El ojo invisible

Alice Austen

La cámara, un instrumento poderoso. Ella no pretendía escandalizar al personal con un incómodo juego de niñas traviesas, sino desafiar con sus fotografías los roles establecidos para la mujer desde el enfoque de la libertad sexual.

Retrato de Alice Austen

Retrato de Alice Austen

Cuando la vida te da un revés de tal magnitud que lo pierdes todo el sentimiento de vacío es tal que pocos consiguen después recomponerse, aquel terrible Jueves Negro de 1929 la caída de la bolsa en el mes de octubre no hizo más que vaticinar lo que sucedería después: una gran crisis económica que obligó al cierre de bancos, empresas, deudas imposibles, paro, indigencia, el equilibrio convertido en caos y muchas vidas interrumpidas que no pudieron soportar aquella situación. A sus 63 años, Alice Austen pertenecía a una de esas familias acomodadas que tenía todo su capital invertido en bolsa, y aunque ya llevaba unos años de altibajos económicos el crack del ‘29 la dejó casi en la indigencia, pero el dinero nunca fue para ella motivo de preocupación, incluso cuando no lo tuvo no supuso un conflicto en su persona, como toda chica de buena sociedad no había sido educada para preocuparse por tales menesteres, así que simplemente se despreocupó.

A los diez años, Alice descubrió la fotografía cuando su tío Oswald le trajo una cámara de Europa y con la ayuda de su otro tío Peter, químico de profesión, aprendió el proceso de revelado creando un cuarto oscuro improvisado dentro de un armario. Desde ese momento se dedicó a captar todo tipo de escenas de su vida cotidiana, de su entorno más íntimo y familiar, el día a día de una niña rica dedicado a practicar tenis, montar en bicicleta, o a jugar con sus amigas. Poco a poco su repertorio se fue ampliando y cámara en mano se paseaba por las calles de Nueva York robando instantes fugaces de las vidas de otros, sobre todo trabajadores de diferentes oficios, convirtiéndose en una de las primeras fotógrafas en hacerlo. Niños vendiendo periódicos, barrenderos, policías, carteros, limpiabotas…, todo tipo de vendedores ambulantes y en su mayoría gente sencilla. Esta serie de trabajo provocó que más tarde su vecino, un oficial de salud del puerto, le encargara fotografiar las condiciones en las que se encontraban los inmigrantes en las llamadas estaciones de cuarentena donde les obligaban a vivir antes de entrar en la ciudad.

ALICE AUSTEN

ALICE AUSTEN

Cuando ya tuvo cierta edad sus imágenes comenzaron a mostrar su parte más atrevida, todo un repertorio de escenas con la figura de la mujer como protagonista con las que eliminó los tabús que la sociedad victoriana imponía a las relaciones entre personas del mismo sexo. Seguramente muchos verían en aquellas imágenes la mera provocación de una chica rica que pretendía escandalizar al personal con roces y besos prohibidos, un incómodo juego de niñas traviesas, aunque su intención traspasaba la simple línea de la casualidad, iba mucho más allá, desafiar los roles establecidos para la mujer desde el enfoque de la libertad sexual. Si tenemos en cuenta que el mero hecho de que fumar les estaba prohibido a las señoras, verlas semidesnudas insinuando sus atributos o dándose un beso tuvo que ser un escándalo de proporciones inimaginables. La cámara era en sus manos un instrumento poderoso, pues así era como Alice se sentía cuando propios y extraños le preguntaban por aquellas escenas donde ella y sus amigas se disfrazaban de hombre o compartían cama en una actitud totalmente descarada, Austen sentía que gracias a sus fotografías los hacía pensar y esto la dotaba de un poder absolutamente asombroso.

ALICE AUSTEN

ALICE AUSTEN

Esa libertad de la que este grupo de amigas hacía gala, su actitud independiente ante las miradas extrañas y ese espíritu tan avanzado ante la vida hizo que el resto de jóvenes de su entorno se sintieran molestos, un tanto excluidos incluso, y las apodaran como ‘The Darned Club’ (‘El Club Maldito’), algo que les resultaba sorprendente a la vez que divertido. Juntas se encontraban protegidas, no sentían vergüenza de sus sentimientos, ni tenían que interpretar ningún papel, construyeron un mundo a su medida donde hacían lo que querían y aunque el resto no lo entendía tampoco les importaba.

Durante unas vacaciones, en 1899 conoce a Gertrude Tate, profesora y bailarina que se convertiría en su pareja hasta el resto de su vida, con quien años más tarde se mudaría a la casa familiar, conocida como Clear Comfort. Allí vivirían durante más de treinta años, sin esconderse ni ocultar su verdadera relación.

En 1945 sus recursos eran ya inexistentes, así que no le quedó otra opción que malvender su casa familiar con todo el mobiliario incluido y en ese momento decidió además donar todos sus negativos fotográficos a la Sociedad Histórica de Staten Island. Juntas se mudaron a un pequeño apartamento cerca de St. George, pero cuando el dinero se acabó ya sí que no les quedaba nada, así que Tate se fue a vivir con su familia a Queens y Alice terminó en un asilo de beneficencia porque la familia de su compañera nunca admitió su relación y no quisieron acogerla.

ALICE AUSTEN

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El azar siempre tan imprevisible y caprichoso quiso que su trabajo fuera oportunamente descubierto en 1951 por el historiador Oliver Jensen, un hallazgo que no sólo la sacó del olvido, mostrando su obra con toda la excelencia que ésta merecía, sino que también le permitió vivir en unas condiciones dignas, ya que éste vendió a la revista Life una serie de sus imágenes con lo que pudo costear los gastos de una residencia privada donde poder acabar sus días hasta su fallecimiento en 1952. Alice sintió que de algún modo la fotografía le había salvado la vida, y estaba feliz al pensar que eso que hasta ese momento había sido un placer para ella, ahora lo iba a ser para muchas otras personas y que, además, «mi trabajo viviría para siempre»; una vida resumida en ocho mil fotografías de las que sólo quedan cerca de tres mil quinientas.

Gracias a la intervención de la fotógrafa Berenice Abbot y el arquitecto Philip Johnson, la mansión Clear Comfort no fue demolida en los años cincuenta y hoy es sitio de referencia nacional de la historia LGBTQ de Nueva York , el primero reconocido a una mujer.

En estos tiempos que tanto se habla de libertad, y lo que es peor, de la pérdida de ella, vidas como la de Alice Austen nos recuerdan la importancia de seguir abriendo caminos con valentía y sin mirar atrás… «Éramos mujeres que no teníamos miedo a vivir».

En la imagen superior de la izquierda, un retrato de la propia Alice Austen; el resto, fotografías suyas de finales del siglo XIX.

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