Erre que erre (rock and roll)

Locura sin visibilidad

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

«Lo que tenemos aquí es un fallo de comunicación». La leyenda del Indomable, Stuart Rosenberg 1967, una película sobre la culpa. La que muchos no sienten al inaugurar un pabellón psiquiátrico donde las autoridades son incapaces de mirar a un usuario, con lo bien que queda una alcaldesa u otra especie política con un vesánico mirando a cámara.

Aceptamos la religiosidad como el buen camino y tragamos sin rechistar la mentira. Los más apasionados crecemos con la idea de que Elvis inventó el rock&roll porque así nos hicieron creer, y nadie se para a pensar que había que elevar a un rey; uno blanco, patriota y de familia humilde para dicha hazaña. Elvis, el único capaz de convencer a los padres de adquirir para sus hijos esa música satánica, la marca blanca de un género que sabían perdurable ya descubierto por ‘colonos’ africanos que no interesaban. Nadie en su sano juicio se dejaría reinar por Joe Turner y su Shake, Rattle and Rock and Roll, Fats Domino con The fat man y aún menos por la diosa Big Mama Thornton y su Hound Dog, que mentiras y años más tarde sonaría a golpe de pelvis en la voz del elegido.

Qué difícil es en ocasiones intercalar pasiones y crítica sin faltar al respeto a un nombre propio.

Creyendo en mentiras piadosas, intencionadas, promesas rotas, rumores, he querido mostrar ejemplos banales, por eso de la apariencia, ya usted sabe. Toca recordar que a todos nos llueven fenómenos complejos y dolorosos. Esos que un día perturban la paz de nuestra mente y nos hacen caer en el abismo de la preocupación crónica, parálisis, dolor, debilidad o miedo. Eso es la vida.

Tras la privación del uso de la razón, cuando tu equilibrio emocional presenta una manifestación distorsionada de la realidad, cuando se pierde el control y unas voces te hablan al oído, estás loco.

Desde hace unos meses, trabajo en con personas diagnosticadas de diversas patologías; trastorno límite de la personalidad, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, bipolaridad, estrés postraumático, anorexia, esquizofrenia... Y lo único que, por mi parte, creo que debo o me puedo permitir, es no juzgar. A las sanitarias se nos educa para eso. La única opción es ver a un ser humano que, aunque loco como el sombrero de Alicia en el país de las maravillas, me necesitan. Os diré que, en un universo paralelo, en un centro que puede estar a cien metros de casa, habitan personas que no lo han tenido fácil, seres humanos a los que jamás un enfermero en funciones despojaría de dignidad por muy meado, desnudo y tirado en el suelo convulsionando nos lo encontremos.

Ni mis compañeras ni yo hemos nacido preparadas para agarrar de la mano y asear a un réprobo por pederastia, nadie nos muestra el camino para arropar a un condenado por violencia. Créanme que es algo sorprendente simplemente no juzgar, te hace más libre y empoderada. Dar siempre gracias por este aprendizaje, admitiendo la máxima, como dijo Aristóteles, de que jamás ha existido ninguna gran mente que no haya tenido un toque de locura, y recordando cada día que mañana nos puede tocar. Nadie en esta vida, que mata, anda exento de volverse majareta...

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