Murcian@s de dinamita

Paulina Real, pasión y método de una alquimista de formas

Paulina Real.  | INMA G. PARDO

Paulina Real. | INMA G. PARDO / Por PASCUAL VERA

Pascual Vera

Pascual Vera

Búsqueda e intuición. Pasión y método. Son características de la obra de Paulina Real, una artista de raza, uno de esos seres para los que el arte reside en el primero de los estadios a los que puede aspirar el ser humano: el de la pura necesidad. Paulina no entendería la vida sin esos colores que imprime a sus cuadros, sin esas tortuosas formas que pugnan por liberarse de la esclavitud de un lienzo que apenas las contiene, sin esas texturas que revolotean por encima de sus obras, enseñoreándose –materia, forma, color...– de todo.

De haber nacido hace siglos, Paulina Real podría haber sido alquimista. Y en cierto modo lo es: Alquimista de las formas y de la materia, que mezcla texturas hasta conseguir formas que inquietan, que sugieren, que insinúan. Movimientos apenas esbozados que se pierden en su propia ensoñación de ser o figuras paroxísticas que nos ofrecen modelos insinuantes. Nos encontramos ante una pintora vitalista. Su obra lo es hasta sus últimas consecuencias.

Paulina estudia y medita el modelo a plasmar (un paisaje una pared, una estructura, una forma indeterminada...) Y trata de hallar nuevos enfoques creativos para su obra. A veces es la propia naturaleza o un objeto indeterminado en su propia tridimensionalidad, que posee unas virtudes pictóricas que pasan desapercibidas para todos excepto para su particular sensibilidad, y lo recupera para todos en un lienzo que cobra vida.

Soñaban los androides de Blade Runner con ovejas eléctricas. Y sueña Paulina que es figurativa, que lo suyo se aleja de la abstracción hasta trazar figuras precisas, concretas, vívidas. Y lo es, sólo que su figuración se sale de la norma, está hecha con los sentidos, desde adentro, desde su propia textura. Como si diseccionase el modelo y lo observase con un potente microscopio. Una perfecta plasmación de aquella lúcida aseveración sobre el arte que lanzaba George Bernard Shaw a quien estuviera dispuesto a escucharle: «Los espejos se emplean para verse la cara. El arte para verse el alma».

Ante uno de sus cuadros, rebosante de explosivo color e insinuadoras formas, es inútil charlar sobre el arte y sus pormenores. Sobran las palabras. Su desnudo artístico sale a nuestro encuentro sin esfuerzo y se nos muestra como es auténticamente esta artista. El espíritu de su obra revolotea en sus cuadros.

Paulina atesora una perenne búsqueda que no ha hecho más que agudizarse con el paso del tiempo, sus formas se han desordenado para elevarnos a un parnaso insinuante y colorista integrado por texturas que atrapan los sentidos.