Murcianos de dinamita

Dionisia García: Vivir para contarse

Asegura sentir que el tiempo no camina, sino que nosotros discurrimos por él

Dionisia García, escritora.

Dionisia García, escritora. / La Opinión

Pascual Vera

Pascual Vera

"Se escribe la vida, si no se vive no se puede escribir, vida y escritura van de la mano", me dijo hace dos años Dionisia.

Hablar con Dionisia García y no hablar de literatura (de vida, en definitiva) es sencillamente imposible. 

Dionisia es un milagro y lo es (o lo ha sido hasta ahora) cada vez más conforme la propia existencia le ha ido confiriendo, con mayor intensidad, ese rostro que ha ido labrando a golpe de líneas y estrofas, a fuerza de explicarse en sus propios poemas en una obra que ha transcendido sus propios escritos para configurarse en una especie de Espasa íntimo y particular en el que ha ido exponiendo cada momento de su existencia, de su periplo vital.

Y así fue: Dionisia se explicó con su rico y hechicero vocabulario literario desde siempre pero, curiosamente, no sería hasta 1976, con nuestra escritora frisando el medio siglo, cuando publicase su primer libro.

Su realidad procede de la memoria, «somos memoria», nos ha dicho. Y en su infancia, mientras las demás niñas jugaban al corro ancho en los recreos, ella se entretenía escribiendo poemas.

Otra de sus características ha sido su pasión por ayudar a los demás, en el convencimiento de que si ayudas a alguien, te ayudas a ti mismo, por lo que se ha convertido en una especie de mecenas sabia y consejera de numerosos escritores que querían dar sus primeros pasos en el mundo de las letras.

Este cronista está convencido de que Dionisia nació poeta, pero hay una cosa aún más segura: Dionisia morirá poeta, y otro convencimiento: que esta insigne nuestra, nacida en Fuente-Álamo, pero con una murcianía a prueba de bomba como ha demostrado durante casi toda su vida, ama la poesía y vive por ella. Dionisia piensa que Murcia es la mejor ciudad del mundo para vivir en ella. Y en ella ha vivido durante muchas décadas, conviviendo con sus amigos, recorriendo sus calles y compartiendo sus costumbres. 

La vida, las sensaciones, los recuerdos, el paso del tiempo, los momentos íntimos que nos forman y conforman como personas en nuestro devenir, esos son los temas, aparentemente pequeños, casi intangibles, que presiden su obra.

Asegura sentir que el tiempo no camina, sino que somos nosotros los que discurrimos por él. Y ahora, cuando hace 94 años que discurre por ese tiempo que a ella se le antoja inmutable, continúa escribiendo con la misma ilusión que en sus comienzos. Hoy, esas arrugas conformadas en su rostro a golpe de años y escritura suponen la prueba del nueve de su mítica existencia creadora.