Entre Letras

La serena lucidez

Vicente Cervera Salinas

Vicente Cervera Salinas

Francisco Javier Díez de Revenga

Vicente Cervera Salinas (Albacete, 1961), catedrático de Literatura Hispanoamericana de la UMU, acaba de publicar en Sevilla (Renacimiento, Calle de Aire), El sueño de Leteo, un libro nutrido de intensidades intelectuales y presidido por la crónica y la historia de una pasión, entrevista desde un presente protagonizado por la serena reflexión de lo poseído y lo perdido. Es el lenguaje establecido para revivir horas de amor que transcurrieron y que en los poemas de la parte inicial del libro contendrán toda la historia, recorrerán las vicisitudes acontecidas y elaborarán poema a poema las reacciones del yo lírico ante la realidad evocada por una palabra poética intensa, dolorida y creadora.

El libro aún constará de otras dos secciones, en las que los poemas abordan otras perspectivas que conforman la totalidad de una reflexión sobre el amor, la posesión, la pérdida y la memoria de lo poseído. Bien lo sabe Eloy Sánchez Rosillo cuando sintetiza en la cuarta de cubiertas tanta emoción en unas palabras, pocas, en las que destaca la exaltación y desgarro de los poemas de la primera parte: «Hay evocación del tiempo de la dicha, y dolor y resignación de un presente conflictivo y vacío. Pero la vida empuja, y, paulatinamente, en los poemas de la segunda y tercera partes del volumen, de nuevo irá haciéndose la luz».

Solo un intelectual tan bien dotado de una gran solidez y formación impecable, gran lector, degustador de filósofos y poetas complejos, puede ser capaz, como lo es Vicente Cervera, de transferir a su palabra poética la verdad de acontecimientos que hirieron y dejaron indelebles cicatrices. Palabra poética que surge adecuadamente acompasada y expresada en un verso clásico de impecable y mantenida musicalidad y ritmo, de manera que su forma de versificar se convierte en un sello personal y propio. Porque, si bien acordados están los endecasílabos y demás metros clásicos, un tono personal los distingue y los revela en un idioma rítmico privativo que crea un estilo único y atractivo, cuya nota más original es la abundancia y la constancia de difíciles encabalgamientos resueltos con soltura y total acierto. Así se crea la originalidad de una rítmica sobre estructuras clásicas que, además, resulta pertinente e influye poderosamente en la recepción de los argumentos y en la vitalidad que autentifica y cohesiona todos los contenidos a lo largo del poemario completo.

Acaso, por todo ello, la segunda parte del libro se justifique, porque contiene un proceso de identificación del yo lírico, cuya historia reciente se ha expresado con detallismo dramático en la primera parte. La coda final, representada por los tres poemas de la tercera parte, pero sobre todo por el espléndido poema último, dedicado al padre, corona toda la obra con una clausura que culmina emociones previamente prodigadas en las dos secciones anteriores y que conjuntan, entre todas, un poemario tan compacto y equilibrado.

Aunque todo es nuevo, y el libro se ofrece emprendedor, original y auténtico, los lectores de la poesía anterior de Vicente Cervera hallarán también al poeta entusiasta del más alto pensamiento y de la poesía claramente estelar; y recuperará, de libros anteriores, su profunda lectura de mitos y de maestros, algo que ya evidencia este poemario desde su mismo título con la recuperación del narcótico mito del Leteo. Un mundo literario muy bien asumido que se recrea también en topónimos con historia y pasión (Tubinga, Bremen) y en los imprescindibles manes casi familiares (Hölderlin, Hegel, Schiller, Byron), que son, más que pasiones, signos de fidelidad intelectual permanente.

En todo caso, la retórica de todo El sueño de Leteo logra certeramente una fusión definitiva de formas y ritmos con contenidos y argumentos, y el verso bien construido capacita la aceptación alternativa de evocaciones de pérdida y proyectos optimistas de futuro, cuando el poeta emprende el análisis de sí mismo, el proceso de introspección en el que le sorprendemos recorriendo las galerías de su propia alma, en ese reiterado pronombre tú, que avala tanta verdad y protagoniza anhelos y ansiedades.

Son caminos de futuro que, en alguna ocasión, revelan el eterno placer de haber alcanzado la aurea mediocritas clásica, en un ambiente distendido de relajación y reposo intelectual: poesía especular indispensable junto a la crónica dramática que fundamenta todo el libro. Esa es la gran virtud de la buena poesía que solo logra crear un poeta filósofo tan sólido como Vicente Cervera. Por eso la lectura del último poema, dedicado al padre, descubre muchas connotaciones que culminan, con la conclusión más adecuada, la verdad de un pensamiento, pero más aún la autenticidad de un libro que convencerá al lector por su originalidad y por su cohesión intelectual y poética.

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