas para ser disfrutadas en vivo y no tanto para hacer un acústico íntimo como anteriormente hacía.