Reportaje

El efecto Matilda: Aurora Reyes

La muralista Aurora Reyes.

La muralista Aurora Reyes. / L. O.

Hay en la ciudad de México un mural que seguramente ya nadie recuerde. Olvidado y cada día un poco más deteriorado, habla de libertad, de miseria, miedo y muerte, la brutalidad de la escena es tremenda, una realidad que tuvieron que sufrir demasiadas mujeres. Ocupa cuatro metros de las paredes del Centro Escolar Revolución y fue el primer mural realizado por Aurora Reyes, en 1936.

Un hombre arrastra de los pelos a una mujer mientras sujeta un puñado de billetes en su mano y pisa con su pie un libro, símbolo del conocimiento. Al mismo tiempo, otro personaje masculino la remata con la culata de su rifle, golpea su cara con fuerza, lleva un escapulario prendido del cuello y oculta su rostro tras un gran sombrero. La violencia es tal que unos niños asustados, sin saber muy bien el porqué de aquello, miran escondidos el brutal asesinato de su maltrecha maestra.

En un momento en que el muralismo mexicano trataba temas relacionados con el proceso de la revolución, no era habitual ver representadas escenas de este tipo, tan claras, que a modo de denuncia gritaban por las injusticias que el pueblo sufría a diario. Atentado a las maestras rurales fue el primer trabajo de Aurora Reyes, el que la proclamó como la primera mujer muralista de su país.

'Atentado a las maestras rurales', de Aurora Reyes.

'Atentado a las maestras rurales', de Aurora Reyes. / L. O.

Muy a su pesar, la política siempre marcó el rumbo de su vida. Tras el golpe de estado de Francisco I. Madero, en 1913, su abuelo, general defensor del gobierno de Porfirio Díaz, fue asesinado, lo que obligó a la familia a huir hacia México. Perseguidos y sin recursos, con su padre viviendo en la clandestinidad, se establecieron en una colonia popular del barrio más pobre de la ciudad, La Lagunilla, donde apenas conseguían malvivir vendiendo el pan que su madre hacía. 

Aunque fueron tiempos difíciles, cuando todo se calmó un poco, con trece años, se matriculó en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Frida Kahlo, surgiendo una gran amistad entre ellas. Pero al año siguiente la expulsaron al protagonizar una disputa con una de las prefectas por causas políticas, también fue acusada de libertina y líder de una banda de ladrones. Con el abandono posterior de la Academia de San Carlos, decidirá continuar su formación artística de manera autodidacta.

Su pintura era el reflejo de su propia alma, completamente primitiva y salvaje, envuelta en los colores tierra de ese paisaje desértico que marcó su niñez, pero sobre es una reivindicación de la libertad más absoluta. De primera mano vivió la pobreza y el abuso que sufría el pueblo, así que esa lucha social por conseguir el bienestar se convirtió en su principal temática. También fue la voz de las mujeres, pidiendo su igualdad, derecho al voto, y recordando lo importante de su labor en la alfabetización del país, reclamando una ampliación del tiempo de incapacidad de las trabajadoras que acababan de dar a luz y que se respetaran los descansos para la lactancia.

Durante más de treinta años ejerció como profesora de Artes Plásticas de Primaria, aunque su compromiso social iba más allá de la pura docencia, ya que formó parte de los miembros fundadores de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y de la Confederación Nacional Campesina, además de participar en diferentes luchas sociales en apoyo a los campesinos y a los estudiantes.

Otro de los murales de Aurora Reyes.

Otro de los murales de Aurora Reyes. / L. O.

En total siete fueron los murales que Aurora Reyes pintó, lamentando a lo largo de su trayectoria la falta de apoyos institucionales que siempre respaldaban a los mismos artistas. Como suele suceder, al final esas ganas de cambiar el mundo se fueron diluyendo por el consecuente agotamiento que la propia lucha supone, y comenzó a frecuentar las tertulias del Café París donde pudo desarrollar otra de sus facetas –que tampoco le ha sido reconocida–, la de poetisa.

En 1948, su obra Hombre de México casi la lleva a la cárcel al trasladar con sus palabras su preocupación por la situación del país cuyos ideales carecían ya de la misma fuerza, una crítica que a ciertos sectores políticos no gustó demasiado.

Una vida como la suya debería ser siempre recordada como ejemplo de valentía y casi no sabemos nada de su obra. ¿Por qué nadie habla de Aurora Reyes cuando se menciona el muralismo mexicano? Ella fue la primera, por propio derecho su nombre debería estar escrito junto al de Rivera, Orozco, Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. Quizás por ser mujer en un mundo de hombres, pensaréis algunos, pero la realidad va mucho más allá... Nadie recuerda su nombre porque luchó contra el sistema, contra ese poder político que solo traía pobreza al pueblo, sufrimiento y explotación, puso voz a los más indefensos y además se atrevió a reivindicar los derechos de las mujeres. Trataron de borrar su nombre y vaya si lo consiguieron. Cuentan que un día el presidente Luis Echeverría fue a su casa para comunicarle que iba a ser la primer mujer directora de Bellas Artes, pero ella le dijo que no hacía tratos con asesinos y le cerró la puerta. Aquel desencuentro fue la mano que borró definitivamente su nombre de la historia de su país.

De nuevo, y en el final de su vida, la política volvió a marcar su destino, ‘La Cachorra’, como la llamaban cariñosamente, murió a los 76 años, un 26 de abril de 1985. Mientras sus cenizas descansan junto a una magnolia que ella misma plantó en su jardín, nadie la recuerda ya. Ojalá que sus nietos consigan su propósito de colocarla en el lugar que merece, que su lucha sirva para inspirar a otras mujeres y artistas, algún día las puertas de su deseado museo abrirán y el espíritu de esta revolucionaria pintora por fin tendrá un lugar donde descansar, mientras tanto hoy sus murales han quedado fuera de los presupuestos gubernamentales para su restauración, cada día un poco más abandonados, comidos por la humedad y en peor estado. Esperemos no tener que lamentar que las obras de la primera muralista mexicana han desaparecido por la desidia de algún desaprensivo funcionario.