Murcian@s de dinamita

Jorge Novella Suárez, el polímata que quiso ser cocinero

El profesor Jorge NovellaSuárez.

El profesor Jorge NovellaSuárez. / iNMA G. PARDO

Pascual Vera

Pascual Vera

Ser amigo de Jorge Novella no tiene mérito alguno. Lo difícil es no serlo conociéndolo. El pasado 17 de abril dio su última lectio en la UMU ante sus alumnos.

Algecireño de nacimiento y aguileño de vocación y pasión, Jorge se siente bien en cualquier lugar de España porque, como él mismo afirma: «Me ha costado, pero sé quién soy». Y la afirmación tiene su enjundia, porque lo de Novella va mucho más allá de ser uno y trino. Jorge es un polímata, la aspiración de aquellos filósofos griegos que le precedieron hace 25 siglos y de los que tantas cosas admira, expertos en ciencia, arte y humanidades.

A Jorge Novella te lo puedes encontrar paseando por el mercado de San Andrés, saludando a todos y cada uno de los puesteros como si los conociera de toda la vida. Y los conoce, los llama por sus nombres y se interesa por sus hijos y familiares mientras le envuelven medio kilo de gamba roja o 1/4 de queso zamorano.

Aquella forja de un carácter de la que hablaba Arturo Barea la ejerció sobre él en Águilas Madame Nancy Maza, su profesora, que le enseñó a amar el saber, a amar los libros, los clásicos y la literatura en general, sin percibir que estaba poniendo en aquel niño una semilla que germinaría honda y profundamente. Y sin propósito de enmienda. Madame Nancy hizo bien su trabajo, y hoy Jorge Novella afirma con tesón que «hay que acudir siempre a los clásicos, pues en ellos está la auténtica sabiduría».

Novella fue diputado socialista en las cuatro legislaturas de Felipe González, aunque hoy se considera alejado de la política, que le parece un patio de Monipodio ya que, como afirma con convicción, «la política está para resolver los problemas del ciudadano, hay que tener altura de miras».

Novella ha intentado siempre hacer comprensible a su alumnado los grandes problemas filosóficos, a los que se dedicaron los clásicos, pero también los inherentes al pensamiento español: Unamuno, Ortega y Gasset, María Zambrano, Tierno Galván..., a quienes ha dedicado múltiples estudios y publicaciones.

En el ínterin, Jorge se ha dedicado, con una actitud vital capaz de acoger las más amplias aficiones devocionarias, a leer, cocinar, jugar al tenis, tomar una cerveza con los amigos, escuchar música clásica y ópera –María Callas, su debilidad– o releer a John le Carré, del que a este cronista Novella se le antoja un trasunto aguileño.

A Jorge lo imagino en su cocina, tras volver de esos paseos en los que disfruta de su pueblo, haciendo un plato elaborado, de esos para los que se tiene que colocar su uniforme oficial de cocinero, que incluye su gorro de chef, mientras escucha a Callas. O cocinando una sepia encebollada, «que se hace en poco tiempo», para darse la oportunidad de pasear por la playa, de leer…

A Jorge le hubiera gustado aprender a cocinar en un centro de alta cocina, «pero el problema es que tenemos solo una vida». Ésta habrá que aprovecharla mientras dure, disfrutando de esa felicidad que tenemos a la vuelta de cada esquina: «La gente se vuelve loca buscando la felicidad, pero la felicidad es lo cotidiano, lo que nos pasa mientras la estamos buscando». En fin, que Jorge Novella es un portento. Sin embargo, le entusiasma Murakami. Qué le vamos a hacer, nadie es perfecto. Ni siquiera Novella.