Murcian@s de dinamita

Soren Peñalver, el aedo murciano

Soren Peñalver.

Soren Peñalver. / Rafael Hortal

Pascual Vera

Pascual Vera

Este cronista cierra los ojos y puede ver a un animoso Soren Peñalver pedaleando jovial para entregar su última colaboración en el diario La Opinión. Eran mommentos felizmente sin WhatsApp, sin móvil y sin internet, y a los colaboradores nos daba tiempo a formar nuestras tertulias en la entrada del periódico tras haber entregado en mano los folios correspondientes de la semana y a recoger, por el mismo precio, el periódico del día.

Soren es un gran conversador, sus temas son interminables, como también lo es esa cultura apabullante y aparentemente ilimitada que ha ido adquiriendo a lo largo de sus lecturas, de sus experiencias, de sus viajes, de sus conocidos.

Sus viajes exóticos y su naturaleza inquieta le han llevado a compartir amistad con poetas de la talla de Francisco Brines o Jaime Gil de Biedma. Como todo hombre culto -o casi todos, tampoco hay que generalizar-, sabedor de mi pasión por el cine, derivan a menudo nuestras conversaciones a este terreno. Recuerdo que, en una ocasión, celebrando con una cerveza la inauguración de una exposición, me comentó que vendría a Murcia el protagonista de la película de Verhoeven El cuarto hombre, su amigo, con el que ya había quedado citado.

«No me fastidies -en realidad utilicé otro término- que va a venir a tu casa Jeroen Krabbé».

El celebró enormemente que yo supiera quién era, pues nadie había sido capaz de hacerlo. Fue como un flechazo cultural.

Soren creció entre libros, lo que facilitó sobremanera su condición de devorador de literatura, lo que unido a una memoria proverbial y a su facilidad para saltar de un tema a otro con la misma rapidez que Johny Weissmüller se aferraba de una liana en otra lo convierte en el conversador más misceláneo que he conocido.

A Soren, no obstante, no le interesan todas las lecturas. Lo suyo son los clásicos, y también los libros que hablen de lugares remotos, a algunos de cuyos destinos viajó en su primera juventud: a la Grecia clásica y a sus islas, al mundo árabe... También a Londres y París, ciudades donde residió durante un tiempo, y a la Provenza, a Atenas...

Necesidades familiares lo convocaron en Murcia, lugar donde terminó afincado para fortuna de los apasionados de las letras, el arte y la cultura en general. Soren es un auténtico dinamizador del mundo cultural murciano. Su carácter generoso, que le impide decir que no, le lleva a prologar libros de cuántos amigos se lo piden, escribir reseñas, presentar todo tipo de manifestaciones culturales, tertulias, recitales, exposiciones… Él mismo presentó, hace ya unos años una exposición sobre escritores murcianos que yo comisariaba. Y lo hizo con ese fervor y ese ánimo generoso lleno de términos admiratorios y calificaciones elogiosas que emplea con los amigos. Soren es inspirador de poetas e impulsor enardecido de cuántos escritores empiezan y requieren su ayuda. Su altruismo no tiene límites. Por eso es tan necesario para Murcia.

Hoy, esa persona aparentemente desvalida -solo en lo físico, porque en lo mental sigue siendo un gigante-, vestido con una ropa chillona y colorida que nos lanza a los ojos su carácter positivo es un inspirador de nuevos autores. Su inefable figura, acompañado por un carro rojo de la compra que actúa a la vez como bastón protector, biblioteca ambulante y chistera mágico cultural de la que puede sacar 1.001 conejos en forma de las historias más extraordinarias, se ha hecho popular en Murcia. Soren es un culto trovador contemporáneo y aedo de sus queridos clásicos, que no está en las bibliotecas pero cuyas historias viven en sus amigos.