En su rincón

Mar Casas: el camaleón educado

Mar Casas en su cafetería  preferida.

Mar Casas en su cafetería preferida. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Tiene don de gentes y es una reconocida experta en protocolo, especialista en cursos de multitud de disciplinas, que van desde la comunicación hasta la hostelería. Su empresa ha organizado eventos de altísimo nivel con la OTAN, la Armada, la Autoridad Portuaria, con municipios, con empresas, medios de comunicación, centros educativos... Se llama María del Mar Casas García y, aunque cartagenera, es una mujer de mundo que confiesa su amor por el mar. En otra vida le gustaría ser buzo, capitán de barco o pintora: «Cuando viajo me doy cuenta que no me costaría vivir en cualquier parte del mundo, no soy mucho de fronteras ni del terruño, me siento cosmopolita, ciudadana de la Tierra y, ojalá, viajera por los siete mares».

Mar Casas es toda una autoridad muy conocida en la organización de eventos en el mundo de la empresa y la cultura, y estos días presenta la segunda edición de su tercera publicación: un delicioso cuento, ilustrado por Cristina Velado, que enseña a los niños, y yo creo que también a los mayores, el protocolo y la estética de saber montar una mesa para las comidas compartidas. La Fiesta de la Mesa, con apoyo del Ayuntamiento de Cartagena, se publicó en mayo de 2022 y, desde entonces, está triunfando entre los colegios, sobre todo los que tienen comedor escolar, y entre las familias, de las que recibe constantes agradecimientos y felicitaciones por aquello de «enseñar deleitando», que tan bien se le da a ella en los muchos cursos que imparte: «Para ser una buena profesional, y más si eres autónoma, hay que trabajar duro y prepararse mucho, pero también es muy satisfactorio el trabajo bien hecho y, sobre todo, las felicitaciones, no solo de una gran empresa o un gobierno, sino también de un estudiante o una persona sencilla que te muestra su felicidad y agradecimiento. A veces mi trabajo es muy estresante, con mil cosas de las que tienes que estar pendiente para que todo salga bien, pero reconozco que me han emocionado hasta las lágrimas algunas personas que me han dicho que les he sido útil o hecho felices». 

Nada más verla, esta mujer tiene una luz y un resplandor que le impiden pasar desapercibida, una belleza resaltada por sus hermosos ojos verdes, pero, cuando hablas con ella, te das cuenta de la falsedad de la fama de las rubias, así que te dejas llevar por su inteligencia, su amabilidad, su inagotable y entretenida capacidad de comunicación y su hermosa y tranquilizadora voz, que enseguida te atrapa. Nuestro encuentro ocurre en la conocida cafetería cartagenera instalada en las históricas Casas del Rey Carlos I. Una de las paredes, con un mapamundi y un velero, nos viene como anillo al dedo. «Llevo varios años escribiendo una novela naval, para la que estoy viajando, cosa que tanto me gusta, visitando lugares, bibliotecas y museos», me dice, y sin desvelarme el tema, me da algunos detalles y me cuenta algunas maravillosas sorpresas que se ha encontrado en sus investigaciones y, por supuesto, me confiesa: «Además de la música (clásica, jazz, blues, francesa…), nada me gusta más que relajarme leyendo, sobre todo novela histórica».

Me quedo embobado cuando me cuenta sus estancias en ciudades como Madrid, Valencia y Mallorca, y su espíritu aventurero, que le ha llevado a viajar a Miami, India o Japón: «Estudié y me especialicé en cultura y protocolo japonés, la verdad es que me atrapó todo ese mundo de las geishas, con toda la belleza para los sentidos. Yo soy mucho de los sentidos, a menudo menos valorados que la inteligencia». Y me cuenta su amplia formación académica y universitaria: «Me licencié en Historia del Arte, siempre me ha gustado el mundo artístico: desde pequeña que empecé a pintar, también he estudiado Periodismo y Comunicación; me especialicé en Protocolo y Ceremonial de Estado en la Universidad de Oviedo, ampliando estudios en la Universidad de Elche, también he estudiado locución de radio y televisión».

Si tuviera que resumir en una palabra a Mar Casas y su trabajo, quizás sería ‘elegancia’, o tal vez ‘excelencia’, cosas que enseña y practica: «No hay nada como saber ser, saber estar y saber organizar», me resume. Tal vez por eso es reclamada tanto por los centros de enseñanza como por las empresas. Y añade: «El protocolo redunda en la cuenta de resultados: una empresa o un restaurante mejora cuando sus trabajadores y su dirección mejoran en su relación con los clientes, en la comunicación y en el protocolo». 

Mar, por su profesión, acumula una larguísima cuenta de contactos institucionales, empresariales o artísticos pero me dice: «Lo mío es ver, oír y callar. En mi trabajo es fundamental la discreción y entenderte bien con multitud de personas, cada una con su ideología. En estos tiempos de tanta crispación y tantos bandos, sería muy bueno que la gente aprendiera esto. Una vez, un amigo extranjero me dijo que el problema de España es que hay gente muy válida pero que cada uno rema en direcciones muy opuestas y así la barca no avanza».

Hablamos de temas diversos, como el lenguaje inclusivo, que no le gusta y me dice: «Creo profundamente en la igualdad y en la diferencia entre el hombre y la mujer. Por supuesto que no es aceptable ningún tipo de marginación, pero la evolución ha dado a las mujeres unas altas capacidades en la conexión intuitiva con sus hijos, por ejemplo, que son difíciles de alcanzar por el hombre».

«El protocolo no es anticuado ni un adorno inútil, nos hace la vida más sencilla; la improvisación, la descortesía o la desorganización son peores y lo lían y entorpecen todo», dice, y me pone ejemplos que hacen que uno vea claramente que tiene razón. Pero me queda claro que en su trabajo no todo es glamour, que hay mucho de preparación, esfuerzo y echarle horas: «Organizo un evento como si fuera mi boda, y cuando una se casa todas las semanas es cierto que termina exhausta, por eso busco momentos de relax. Las civilizaciones han desarrollado el ritual y la meditación para relajar la mente y combatir el estrés, no debemos perder esos momentos, como la ceremonia del té o un asiático como este que nos estamos tomando y hace que nos olvidemos de la hora». Y terminamos filosofando sobre el tiempo, el espacio, la línea de la vida, las realidades alternativas… Y veo que, además, esta mujer, tan intuitiva como reflexiva, ve más allá y más adentro. Tiene un don.