Murcian@s de dinamita

Rubén Castillo, literatura en las venas

Rubén Castillo, literatura en las venas

Rubén Castillo, literatura en las venas / Por PASCUAL VERA

Pascual Vera

Pascual Vera

Este cronista cierra los ojos –mi posición ocular favorita para recordar– y puede verlo convertido en un veinteañero recién estrenado en esa década atravesando la vieja puerta alojada a la derecha del zaguán de la facultad de Derecho, en la que se ubicaban las comisiones de Cultura de la Universidad de Murcia de los años 80 y también la redacción de la revista Campus y el Aula de cine, mezcladas en feliz y fraternal convivencia.

Aquel joven Rubén Castillo atravesaba la puerta, armado con –o parapetado tras– las gafas, pues ya se le intuía con una timidez que no lo ha abandonado nunca, impidiéndole, según asegura más de un encuentro y posterior conversación deseada con otros escritores que no ha llegado nunca a consumar y mucho menos a consumir –caso de que las conversaciones se consuman–, con algunos de los escritores que él, en su contumaz y perseverante dedicación a la literatura, ha profesado una profunda admiración. Aquellas incursiones en la sede de la revista Campus acababan siempre con la entrega de unos folios escritos en una de aquellas viejas máquinas Olivetti sobre un asunto irremisiblemente literario cuya madurez y enjundia sorprendían al destinatario –o sea, yo– en un chico tan joven. Siempre pensé que el portavoz de aquellos escritos llevaba la literatura en las venas, como otros llevan sustancias tóxicas pero mucho menos peligrosas.

Por eso no me sorprendió cuando comencé a ver aparecer libros suyos que iba publicando con una regularidad y una cadencia que indicaban esa contumacia literaria, si bien se propuso hace unos años no publicar más por lo difícil que es irrumpir en el mercado literario.

Es más difícil vender un libro que escribirlo, le escuché o leí un día. Rubén castillo es la persona que conozco que más y mejor lee. Son miles de libros los que han pasado por sus ojos y por sus sentidos, los sentidos de un lector perseverante y amante de la literatura al que le gusta dejar huella de los ejemplares que se echa al caletre, escribiendo sobre ellos a la manera que Pulgarcito dejaba migas de pan a su paso: para que sus lecturas permanezcan para siempre en un mapa personal e indeleble que nos ofrece a los amigos en las redes sociales, entre los cuales me encuentro.

Esta peculiar y porfiadora forma de hacer con los libros, la de dejar huella de la ídem que dejó su lectura en nosotros, le ha llevado a impulsar a sus alumnos a hacer algo semejante con los libros que leen, una empresa en la que ha alcanzado la friolera de 4000 reseñas escritas por ellos, lo que tratándose de jóvenes de bachiller dice mucho de la capacidad ilusionante y de persuasión de Rubén castillo.

En uno de sus libros se permite Rubén exponer una sintética, esencial y sentimental biografía: «tiene una mujer, cuatro hijos, tres amigos y 12000 libros», para añadir que «no cree en la homeopatía, ni en las dietas, ni en la gente pesada; pero sí en los libros de Borges, el café, el salmón ahumado, el embutido ibérico y la gente que sabe escuchar». Mi alter ego.