Entrevista | Montador de exposiciones

Pepe Gómez, arte para ser bien visto

Pepe Gómez.

Pepe Gómez. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Tan necesario como un director de orquesta es un montador de exposiciones con el criterio y sabiduría de Pepe Gómez Pérez. Es una de estas personas que, después de 45 años de trayectoria, se ha hecho un imprescindible para las Concejalías de Cultura y para los mejores artistas. Gómez no solo es un transportista seguro y un colgador de cuadros «donde tú le digas», sino un sabio que hace que las obras sobresalgan y que la exposición tenga una armonía que suene a música celestial. Realmente no hay otro en toda España con su experiencia y por eso no podía faltar en mis encuentros con la gente de la cultura.

Si pretendes quedar en su rincón, tendrás que verlo donde esté montando ese día. No para, no tiene un hueco libre y, salvo los domingos y fiestas, que se va a su otra pasión de subir montañas, siempre está con alguna exposición entre manos. Así que quedo con él en el flamante Centro de Cultura Contemporánea Cárcel Vieja de Murcia, donde ha montado la interesantísima colectiva Memoria y recuerdo, comisariada por Dolores Galindo, en la que le hago la foto como haciendo malabarismos con esa silla flotante, muy en su línea de solucionar problemas.

«Hace 40 años todo estaba por hacer y yo tenía que montar exposiciones por toda la Región, en salas que no estaban preparadas o simplemente ni lo eran. Había que tirar de imaginación, de buena voluntad, de trucos a lo McGyver. Ahí me forjé, aprendiendo cada día, eso me ha curtido. Hoy hay muchos más medios, pero aún tengo que resolver lo imposible en tantas instalaciones contemporáneas. Cada día es un nuevo reto para mí. Yo siempre digo que puedo llegar a hacer milagros, como La Virgen, pero que no soy Dios y algunas cosas son imposibles… Bueno, lo digo pero no dejo de intentarlo».

Me cuenta que estudió Maestría Industrial pero cuando tenía 15 años murió su padre y se tuvo que poner a trabajar. «Entré en una tienda de enmarcaciones que tenía el pintor José María Falgas, al que también ayudaba a colgar sus exposiciones y las de otros artistas. Creo que mi primer montaje fue en Jumilla, en 1977. Luego, en 1992, empecé a montar las Bienales de Pintura y Escultura, aquellas Contraparadas que se hacían en el Almudí, con Martín Páez, una época apasionante que fue a más con Marcos Salvador Romera, con el que tanto trabajé y aprendí. Yo he aprendido incluso de escuchar, no he tenido profesores, pero he tenido muchos maestros. Recuerdo aquellos tiempos cuando la Comunidad compraba obras de arte, yo me empapaba de las discusiones de los jurados, cuando cada uno defendía con argumentos una obra sobre las demás».

Pepe Gómez.

Pepe Gómez. / Javier Lorente

Me habla maravillas de Marcos Salvador Romera, con él mantiene la amistad, con él montó muchas exposiciones por la Región, por toda España y por el extranjero, pero sin duda fue en la Expo del 92, cuando echó el resto: «En pocos meses transporté y monté 23 exposiciones distintas en el Pabellón Regional. También lo hice con aquella espectacular Un siglo de arte en Murcia, una exposición grandiosa en la Sala del Arenal para la que tuve que dar 3 viajes cargado de obras, con un gran camión, que incluían hasta esculturas de Salzillo o Nicolás de Bussy, desde entonces me nombraron cofrade penitente». Y me cuenta que también ha montado numerosas exposiciones en Madrid, Francia o Italia, muchas de ellas por intercambios artísticos con las distintas embajadas, así como con La Caixa, con la Fundación CajaMurcia o con la Fundación Pedro Cano, entre otras… Pero insiste: «Lo mejor fueron los años con Marcos porque él, además de gestor cultural y funcionario, es un artista y tenía una relación privilegiada con los demás creadores, a los que comprendía, ayudaba y sabía llevar…».

Y me va contando decenas de ejemplos de artistas con los que ha trabajado, anécdotas incluidas y añade: «Mira, te doy este currículum que hice en 2013 [un montón de folios]. La gente me dijo que era tan extenso que parecía inventado, que no se lo iba a creer nadie, así que dejé de llevar la cuenta de los cientos de exposiciones que voy montando, entre ellas la mayoría de las de ayuntamientos como el de Cartagena o Murcia, La Mar de Arte…». Y me cuenta que ha llegado a tener 7 personas a su cargo, como ayudantes en los montajes y me pone el ejemplo de La Tregua, la muestra de Ángel Haro en La Tabacalera de Madrid para el Ministerio de Cultura. Si no conociera a Pepe, nada más escucharlo podría comprobar su cariño inmenso hacia los artistas de esta Región, sean más famosos o menos. Me habla con afecto de muchos de ellos y con preocupación de los efectos, que aún colean, de la crisis de 2008 y la reciente pandemia: «Me da rabia que en los malos tiempos se les pidan sacrificios a los artistas, se les pidan colaboraciones y luego, cuando mejora la cosa, no se les apoye, no se les compre obra, como se hacía antes. Y no es que no haya dinero». Y me confiesa que también trabaja para algunos coleccionistas, enmarcando, transportando y colgándoles las obras que adquieren: «Aunque sorprenda, aún hay gente que se gasta 150.000 euros en una obra de arte».

«Llevo 45 años en el oficio y tengo un problema: me encanta mi trabajo y cada día sigo aprendiendo, y encima, lo mío con los artistas es auténtica amistad y familiaridad. He conocido tantos lugares, tantos artistas, gestores, salas, certámenes, que solo puedo estar inmensamente agradecido a mi profesión. He transportado y montado obras de El Prado y otros grandes museos, he trabajado para Chillida, Lucio Muñoz o Antonio López… pero yo pongo el mismo interés en el montaje de Nicolás de Maya o Chelete Monereo que en la exposición de un taller de una asociación de mujeres».

Y me cuenta anécdotas de aquellos años, cuando se codeaba, de tertulia o de vinos, con Molina Sánchez, Ramón Garza, Avellaneda, Muñoz Barberán, Cacho, Molina Sánchez, Párraga, Belzúnce, Dora Catarineu, Elisa Séiquer, Haro… «Yo era menor que ellos, fue una época muy bonita, en sitios como el Bar Continental. Igual ninguno llevaba dinero y pagaban con unos dibujos. Aquello ya es historia y yo no soy nostálgico, que ahora hay una muy buena nueva generación de artistas a los que admiro». Buena gente el Maestro