Crítica

Les ballets trockadero: humor y magnificencia clásica

Una imagen de Les Ballets Trockadero.

Una imagen de Les Ballets Trockadero. / Vladimir Kevorkov

Tania Herrero

Asistir a una representación de Les Ballets de Trockadero de Monte Carlo es un acierto seguro, te guste o no la danza, o seas más o menos experto en la materia. El pasado martes, en la primera visita que realizaron a la Región de Murcia, esta longeva compañía brilló sobre las tablas del Auditorio Víctor Villegas.

Han provocado, y provocan, risas y asombro a partes iguales en los escenarios del mundo entero a lo largo de sus casi cincuenta años de andadura, por ello es un auténtico lujo poder ver a estos intérpretes que forman parte de un icono de la danza.  

Poseen un extenso repertorio de modificación de los considerados ‘clásicos’ dentro del ballet, pero en esta ocasión comenzaron por Chopiniana, continuaron por La Tarantella y Le grand pas de cuattre, la Muerte del cisne y, para terminar, una obra menos conocida para el imaginario general como es La noche de Walpurgisl.

Todo comienza con una voz en off que explica lo que va a suceder en la velada, y pone sobre aviso al espectador acerca el tipo de humor que va a estar presente en todo momento.

Chopiniana es, sin lugar a duda, la coreografía más divertida que representaron. La labor de Alexandre Minz con las caras, la exageración de los gestos, un príncipe que está en la inopia y solo sirve como soporte a las bailarinas, los errores, los líos de manos y de pies, aunque se ven también en las demás corografías, es en ésta donde están más logrados y el público las disfruta más, escuchándose incluso carcajadas en el patio de butacas. En esta ocasión interpretando de forma magistral los personajes protagonistas Eugenia Repelskii, Elvira Khababgallina, Nicholas Khachafallenjar y Varvara Laptopova, junto al resto del elenco.

Con La Tarantella de Balanchine el estilo cambia completamente, sumergiendo al espectador en un paso a dos donde la técnica de los intérpretes se hace más presente, siendo uno de los protagonistas el granadino Félix Molinero del Paso y sus brisés.

En Le grand pas de cuattre se vuelve al romanticismo con la interpretación de las personalidades de Lucille Grahn, Carlota Grisi, Fanny Cerrito y Marie Taglioni por parte de Holly Dey-Abroad, Colette Adae, Ludmila Beaulemova y Grunya Protazova, que destaca en el papel de Taglioni.

Antes del segundo descanso, la Muerte del cisne interpretada por Olga Supphozova (Robert Carter, el bailarín que lleva más años en la compañía) volvió a devolver las carcajadas fáciles y el aplauso merecido a este icono de la danza ante su espectacular interpretación.

Y para cerrar esta magnífica velada, los faunos y hadas de La noche de Walpurgis, inspirada en la Valpurgeyeva Noch del Ballet Bolshoi, que a día de hoy se sigue bailando como reliquia del ballet soviético, mostraron otra vez la potencia física y técnica de los intérpretes.

Debajo de esa caracterización precisa y exagerada con un vestuario magnífico, con las pelucas, el maquillaje y las pestañas postizas increíblemente grandes, todos y cada uno de los bailarines poseen una increíble técnica tanto en puntas como en media punta, prueba de ello son los saltos y los giros con acabados elegantes que pudimos disfrutar a lo largo de todas las coreografías, destacando Takaomi Yoshino, cuya interpretación fue tan buena que se te olvidaba que es un hombre por los movimientos tan etéreos que interpretó junto a los aplaudidos fouettes, hasta que veías la potencia de salto que posee.

Una gran actuación, un gran elenco y una gran compañía icónica fue la segunda incursión de la danza dentro de esta temporada en el Víctor Villegas, demostrando la magnificencia que la clásica puede tener sin importar cambiar los roles de género.